Después de 14 años de vida, The Australian Pink Floyd Show, la banda homenaje a Pink Floyd más importante que existe, recae por nuestras tierras. Tres conciertos como tres soles en Madrid, Barcelona y Castellón (5, 6 y 7 de febrero) han dado estos australianos afincados en el Reino Unido. Y, gracias a la organización del evento, The project, este treintañero nostálgico ha podido disfrutar del montaje que se han traído desde las antípodas.
Australian Pink Floyd tiene el beneplácito de los integrantes del grupo original y dicen las malas lenguas que sus conciertos son lo más parecido que uno puede encontrar a un verdadero concierto de Pink Floyd. Y no van descaminados… Una puesta en escena estupenda, unos músicos sobresalientes y, sobre todo, un desmesurado amor por la música que homenajean, nos dieron en L´Auditori casi tres horas de pelos de punta, escalofríos y canciones coreadas a voz en grito. A pesar de tener claro en todo momento que este grupo no eran los auténticos Pink Floyd, las sensaciones que despertaron no fueron pocas ni moderadas. Fue un gustazo ver un auditorio lleno a rebosar gritando, cantando y bailoteando en sus asientos. Un público entregado a más no poder agradeciendo todas y cada una de las canciones del espectáculo. Como ejemplo de entrega, tenía justo detrás a los tres componentes de Sidonie, jaleando las canciones con “¡toooma!” “¡teeeeeeeemazooooo!” ¡y gritos varios mientras saltaban de los asientos! El homenaje fue variadito en cuanto a selección de temas, aunque los más versionados fueron The wall y Dark side of the moon. Fueron momentazos míticos el Wish you where here o Hey you, pero el detallazo supremo (a gusto de un servidor) fue el marcarse los tres primeros temas del Dark side of the moon… ¡seguidos a la vuelta del descanso! No me lo podía creer, y no pude evitar pensar en el Mago de Oz y su sincronización con el disco (¡Aparte de las miles de veces que he escuchado ese discazo!) En definitiva, un espectáculo muy digno el de estos australianos, y un homenaje como la copa de un pino que bien se merece la banda. Una buena dosis de metadona para los que, por desgracia, no hemos podido ver (todavía) a Pink Floyd. Crónica de Manu Retamero