El cielo madrileño amenazaba tormenta la noche del pasado jueves. Pero no se atrevió con la otra tormenta que se plantó sobre el escenario del Botánico poco después de las nueve y media de la noche. El batallón musical Pink Martini hacía su aparición sobre el escenario, liderados por Thomas Lauderdale y sobre todo, por Storm Large. Él con su pelo rubio platino de chico travieso, andares alegres y desenfadados, como si la actuación que estaba a punto de acontecer no tuviera que ver con él. Ella con un vestido largo, azul, dejando casi completamente al descubierto una hermosa espalda donde la palabra LOVER tiene todo el protagonismo en forma de tatuaje. Toda la pequeña orquesta, como ellos mismos se definen, toma posiciones mientras el gran señor Lauderdale toma el micro para decir en español con el típico, típico acento de Portland: “Buenas noches Madrid, somos Pink Martini”. El buen rollo entre público y banda es instantáneo. Aquí la gente ha venido a pasárselo bien. Y sin pensárselo mucho más, arranca el Amado Mio. Menudo conciertazo nos espera.
Creo que al término de este primer tema es cuando el público que ha adquirido entradas en la zona de grada, se da cuenta del tremendo error que ha cometido. La fiesta, el disfrute, el show… está a pie de pista, junto al escenario, lo más cerca posible de la Tormenta Large. La orquesta está repleta de músicos excelentes; su fundador, Lauderdale, un auténtico director, líder, pianista, showman energético. Pero sin duda, la atención está puesta total y absolutamente en Storm Large. Con todos mis respetos hacia China Forbes, líder original de la banda, la cantante que estamos disfrutando esta noche es exactamente lo que necesita Pink Martini, y el elemento que hace pasar a la orquesta de un grupo de excelentes músicos, a una orquesta excepcional, con uno de los mejores directos que el que suscribe haya presenciado en su vida. Storm Large es una cantante absolutamente perfecta, políglota, sexy, sensual, y cargada de una belleza que enamora tanto a hombres como mujeres, sin importar su tendencia sexual. Posee la elegancia de las estrellas del Hollywood de antaño, como Ava Gardner o Rita Hayworth.
Cuando canta el segundo tema, Quizás, Quizás, Quizás, parece como si quisiera incitar a todos los presentes a hacer el amor allí mismo. La manera en que se mueve, la forma en que entona las canciones, está todo cargado de una sensualidad contagiosa. Todos, todos quedamos cautivados inmediatamente por su magnetismo, su voz poderosa pero sensual al mismo tiempo… Estamos, simplemente, ante una diosa sobre un escenario, que ha decidido descender hasta éste Real Jardín Botánico de Madrid, para entretenernos a nosotros, pobres humanos.
Con Ich Dich Liebe, la diosa Martini hace bailar su espalda, su tatuaje, ante la mirada atónica del respetable allí presente. Simplemente delicioso. Lo admirable de Pink Martini no reside sólo en que sean tan buenos músicos, sino en que además aglutinan muy diversos estilos musicales. Prueba de ello son los dos temas que tocaron a continuación de forma seguida: El Negro Zumbón y Dónde Estás Yolanda. Durante un rato nos trasladamos mentalmente a cualquier otro lugar del mundo, un país tropical. Cuba quizá. Que cada uno escoja su destino.
Estoy convencido de que llegados a este punto, muchas parejas se estaban echando en cara el haber escogido entradas de grada, cuyos asientos estáticos impedían disfrutar de la fiesta como era debido. A veces lo caro sale… menos divertido.
Siguen canciones como Hang On Little Tomato (Aguanta Pequeño Tomate), inspirada, según Thomas Lauderdale, en un bote de ketchup. Uno piensa aliviado, viendo a este señor excesivamente talentoso y lleno de energía, virtuoso del piano, en qué suerte hemos tenido cuando en 1994 decidió abandonar la política para formar tan interesante y alegre conjunto musical.
El público, encantado, se va enamorando cada vez más de Storm, y parece que ese amor fluye entre los mismos asistentes. Me atrevería a apostar que el 99% de los presentes, después del concierto volverá a sus casas para hacer el amor con sus parejas. El 1% restante, que soy yo, tendrá que volver resignado a su hogar para escribir esta reseña, ya que Storm, por desgracia, está ya ocupada.
Para seguir haciendo gala del poliglotismo y variedad de estilos en los que se mueven tanto Pink Martini como su cantante, ni cortos ni perezosos, se atreven con un fado. Han oído bien, señoras y señores; la pequeña orquesta de Portland, Oregón, interpreta a continuación LaSoledad, un fado en toda regla. Todos nos quitamos el sombrero imaginario con el que hemos asistido, porque al fado le sigue una canción nada más y nada menos que en turco, para rematar con la italiana Tuca Tuca. Para esta última suben a dos personas del público al escenario para bailar y cantar con ellos. También sube la temperatura con el baile que se marcan sobre el escenario.
Durante las siguientes canciones los miembros de la orquesta hacen gala de sus distintas habilidades, que no se limitan sólo a tocar los bongos, por ejemplo, en el caso de Miguel Beltrán, sino también a cantar un tema en español. Unas canciones más tarde, Timothy Nishimoto abandona temporalmente su puesto en la percusión para cantar, en japonés, Zundoko. La gente enloquece, le encanta este tema. Nadie tiene ni idea de qué quiere decir la letra, pero es irremediablemente pegadiza y bailable. Del japonés se pasa de nuevo al italiano, con Una Notte a Napoli.
Después de 19 canciones, parece que el espectáculo ha llegado a su fin. Toda la banda saluda al público entregado. Storm marca el saludo golpeando el suelo del escenario con los pies. Hasta en algo tan simple como el saludo final, la orquesta demuestra clase, elegancia, conexión y talento. Está claro que este no es su primer concierto juntos. Abandonan el escenario, pero el público no piensa dejarles marchar todavía de ninguna de las maneras. Los aplausos y gritos entusiastas obligan a Pink Martini a regresar casi inmediatamente, para marcarse un pasodoble entre olés y palmas. Al terminar, una persona del público pide Brazil. Todavía no. El pianista comienza a tocar los acordes de Piensa En Mí. Storm se dispone a entonar los primeros versos, cuando se detiene para decir entre risas al maestro: “¡Es en otro tono!”. Y aquí ya, la prueba final de que es una grande entre las grandes; sin ningún tipo de nerviosismo o vergüenza, se sienta al borde del escenario para volver a esperar su entrada en la canción. Y se produce un momento mágico, de esos de concierto de Caetano Veloso en una película de Almodóvar. Como si un grupo de amigos se hubiera reunido para disfrutar de la música de otros, cantamos todos con tremenda dulzura y respeto la letra, y el clima que se crea es hermoso, íntimo, cercano. No es un concierto, es una reunión de amigos. Y uno que es curioso se gira para ver las expresiones de los allí presentes, todos emocionados, conectados unos con otros. Y sobre todo, conectados con ella, con Storm. Se ven lágrimas recorrer las mejillas de muchos asistentes. Es un momento brutalmente hermoso y emocional.
Y ahora sí, ha llegado el momento de la fiesta final, del baile sin control. Tocan Brazil. La gente está encantada, cantan con ELLA las primeras estrofas que introducen la canción. Y de repente… locura colectiva. Todo el mundo bailando como si no hubiera un mañana. A mi izquierda, dos espontáneos han empezado una conga. Alguien grita “¡ES UNA CONGA!”, y se lanza tras ellos. Sí, ese alguien soy yo, y el resultado es una fiesta de gente recorriendo el tendido, Thomas Lauderdale tomando fotos y Storm alucinando de lo que ven sus ojos. Definitivamente, el lugar para vivir este concierto era el patio. Qué gran noche.
Pink Martini es una recopilación de grandes músicos, idiomas, colores, estilos musicales, canciones, talento y diversión. Una fiesta para los sentidos y el corazón. Indispensables para alegrar el alma.
Lista de reproducción parcial del concierto
Las Historias tras las Canciones de Pink Martini