Hubo un tiempo en el que el público que acudía al FIB consistía mayoritariamente en jóvenes españoles, ellos con camisas floreadas y ellas con falditas de ligero vuelo, cuyo amor por el pop y cuyo consumo de sustancias relajantes hacía que ver una actuación en las primeras filas fuera un bálsamo de tranquilidad y sosiego. Con los años, este público ha ido cambiando hasta convertirse en prácticamente su antítesis, y descubro con estupor que ahora una gran mayoría parecen ser cazurros de allende nuestras fronteras con propensión a convertirse en hooligans cuando ya no les cabe más cerveza en el cuerpo.
Imagino que los organizadores se frotan las manos ante el negocio que se están haciendo, pero el antiguo buen rollo que reinaba en el festival desde luego se ha perdido bastante.
Pero dejemos esto para más tarde, porque nada más empezar descubro que en el FIB caben muchas más músicas de las que en principio parecen. El rock and roll bailable de Athom Rumba abriendo el escenario grande o los sonidos casi metálicos de Ainara LeGardon en el fiberfib.com, estos últimos con sus bajos algo siniestros y sus melodías repetitivas, aunque no pude llegar a tiempo para verlos demasiado rato.
Lo que sí oí desde el principio fue a los Nudozurdo. Su cruce entre el pop oscuro y algo parecido al post rock promete desde el primer instante, pero acaba perdiéndose un poco ante tanta repetición de sonidos.
Al que no le gusta repetirse es a Brandon Flowers. El cantante de los Killers se presenta en solitario derrochando elegancia y carisma, y aunque aún no tiene repertorio para hacer conciertos tremendos y tuvo que tirar de dos versiones, casi irreconocibles por cierto, de la banda que le ha hecho famoso, se le notan unas ganas, un empuje y una sabiduría musical que bien puede acabar convirtiéndole en una auténtica superestrella al estilo Morrisey.
Lo siguiente que descubro es que Elbow son sin duda una gran banda compuesta por unos músicos de una profesionalidad absoluta, con carismático líder, con un equipo impresionante, capaces de hipnotizarnos a todos con un sonido brillante pero que a costa de alargar canciones peligra con resultar aburrida.
Y en esto salen los Strokes y el infierno cae sobre la tierra. Reconozco que no me importan, al contrario, que incluso me gustan los empujones y las batallas campales en medio de los conciertos. Pero lo que ayer ocurrió en el FIB era algo que nunca había visto. Bestias, jugadores de rugby, animales alcoholizados, no hace falta que diga más. En cuanto al grupo, creo que su actuación de ayer dejó bien claro el momento en el que está la banda. Precisos, contundentes, coordinados al milisegundo, enérgicos y con mucha fuerza, aunque quizá demasiado oscuros, demasiado poco espontáneos y más centrados en ellos mismos que en abrir su carisma al público.
Y cuando acaban los platos fuertes el FIB se convierte en una pista de baile. Ya sea en vivo, como Friendly Fires, con una actuación fantástica repleta de ritmo y más ritmo, o en formato dj en la que hay para elegir de todo, rock, house o pop indy: pin & pon djs, The Juan MacLean o, un poquito más tarde, dj Rojiblanco.
Me alejo hasta el día de mañana pisando un suelo lleno de vasos y de restos de comida y bebida, pero seguro de que, no por arte de magia, sino por una organización perfecta, el sábado estará otra vez como si no hubiera pasado nada. En eso sí que el FIB es de 10.