Teatro Quintero (Sevilla)
Sin término medio: los muy fans salían encantados del concierto de Micah P. Hinson, mientras que los que asistieron al concierto sin estar entregados de antemano fruncían el ceño ante un show, como poco, irregular.
No se esperaban muchas sorpresas en el repertorio, pues esta nueva gira del músico de Tennessee se enmarca en la reedición por el 10º aniversario de su primer (y mejor) disco: “Micah P. Hinson and the Gospel of Progress”
Con cerca de una hora de retraso y los móviles echando humo ante la coincidencia con el Madrid-Juve de la Champions, aparecía Micah en el escenario acompañado de un bajista y su mujer y futura madre de su retoño a la batería. Aunque de esto hablaremos luego. Con sus ya icónicas gafas, una gorra, que caería a la 4ª canción y peto marrón, la estética dejaba claro el origen del artista y hacia los terrenos pantanosos y lúgubres que nos iba a llevar con sus canciones: el profundo y sudoroso sur norteamericano.
Close your eyes y Beneath the rose son las primeras canciones en sonar, en teoría dos cartas ganadoras pero que dejan ya al descubierto dos de los grandes problemas que iba a tener la actuación: el sonido y la sección rítmica. En las primeras filas, el sonido que salía del amplificador de Micah era mucho más sucio, sobresaturado y, digamos, desgarrador que el limpio que llegaba al público. Estoy convencido que el sonido que escucharon los músicos vía monitores no tenía nada que ver con el que llegaba más allá de la 5º fila del Quintero. El otro problema, realmente grave, tenía que ver con la pobreza de la sección rítmica. Sin intentar hacer ningún tipo de alarde, Ashley Bryn Gregory dejó patentes sus limitaciones en la batería: fueron varias las ocasiones en las que se desacompasaba, entraba tarde y pese a no salir del ritmo “be my baby”, aquello no encajaba. Lastrado por el amor podría ser un buen titular para el concierto.
Tan solo remontaba el concierto cuando el cantante rasgaba su guitarra e imploraba a gritos para, al momento, apenas con un hilo de voz retomar la calma y el silencio. Así sonó grande Don’t you, una muy notable Stand in my way (nada habitual en sus directos) y, sobre todo, As can you see, posiblemente el mejor momento de toda la noche.
As you can see
I will fall
With the right wing
Giving in
I will find a way
I will find a way
To get us in safely
I cannot promise a thing
La trilogía final, Can’t change a thing, Caught in bedroom (otra que voló alto) y la “canción río” The Day Texas sank to the bottom of the sea, toda una declaración de intenciones, pusieron el fin a la primera parte del concierto.
Here’s all that I have to give
I’ll admit it’s not a lot,
but it’s all that I’ve got
La segunda parte fue un picoteo por el resto de la discografía del artista norteamericano: How are you, just a dream, On the way home (Abilene), Make believe, God is good, Tell me it ain’t so, A million light years, sin que la sensación de apatía y linealidad desapareciese en ningún momento.
Como broche final, ya solo sobre el escenario, Micah homenajeó a otro “alma torturada” como fue Kurt Cobain con una versión de Something in the way que, por lo menos, dejó buen sabor de boca para un concierto que tan solo disfrutaron en toda su extensión los fans del señor Hinson. Ni de lejos hizo justicia al gran disco que es “The Gospel of Progress”. Claro que peor les fue a los aficionados del Real Madrid…
Fotos: Lidia de Dios L.