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SERRAT, ANTOLOGIA DESORDENADA.

Poradmin

May 8, 2015

Serrat se reencuentra en sus canciones con los sentimientos de todos aquellos fieles que ayer, con un auditorio Fibes lleno, lugar inapropiado para semejante cita, por cierto, le recibíamos con los ojos llenitos de ayer.

Recuerdo la primera vez que le oí, fue en el Prado de San Sebastián, en años de mítines. Fui a oírle casi sin que mi padre se enterase. Eran años de “Aquellas pequeñas cosas”, la canción que descubrí en un casette doble de 1984, en directo desde las Ventas que guardo como un tesoro. Curiosamente tuvo que ser esa canción la que abriese la noche para vivir un concierto maravilloso que de nuevo, renovó la fe de aquellos que le seguimos sin que haya algo personal, encantados y además, fascinados, de una voz que, pese a tener “vint anys” muchas veces, como aseguró el cantante, no consigue despojarnos de esa conexión mágica entre quien canta y quien escucha, entre quien trasmite y quien siente.

Ganaba cierto equipo de la ciudad y Serrat, como aficionado al fútbol que es, y sin tener en cuenta la cadera de Boateng y el gol de Messi, hizo constantes guiños a los futboleros del recinto. Y su magia, y su elegancia, y sus palabras, y su mensaje, y sus canciones de siempre, esas que van y vienen, permanecen y arraigan, como el bolso de piel marrón de “Penélope” o el reencuentro de la niñez con las muñecas del escaparate; “de cartón piedra”, como el mejor reencuentro de nosotros mismos con aquellos niños que fuimos.

Centenarios del tubo de neón, de Carrillo, de Santa Teresa, y de un señor aragonés llamado Gisbert al cual, no tengo el gusto de conocer, y cincuenta años de su “asunción” a los escenarios, con esta antología desordenada que lo único que hacía era, desordenarnos el alma a todos los presentes. Recuerdo para los niños del mundo, los que sufren, que son muchos, y que es algo impensable. Para ello coge la guitarra y se sienta en el taburete que siempre le acompaña, y nos regala una maravillosa “Niño silvestre” seguida de “Algo personal”.

Con los veinte años que dice que hace veinte años que tiene veinte años, en riguroso catalán, se abrió la maleta de los sueños. Y que lleguen más veinte años; “Esos locos bajitos”, y el recuerdo a los poetas que parece que nacieron para ser cantados por él alguna vez en la vida; Miguel Hernández, Antonio Machado y los versos pespunteados al corazón y anclados al pasado, presente y futuro de cada uno de nosotros; “Para la libertad”, “Cantares”o el “llanto por la muerte de D. Guido”.

“No hago otra cosa que pensar en ti” sirvió para presentar a la banda, y dar paso a los atardeceres rojos, a los que se acostumbraron mis ojos. No hay atardecer sin que suene de fondo “Mediterráneo”, ni hay pellizco en el alma más grande que la voz de Serrat cantándole a Curro, el palmo, con ese manojito de escarcha.

Y subió Poveda, para cantar con él a dúo y engrandecer, si era posible, “aquellas pequeñas cosas”, y tras “Hoy puede ser un gran día”, que lo fue, llegaron los bises; “Lucía”, la canción de amor con mayúsculas, y “Fiesta”, siempre con banderas lilas, rojas y amarillas, como fin de fiesta que no lo sería hasta que no llegase la “Saeta”. Era imposible no cantar la saeta, estando en Sevilla.

Me faltó “Soy sinceramente tuyo”, pero no hizo falta. Él sabe que lo soy desde que me vi reflejada en sus canciones la primera vez amé, y la vez que después de amar, amé. Es una suerte que me desordene el corazón poniéndole una canción a todos y cada uno de mis sentimientos, y además, un privilegio que lo haga su voz.

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