Como cantaba Nacho Vegas en “Añada de Ana La Friolera”, desde San Pedro a Las Mestas, Gijón se llenó de música en un fin de semana que deslució la lluvia, aunque esta no impidió que incluso las actividades al aire libre saliesen adelante, en un tanto que apuntar a la organización. El ecléctico cartel, desde los veteranísimos Flamin’ Groovies a la insultante juventud de Belako, pasando por el clasicismo de los Tindersticks o Aute alejan a la mayoría del público del abono, pero atraen a un amplio abanico de personas de distintas edades y condiciones. Así, prácticamente se cuentan con los dedos de una mano las personas que repetían en El Niño de Elche y James Rhodes, por poner un ejemplo, pero los dos conciertos presentaron un prácticamente lleno en su aforo, con datos dados por la organización de 5.500 personas pasando por taquilla. Bienvenido sea.
Tindersticks
Mucho ha llovido, y nunca mejor dicho, desde aquella visita a La Morgal en el año 2000 de la banda de Stuart Staples, dentro de aquel recordado Doctor Music Festival. En una destartalada carpa, la banda de Nottingham presentaba su cuarto trabajo y rememoraba temas de su ya histórica trilogía inicial, auténticos monumentos de “chamber pop”. 16 años después, con siete discos de estudio más y una buena ración de kilos (aunque eso supongo que nos ha pasado a todos), volvía Stuart Staples a actuar en Asturias, con un Teatro Jovellanos abarrotado. Pero el paso del tiempo no ha cambiado la característica principal de la banda: la extraordinaria voz de Mr. Staples, protagonista antes, ahora y siempre del sonido de la banda.
Con los compases de “follow me” la pieza instrumental que abre su reciente disco “The waiting room” aparecían sin decir nada en un escenario oscuro y austero, condiciones ideales para disfrutar de su nuevo sonido, lejos ya los arreglos orquestales y con una formación tan clásica como la de dos guitarras, bajo, sintetizadores y batería. Con “Medicine” empezaron a recordar su anterior álbum, el sobresaliente “The something rain”, del que, junto al ya mencionado “The waiting room”, saldría el grueso del repertorio del concierto. Miradas nostálgicas al pasado, poquitas: una mágica “She’s gone”, “Sleepy song” y los dos bises, dos temas de “Waiting for the moon” (2003): My oblivion y Sometimes it hurts.
Brillaron con luz propia “Show me everything”, que puso al teatro a balancear ligeramente sus cabezas mientras los coros acompañaban con ese “show me”, la siempre intensa (y una de mis favoritas) “This fire of autumn” y, como maravilla de la noche, una delicada, mágica y bellísima versión de Johnny Guitar, que por momentos pareció haber sido escrita para ser interpretada por Stuart Staples. Sin duda, el Momento del concierto y, posiblemente, del festival.
Emociones a flor de piel, cumpliendo con su cita de delicadeza y calidez siempre la de los Tindersticks. Hasta la próxima.
El Niño de Elche
Era uno de los esperados del Festival. Con todo un “hype” detrás, había ganas de ver esa mezcla de flamenco y vanguardia que representa. De los verdiales al sonido “rave”, lo que estaba claro es que no era un concierto de dejar indiferente a un público que acudía en buen número al Casino, con gran parte de la flor y nata de aquello llamado “Xixon Sound” en los 90 presente. Dejando complejos e ideas preconcebidas fuera, la hora de actuación se pasó volando, ensimismados ante un espectáculo único y difícilmente clasificable. Versos guerrilleros y comprometidos mezclados con onomatopeyas (un auténtico espectáculo en “Nadie”, sobrado de voz y recursos vocales) y un peculiar, y muy sevillano, movimiento de manos, que puso a bailar a la sala con canciones como “Mercados”, “El comunista”, “Miénteme” o la incendiaria “Estrategias de distracción”. Puso el punto y final con “Que os follen”, con ese ritmo marcial, tan “ponybravesco” (parte de la banda le acompaña en directo) con el público ya entregado al arte arriesgado del artista. Como pero, la falta de discos a la venta que alguno que otro buscaba desesperadamente para llevarse a casa.
James Rhodes
Aunque hablando de “hype”, James Rhodes. En una tarde lluviosa, el colapso formado en el párking de La Laboral era de campeonato, con la gente nerviosa ante el inminente inicio del recital del pianista, más conocido sin embargo por su autobiografía “Instrumental”, publicada en España por Blackie Books y que relata su truculenta vida, marcada por abusos, intentos de suicidio y la redención que supuso para él la música y, en especial una canción, La Chacona de Bach, uno de los momentos más esperados y aplaudidos. Mitad recital, mitad “spoken word”, pues el dicharachero londinense acompañaba las piezas musicales con conversaciones con el público, leyendo extractos, tanto en inglés como en español de su libro. Con un “pero” enorme. La mala sonorización de su micro impedía a gran parte del público seguir sus historias, siendo únicamente posible cuando el artista miraba de cara. Y eso, en un escenario circular, ocurría de vez en cuando. Una pena.
Se mostró Rhodes impresionado por el edificio, y no era para menos. Uno de los grandes atractivos de su concierto era disfrutar de la monumental Iglesia de La Laboral, exquisitamente preparada para la ocasión y que, además, contó con un invitado sorpresa: la lluvia que caía en el exterior y que por momentos hacía de estudiado acompañamiento musical de las piezas del pianista, añadiendo emoción e intensidad a la interpretación. En medio de un silencio absoluto, el intérprete, más cercano a un artista pop (con sus bambas, su sudadera con “Bach” sobre el pecho, dejando claro quien es su artista favorito) y ese aire de geniecillo loco y despistado, que a un pianista clásico, tocó una media docena de piezas, desde Bach a Beethoven pasando por Rachmaninov, que dejaron al público más que satisfecho. Profanos como somos en esta materia, el sentir esas piezas tan cercanas, con el piano tan próximo a los espectadores y rompiendo el tradicional “muro” que aleja a la música clásica, es la aparición de James Rhodes todo un soplo de aire fresco y renovador y puerta abierta a otras músicas. Los jóvenes allí presentes dan fe de ello.
Fotografías:@PedroRodríguez