Comenzaron su invasión por los aires con La noche eterna, que en realidad se nos hizo cortísima, ni si quiera cambiaron de actitud con El hambre invisible, es más, nos convertimos en Seres únicos y tan felices dando saltos. Tras el saludo de rigor nos perdimos en esos Universos infinitos, y enloquecimos con Wio, antenas y pijamas, con Música de ascensores llegó nuestra hora de movernos sin parar. Y es que la interacción de la banda con el público hace mucho, nos tenían entregados porque siguen siendo simpáticos y cercanos, y parece que eso nos gusta.
Y menos mal que tenían ganas de continuar con el show porque con 1999 el público se volcó, pero también hubo momentos de tranquileo para darnos una tregua con Voy a romper las ventanas. Con Belice y Allí donde solíamos gritar intentaron ese típico me voy pero no me voy y regreso con los bises, alargaron de lo lindo, a lo que ya nos están acostumbrando. Salieron del escenario con Las malas lenguas y los “para pa pa para” característicos, pero claro, tenían que volver, no podían dejarnos así.
Llegaron con su particular homenaje a Rocío Jurado y enlazaron el famoso Como yo te amo con su Me amo, invadiendo el escenario con gafas de colores, gorros divertidos y cuernos de diablo, para liarla en toda regla con ese simpático, carismático Balmes sobre el escenario, que se convirtió en el marqués de la inmoralidad por unos minutos con Si tu me dices Ben, yo digo Affleck, dando así comienzo a la traca final.
No pudieron faltar ese Club de fans de John Boy ni Los toros en la wii con las que saltamos y cantamos hasta casi quedarnos afónicos: ¡Fantástico! Y aunque lo importante es tener finales, el de este conciertazo aún no había llegado, aún quedaban Algunas Plantas, Nadie por las calles e Incendios de nieve. Nos fuimos con buen sabor de boca y deseando que vuelvan pronto.