Sevilla, 23 de Enero, Sala Q
Un día de invierno, frío y lluvioso, constituye el marco ideal para arrimarse a un buen fuego. Y aún más, con Sidonie ese fuego musical consiguió extenderse y ahora ya es un incendio.
Marc, Axel y Jesús, el núcleo central de Sidonie, acompañados por Baldo y Vicen, prendieron la mecha entre un público que ya venía empapado de gasolina previamente y que se volvió combustible con los primeros temas de la banda.
Las chispas que desprendían "nuestro baile del viernes" o "la sombra" se tornaban exquisitas llamaradas pop de canciones con magnetismo y estribillos reconocibles a los que acompañaban acertadísimos juegos de luces.
Con leña como "Sylvia", "A la vera del mar" o "En mi garganta" la hoguera no cesaba de alimentarse con argumentos que melódicamente y con exquisitez lírica han catapultado a Sidonie como uno de los grandes nombres en su estilo.
Para no convertir el concierto en una sucesión plana de canciones consiguen intercalar interesantes guiños a modo de dibujos de humo que desvían nuestro mirada hacia lo perdido, hacia aquello que no distingues cuánto durará o cuánto tardará en difuminarse o perderse en el aire. Con ello la aparición del sitar indio o la íntima interpretación de "Giraluna" que nos volvió a todos vegetales por unos minutos girando nuestra mirada hacia Marc, trasladaba del exterior al interior un fuego que ya se había convertido en fascinación.
"Costa azul" y "El incendio" llegaron como el aire que aviva al fuego que, por intenso, nos dejaría suficiente rescoldo para que no olvidemos que alguna vez buscamos locos, cuerdos, borrachos, serenos, cansados y desnudos a la vera del mar y, quizás, lo volveríamos a hacer. Un psicodélico final culmina un ciclo que nos llevó del amor a la pasión y de la pasión a estas ascuas que nadie podrá apagar.
Fotografias: Alberto Ferraris Ravé.