Julio es un mes caluroso en Sevilla, siempre lo ha sido, no nos vamos a sorprender a estas alturas. Pero el calor se lleva un poquito mejor cuando voces bonitas te alegran las noches estivales y hacen que no se borre la sonrisa de tu cara hasta por lo menos dos días después. Y es que la voz de Jorge Drexler congregó en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla a cientos de personas ávidas de sus canciones. Aunque la noche, aún por caer, se abrió paso con las canciones de Joaquín Calderón, músico y compositor hispalense que finalizó su actuación con una versión de la Zamba del olvido del oscarizado Drexler, que tuvo gran acogida y numerosos coros que fueron calentando motores para lo que nos esperaba.
Casi a las 11 de la noche, el uruguayo subió decidido al escenario junto con su banda, acompañado, por primera vez en la gira española, por Luciano Supervielle. Así que todo comenzó y nos dejamos estar con Causa y efecto distinguiendo claramente que la noche iba a merecer la pena. Seguimos las estaciones que nos pautaba la voz de nuestro anfitrión tarareando que una vida lo que un sol vale, aunque sólo dejemos Polvo de estrellas, pero no nos importó cantar que morir también es ley de vida porque Sanar es un temazo.
Tras interactuar brevemente con el público, fuimos compás por compás repasando en do sostenido El pianista del gueto de Varsovia para, acto seguido, dar paso al componente de Bajofondo, Luciano Supervielle, para que interpretase al piano la pieza de su autoría Un poco a lo Felisberto, homenaje al poeta uruguayo Felisberto Hernández.
Retomamos las letras de Drexler para cantarle a La edad del cielo y, tras este mágico momento, nos regalaron Perfume ese tema que han compuesto juntos Jorge y Luciano, Jorge la letra, Luciano la música, para dar nombre a la gira. Sin llegar al último acorde, escuchamos el Eco del eco de un sentimiento al que le hicimos los coros sin necesidad de desafiar las leyes del tiempo o la distancia.
A continuación, Drexler hizo acopio de su don de palabra y se quedó solo ante el respetable silbando las primeras notas de Guitarra y vos y solicitando al público que se ahorraran las palmas, que sólo quería oír silbidos y chasquidos de dedos. Y así se creó la magia. Que viva la poesía, que vivan las infinitas palabras, sus letras y sus canciones. No tuvimos tiempo de sentirnos vacíos, ya que inmediatamente subió Supervielle para acompañar con su teclado la letra de Fusión y aliarse con Drexler, para saltarse el set list de la noche, y dedicarle a Calderón el tema Soledad. Aprovechando este cambio del repertorio original, el público se animó y pidió que nos cantase Noctiluca y la Milonga Paraguaya.
Ya con toda la banda de nuevo sobre el escenario, nos dimos cuenta de que hasta la tristeza Se va, se va, se fue porque todo tiene principio y final. Pero aún nos quedaban algunas letras más por disfrutar sin ser capaces de mantener las distancias y cada vez sentirnos más cercanos al cantautor y sus Universos paralelos. Invitó a Matías Cella, productor de la gira, para que los acompañase al bajo eléctrico en Deseo e hicieron amago de fin con Bolivia.
Pero lógicamente, tuvieron que regresar con los bises y marcarse un baile al más puro estilo del videoclip de Universos Paralelos antes de entonar la pegadiza Bailar en la cueva e intentar despedirse de nuevo con La luna de Rasquí. Aunque parecía que no teníamos suficiente y cuando salieron del escenario volvimos a aclamarlos, por lo que regresaron para cantar, copa de vino en mano, una verdad universal: porque cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da, nada es más simple, no hay otra norma, nada se pierde, Todo se transforma. Ahora sí, buenas noches, ¡maestro!