No pudo el calor de la Sala X hacer que Pájaro se sacara la chaqueta de cuero. Y es que, además de los focos, del calor humano de la exitosa acumulación de público (si la sala no alcanzó el lleno hasta la bandera, lo rozó)…cuando Pájaro hace rugir la guitarra… quema el escenario. Puro fuego, puro rock.
Escoltado por esos dos guitarristas de auténtico lujo que son Paco Lamato y Raúl Fernández, con el omnipresente Pepe Frías en el bajo (¿en qué banda no toca Pepe Frías?), el incansable Roque Torralva en batería y las colaboraciones del brillante Ángel Sánchez en la trompeta, el escenario no podía presentar mejor plantel.
Y así, cerca de las once de la noche, la épica de “Apocalipsis” tronaba en la Sala X, con el silbido de llanero solitario entre los coros más western de esta orilla del Guadalquivir. Afilado rock surfero el de “Costa Ballena”, tras el que se sucedieron, respetando el orden de “He matado al ángel”, el oscuro rockabilly blues de “Pudridero”, y “Sagrario y Sacramento”, con esa mezcla de “sangre, hielo, humo y fuego”. El inicio incendiario e imparable del concierto daba un salto al primer álbum, “Santa Leone”, con “TLP” y “Luces Rojas”.
Nadie mejor que Pájaro y su banda para empatar Nápoles, el rock, la Semana Santa y el western con “Ione” antes de hechizar con la maravillosa adaptación de “Danza del Fuego”, de El Amor Brujo de Manuel de Falla, tarantela eléctrica de melodía flamenca para los más puristas. Arden las guitarras de una banda que se entrega elegante con coraje y bravura, como leones, y que sabe sonar sutil y delicada para afrontar el bolero acelerado “Guarda Che Luna” de manera exquisita.
Se le echa cara al asunto con “Viene con Mei”, swing calando hasta los huesos, con un final locamente divertido al que se suma Ángel Sánchez, sacándole magia a la sordina. Son momentos para el repertorio más cercano al swing, “Bajo el Sol de Media Noche”, y tras ella, aproximando el final del concierto, se asoma la celebrada y melancólica “Perché”.
La despedida es encarada con la luminosa “Tres Pasos al Cielo”, con una coda sublime en la que la que las texturas de las guitarras casan en tal altas cotas de perfección que uno desea que el bucle de slides y sucesiones de solos no acaben nunca. Saltan chispas con “El Padrino”, que se convierte en último tema antes de bajar del escenario… momentáneamente.
Porque aún quedan unos bises pata negra: “Santa Leone” y “Las Criaturas”, pero ante un público sumamente entregado, Pájaro se resiste a despedirse y brinda dos inéditos. “Corre Chacal”, firmada por Raúl Fernández, y como colofón final, una sorprendente y frenética versión de la “Danza del Sable”.
Pájaro es claramente, el emblema del rock mediterráneo, un rock rico y mestizo. Así lo demostró matando al ángel para cerrar el año en la Sala X, con una banda de rock poderosa, que es, indiscutiblemente, de lo mejor en el panorama nacional.
Fotografías Antonio Andrés