El disco de Julio de la Rosa pasa por ser un trabajo versátil y visceral sobre las relaciones con sus idas y venidas entre coros y densidad sonora.
Los mensajes se entienden claramente, Maldiciones comunes, y las emociones se deslizan más sutilmente como en un corazón lleno de escombros pero se estructuran en distintas capas donde los jugos de voces superpuestos adquieren un relevante protagonismo.
Si a esto le añadimos ritmos machacantes (estoy pensando por ejemplo en Glorieta de trampas) o el bocadito pop-glam de kiss kiss kiss me en definitiva nos encontramos con una escucha insinuante que cuando más te descuidas te golpea donde más duele y a la vez más gusta.