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Elliott Murphy and Olivier Durand, 7 de marzo 2012

Poradmin

Mar 16, 2012

Con una sala llena hasta la bandera, comenzaba uno de los que seguramente será de los mejores conciertos del año. El carismático, elegante e inigualable señor Elliot Murphy nos iba a deleitar con más de dos horas concierto en formato acústico.

Fotos: Rosa Postigo

             

 Promotora: Producciones Serrano



Para alegría de nuestros sentidos, volvía de la mano de su inseparable amigo Olivier Durand, con quien lleva compartiendo escenarios desde hace dieciséis años. La química existente entre estos dos músicos es increíble y es que, con tan sólo dos guitarras esta pareja es capaz de hacer vibrar a los asistentes como si se tratara de una banda completa. El viejo Elliot lleva tres décadas y media recorriéndose las carreteras de medio mundo y ya son veinte nueve los discos que lleva editados. Aquella noche nos demostró por qué todavía sigue formando parte de la primera liga del rock and roll.

Desde el primer acorde una atmósfera mágica envolvió la sala. Pocas veces he sentido algo igual, que tan sólo dos músicos con su guitarra y su armónica sean capaces de generar tanto magnetismo. Elliot Murphy nos demostró que no sólo es un gran músico, sino que además tiene sentido del humor. Se pasó todo el concierto bromeando con el público, ya fuese diciendo chascarrillos en español como relatando que hace años compuso “Everything I Do” con Bruce Springsteen e invitándole a subir a escena. Temas tan míticos como “Jet Lag”y “Take That Devil Out Of Me”o la imperecedera “Last of the Rock Starts” se mezclaron con la presentación temas de su último disco “Elliot Murphy”, titulado de forma homónima según el bueno de Murphy para no olvidarse, puesto que con edad la memoria comienza a flaquear. Especialmente emocionante fue el instante en que dedicó a todos los presentes “You Don’t Have To Be More Than Yourself”. Despedida y cierre, de la mano de “Blind Willie McTell” y “Rocking in a free world”, con todo el mundo ya en pie meneando las caderas, llegó el regalo final, que no fue otro que la maravillosa “Green River”, ejecutada con más emotividad inclusive que la original.

Las grandes ausencias para los incondicionales fueron sin duda “Drive All Night” y “On Elvis Presley Birthday«, pero aún así fue un concierto inolvidable, lleno de complicidad y buenas vibraciones, que una vez más logró transportarnos a un lugar en el que no existe más amargura que la de la miel mezclada con whisky seco.

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