Lori Meyers y Arctic Monkeys triunfan en la noche con más estilos e influencias de la edición de este 2011
Lori Meyers abrieron ayer sábado el escenario grande del FIB demostrando justamente eso, que cada vez son más grandes. Su controvertido último álbum les ha hecho crecer añadiendo ese toque de fiesta a una música madura y convirtiendo su presentación en directo en una auténtica experiencia en la que la mejor tradición pop española, desde los Brincos hasta los Planetas, se convierte en un auténtico vendaval de rock vivo y espontáneo.
Así lo certificaron las 20.000 gargantas que convirtieron el final de la tarde en un karaoke fantástico. Una lástima verles justo antes de los Bombay Bicycle Club, en este caso en el escenario mediano, porque la actuación de este buen grupo quedó algo descafeinada tras la descarga de los granaínos.
La noche era de las de ir de una parte a la otra, de las de pasearse de escenario en escenario, porque la cantidad de actuaciones a priori interesantes que iban solapándose hacía que mereciera la pena perderse el final de una de ellas para acudir a la siguiente.
No pude ver el final de Mumford & Sons, pero la casi una hora de actuación que pillé bastó para comprobar que este cuarteto inglés que fluctúa entre el folk y el country hacen una música más que interesante. Multiinstrumentistas, a la mejor tradición del género, con cantante-batería incluido, con un juego de cuatro voces de esos de los grupos vocales de la América profunda, hicieron una actuación combinando temas íntimos con estribillos de masas, y resultaba emocionante cuando alrededor de 30.000 personas coreaban algunos pasajes hasta que apenas se escuchaba al grupo.
De nuevo en el escenario mediano Beirut se presentaron con lo que saben hacer. Una música en apariencia sencilla, básica y desenchufada, con trompetas, acordeones e instrumentos acústicos, llena de pequeños detalles, alegre y suave a la vez. Una actuación fantástica antes de ver a las auténticas estrellas de la noche. Arctic Monkeys dieron en una hora y pico una lección magistral de lo que significa hacer rock en el territorio Brit, demostrando que son una banda sólida y bien construida, capaces de realizar descargas de adrenalina salvajes y de enfrentarse a temas más tranquilos sin perder la compostura. Eso sí, demasiadas pausas, tanto entre las canciones como dentro de ellas, y una pequeña sensación, no sé si será bueno o malo, de que siguen siendo una gran promesa y a poco que continúen madurando podemos estar ante unos gigantes.
Y para cerrar la noche la gran decepción de la misma. Muchas, demasiadas ganas tenía de ver a Primal Scream defender su histórico Screamadelica. Me esperaba una sesión bailable, con sus idas de olla electrónica pero centrado en mover el cuerpo, entre otras cosas porque la hora, más de las 2 y media, así lo parecía requerir. Sin embargo, después de dos temas en esa onda, empezaron las auto-versiones de los clásicos de ese disco, casi siempre tirando hacia el lento y hacia la acumulación de instrumentos que más que sumar se restaban, todos entre sí y a la vez, y acabaron literalmente creando huecos entre el público que se iba a otra parte.
Eso sí, cuando terminaron enlazando un par de temazos y nos regalaron la “fucking rock and roll song”, como dijo Bobby Gillespie, el público, el escenario y la mitad del cielo y el infierno se vinieron abajo ante una banda que, cuando así lo decide, pueden ser lo más grande que ha parido el Reino Unido.