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Radiohead – The king of the limbs

Poradmin

Mar 14, 2011
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Volver a escuchar algo nuevo de Radiohead, quizá el grupo que más he amado en los 90, es reencontrarme con sensaciones contrapuestas. Por un lado, las que me llevan a ese periodo, mágico, en el que su inspiración y su capacidad de reinventarse les hicieron tan grandes, pero, por otro, las derivadas de lo que vino después, una caída en picado que terminó desgraciadamente por aburrir a gran parte de sus seguidores.

Y esas sensaciones se confirman desde los primeros compases de “The king of limbs”. Pulso play y suena “Bloom”, un piano nervioso y repetitivo se convierte en un eco al que se le añaden una batería y unos bajos, y la cosa funciona, me inquieta, me interesa, pero apenas aparece Thom York dibujando su sempiterno lamento a la vida, melodía quejumbrosa y sin interés alguno, que el globo se desinfla. Y es que no sé qué pensar, ni qué decir, porque lo que oigo me gusta, pero me parece tan repetido, tan masticado tantas veces que termino por desengancharme, le pierdo el gusto al asunto y me pregunto, y lo digo en serio, qué le habrá hecho la vida a este hombre para que malgaste el inmenso caudal de creatividad que atesora en melodías tan cansinas.

 

 

 

El suceder de los temas continúa con la tesitura: bucles entre lo electrónico y lo convencional, aparatos e instrumentos, y voz de York en primer plano, sobre todo en el trío inicial, quizá mejor suerte en “Morning Mr. Magpie” y un poco menos en “Little by little”.

 

 

 

La electrónica vence en la casi instrumental “Feral”, una amalgama de ritmos, ruiditos y voces contrapuestas que abren lo que para mí es el trío más interesante del disco, tres canciones estupendas que rememoran los mejores momentos del grupo. Junto con ésta, “Lotus flower”, el muy mainstream single con el que han lanzado del álbum, y “Codex”, melodía maravillosa acompañada con la sencillez de un piano y unos teclados y efectos que parecen tributar al desaparecido Richard Wright, y que me hacen preguntarme, esta vez, para qué tanto artificio cuando con la sencillez y el carisma se bastan para emocionar.

  

Desnudez que se mantiene hasta el final del trabajo, porque “Give up the ghost” es, cambiando los teclados por guitarras, algo muy parecido a la anterior, y en “Separator” la voz de York apenas si viene acompañada por una batería y un bajo.

  Y con esto se esfuma el disco, un álbum corto, experimental y complejo pero a la vez bien simple, mejor sin duda que los últimos que el grupo ha hecho pero que ni por asomo llega a lo que producían hace una década. Éste, al menos, no aburre, al menos en lo que a mí se refiere.

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