Cuando ya pasan más de 30 años de la primera puesta en escena de "THE WALL", de Pink Floyd, entramos en el tercer año de gira para esta gran obra de Roger Waters mientras se editan ediciones especiales del álbum que marcó al grupo, en todos los sentidos.
Reconozco que esta entrada no corresponde con ninguna novedad, pero hablar de Roger Waters y su «The Wall Live» es siempre noticia allá donde los ladrillos se vayan construyendo para luego ser derribados a ritmo de «Bring down the Wall«. En estas fechas se encuentra representando la obra por Centro y Sudamérica, simultáneamente a la publicación de los formatos especiales «Experience«, «Inmersion» y vinilo de 180 gramos, junto con el documental «Behind the Wall» además de material sonoro inédito y grafismos para seguidores. El año pasado acudimos a Madrid, a la solemne cita con la historia, una liturgia cuyos feligreses estábamos totalmente entregados en cuerpo y alma al proceso autodestructivo del protagonista, desde los primeros llantos de recién nacido hasta el silencio tenso previo a «Outside the Wall«.
Lo que allí se vivió no fue un concierto. Tampoco fue una ópera-rock. Tampoco fue un musical. Fue un momento mágico en el que tomaban forma todas aquellas obsesiones de hace trienta años, interpretadas de modo preciso por la banda, y que inevitablemente llevaban a la mente imágenes del film de Alan Parker o las comparaciones del directo grabado en Earls Court.
Resulta totalmente imposible para mí indicar cuál es el momento más destacable de todo el espectáculo porque está plagado de ellos: un inicio «dictatorial» lleno de fuegos artificiales, la oda a la madre con toda su retranca, la mala leche contenida de «Another Brick in the Wall part III«, cómo extasiarte con «Comfortably Numb» imaginando qué sería de mi vida si David Gilmour estuviera allí…Pero, me voy a arriesgar y lo voy a hacer. Hubo un momento en el que se me hizo un pellizco en el estómago y nos dejó en silencio con un nudo en la garganta a la mayoría de los asistentes, mientras recobrábamos el aliento para aplaudir y que no se nos notara ningún sollozo. «The Trial» culminó toda la tensión acumulada, con mucho gusto, a lo largo de todo el espectáculo. Por fin, pudimos descansar de los contínuos golpes a nuestra conciencia, a cual más duro. Era el momento de la recapitulación.
Actualmente, Roger Waters sigue su gira y, por supuesto, recomiendo encarecidamente que no perdais la oportunidad de presenciarlo, aunque sea en formato DVD. Si volviera de nuevo por aquí, no lo dudaré un sólo instante…»Is There Anybody Outhere?«.