Habían pasado 18 años desde que Iron Maiden tocara por última vez en Sevilla. Fue en el Velódromo de Dos Hermanas promocionando su disco Virtual XI. Muchos de los que allí estuvimos conservábamos el recuerdo agridulce de haberlos visto en una etapa no demasiado brillante. Quizá por ello asistíamos a verlos de nuevo por estas latitudes con igual o mayor ilusión que aquella vez.
El caluroso ambiente que se respiraba en el Estadio de La Cartuja, que congregaba 15.000 personas, se caldeó aún más cuando por megafonía comenzó a sonar el tema Doctor, Doctor de UFO, ya que presagiaba la inminente salida a escena de la banda británica. Y así fue. Tras un vídeo de animación la banda salió en tromba con el tema If eternity should fail, que abre su último álbum The Book of Souls. Sin tregua, siguieron con Speed of Light, también del nuevo disco. Bruce Dickinson, vestido con una sudadera con capucha, parecía inmune al calor: cantaba mientras subía y bajaba por las plataformas del escenario, el cual recreaba unas ruinas de alguna antigua civilización, al estilo de la gira del Powersalve.
Llegaba el momento de un clásico, Children of a Damned, que a su vez era una prueba de fuego para saber si la cuerdas vocales de Dickinson aguantarían los comprometidos agudos del tema, después de haber superado un cáncer de lengua. La rotundidad con la que cantó despejó toda duda y confirmó que sigue siendo uno de los mejores cantantes de heavy metal de la historia.
Un par de temas nuevos Tears of a clown y The red and the black, precedieron a otro par de clásicos: The Trooper y Powerslave, este último en, mi opinión, uno de los mejores momentos a nivel musical de la noche. El trabajo en la sala de máquinas de Nico McBrain a la batería y del alma mater de la banda Steve Harris al bajo, hizo que un tema tan complejo como éste sonara dinámico, majestuoso y a la vez rotundo.
Sonaron seguidamente la potente Death or Glory y el tema que da nombre al último disco, The Book of Souls. Durante éste último tema apareció sobre las tablas del escenario un Eddie de unos 3 metros, que dedicaba cortes de mangas así como tocamientos genitales al respetable y al que Bruce acabaría arrancando el corazón. Sin duda el sentido del espectáculo de los británicos es un plus en sus conciertos y el hecho de que a sus 41 años de carrera sigan haciendo interminables giras mundiales es buena prueba de ello.
Llegados a este punto, comienza la traca final. Las primeras notas de Hallowed be Thy Name, desataron la locura entre el público. Pero el nivel no bajó porque el siguiente tema fue recibido con aún mayor entusiasmo: Fear of The Dark. Y para terminar el concierto, el tema que da nombre a la banda, Iron Maiden. Destacable también es el trío de guitarristas: Dave Murray con un trabajo sobrio, Janick Gers con su baile incesante y lanzamientos de guitarra incluidos, y el gran talento a las seis cuerdas de Adrian Smith.
Terminado el concierto, el público entregado reclamó los bises de rigor. No se hicieron mucho de rogar y nos ofrecieron tres propinas. La primera un aclamado The Number of the Beast, con un enorme busto diabólico en escena que ya quisiera Lopera para sí. El segundo, Blood Brothers fue coreado por todos, confirmándose la perfecta comunión entre la banda y sus seguidores. Y para cerrar, un tema del Somewhere in Time que destiló buen rollo y durante el cual el vocalista bromeó con Adrian Smith jugando a retirarle el micrófono mientras intentaba hacer los coros finales.
Dos horas de espectáculo total, tanto visual como musical, en el que quizá sobró algún tema nuevo y se echó en falta alguno de los temas míticos. En cualquier caso, los asistentes al evento desalojaron el estadio tarareando el Always Look on the Bright Side of Life de los Monty Pyton, con una sonrisa de oreja a oreja, después de haber podido disfrutar del directo de una de las bandas más grandes del planeta.