No son los martes un día habitual para ir de concierto, pero ante la avalancha de bolos importantes que está sufriendo Madrid parece que cualquier día es bueno montar uno. El cartel a priori apuntaba maneras, con dos grupos potentes de eso que llaman indie (¿alguien sabe todavía qué es eso?)y uno que viene apuntando maneras. Abrieron los novatos, The Blows, que mostraron un rock de guitarras aceleradas deudor de sonidos británicos, y que fue bien recibido por el público.
Tras ellos salió a escena el grupo revelación de este año, Vetusta Morla, que están consiguiendo un merecido reconocimiento por parte de la prensa en los últimos meses, habiendo sido distinguidos con un premio Guille al mejor directo pop (¿pero no eran indies?¿o rockeros?)y el Premio Ojo Crítico otorgado por RNE. Pero el premio que se han granjeado cada día es el del favor del público, que abarrotó la Riviera por ellos. Desde el principio la gente se volcó con su propuesta, coreando cada palabra y rindiéndose ante la belleza de la música de los vetustos.
El concierto fue breve pero con enjundia, con la banda concentrada y con Pucho ejerciendo de curioso frontman, moviéndose entre la timidez, la vergüenza y el histrionismo. Lo más interesante de Vetusta Morla es que ha ido construyendo una cuidada propuesta que les permite moverse entre dos mundos en principio antagónicos. Por un lado su música es accesible, directa, pegadiza, esto es, comercial, dicho con el mayor de los respetos a esa palabra. No es fácil ser capaz de llegar a mucha gente. Pero al mismo tiempo los cuidados arreglos y las letras nada obvias les otorgan un merecido respeto por parte de compañeros y de críticos. Con estos mimbres el cesto les está quedando muy hermoso.
Para cerrar la noche hizo su aparición La Habitación Roja. A pesar de ser cabeza de cartel buena parte del público se escabulló, quedando las primeras filas copadas por sus incondicionales, que gozaron de su potente directo. El problema de su concierto es que la propuesta de los valencianos es bastante más densa y pesimista que la de los madrileños, lo que se tradujo en un cierto bajón al principio. Tampoco el sonido ayudó en ese comienzo. Aun así LHR tiene canciones de sobra para ganarse al respetable, y lo consiguieron gracias a La vida moderna, Nuevos tiempos o la Edad de Oro. El compacto sonido de sus guitarras consiguió imponerse al final al frío de la noche y satisfacer a los que nos quedamos a verles. Destacar sobre todo las poses de su bajista, Mark Greenwood, quien aportó mucho dinamismo al bolo, y las excentricidades de Jorge Martí.
Por tanto, que viva la música en castellano, aunque Deluxe nos haya dejado.
Fotografías: Jaime Alonso