Aún recuerdo el día que descubrí Strangers In The Night.
Estaba en un centro comercial con mis padres, entré en una tienda de discos (¿se acuerdan de la época en que encontrarse una tienda de discos en un centro comercial no parecía una situación propia de un relato de ciencia ficción?) y, rebuscando entre las hileras de cd’s, vi aquella portada. Nunca había escuchado al grupo pero sí había leído acerca del disco en alguna revista que listaba los grandes LP’s en directo de la historia del rock y decidí llevármelo a casa.
También recuerdo que a la salida de la tienda me crucé con dos compañeras del instituto que me preguntaron qué me había comprado y, al extraer el cd tímidamente de la bolsa para enseñárselo, me miraron con cara de “qué rarito eres chico” antes de seguir con su paseo de sábado por la tarde.
Pero sobre todo nunca olvidaré el momento en que llegué a casa y escuché por primera vez todas aquellas canciones: “Doctor, Doctor”, “Love To Love”, “Let It Roll”, “I’m A Loser”, “Natural Thing”… son demasiadas para mencionarlas todas, pero para un chaval enamorado del hard rock de los setenta descubrir aquel disco fue como desenterrar el arca del tesoro.
Strangers In The Night se convirtió en uno de mis discos de cabecera y durante meses lo escuché una y otra vez de camino a clase hasta memorizar cada punteo de Michael Schenker, cada inflexión vocal de Phil Mogg y cada arpegio del teclado de Paul Raymond.
Ha pasado el tiempo y mis gustos musicales han ido cambiando pero, aunque nunca les he seguido la pista de cerca, siempre me ha resultado reconfortante saber que UFO seguían ahí, girando y editando discos como si el reloj se hubiera detenido en aquellas mágicas noches del otoño de 1978 que quedaron plasmadas en Strangers In The Night.
A lo largo de estos años he dejado pasar varias oportunidades de verles en directo, pero el inexorable curso del tiempo ya me ha obligado a añadir demasiados nombres a la dolorosa lista de bandas que nunca llegaré a ver en concierto, con lo cual al leer que el quinteto volvía a Madrid para actuar en la Sala But decidí que había llegado el momento de acudir a rendir pleitesía a los tripulantes del platillo volante.
Lo primero que se me pasa por la cabeza cuando se apagan las luces y los músicos salen a escena es que el grupo que tengo ante mis ojos es a un tiempo muy parecido y muy distinto a los UFO de 1978. Ya sólo la elección del tema de apertura resulta sorprendente: “We Belong To The Night”, perteneciente a The Mechanix, su tercer disco de estudio tras la marcha del guitarrista alemán Michael Schenker, timón de la banda en su mejor época.
Schenker regresó al grupo fugazmente en dos ocasiones a principios de los noventa y en los albores del nuevo siglo, pero hace ya 13 años que su vacante la cubre el norteamericano Vinnie Moore, un guitarrista muy solvente y entusiasta que, no obstante, procede de una escuela más afín al culto a la velocidad que se instauró entre los guitarristas de rock duro de los ochenta que al delicado melodicismo del teutón, lo que aporta un matiz más próximo al heavy metal al sonido del quinteto.
Los UFO del siglo XXI, además, no se contentan únicamente con enarbolar los viejos estandartes de su repertorio clásico, sino que hacen especial hincapié en sus últimos trabajos de estudio, que ponen de manifiesto el endurecimiento de la banda con respecto al tono más callejero y festivo de su producción setentera.
Pero pese a ello la banda suena compacta como una apisonadora, y poco importa ese giro hacia el metal cuando se traduce en resultados tan potentes como “Burn Your House Down”, arrollador medio tiempo perteneciente a su penúltimo disco Seven Deadly. Reconforta también el pensar que esto no es simplemente una reunión de viejas glorias intentando aguantar el tipo recreando sus grandes éxitos sino que, tras 45 años de trayectoria, UFO siguen creyendo en el potencial de sus nuevas composiciones.
Cuando suenan los grandes clásicos, además, queda patente que, matices estilísticos al margen, estos siguen siendo los auténticos UFO. Un apoteósico “Only You Can Rock Me” nos hace rozar el nirvana, “Rock Bottom” da lugar a una atronadora jam de imponente pirotecnia guitarrística, la preciosa “Love To Love” sigue siendo uno de los ejemplos más tempranos y sublimes de ese género en sí mismo en el que pronto se convertiría la balada épica heavy, y “Lights Out” suena tan poderosa que por un momento nos hace olvidar la ausencia de Pete Way, carismático bajista que abandonó la banda en 2010 y cuyo lugar ocupa actualmente Rob De Luca.
Sí que siguen al pie del cañón el batería Andy Parker y el teclista y guitarrista Paul Raymond, cuya entrega y saber hacer demuestran que, pese a que los años no perdonan, la clase es algo que no se pierde así como así. Y también está ahí, por supuesto, el gran Phil Mogg, titánico frontman que sigue despachando carisma por los cuatro costados, emocionando al público al blandir su pie de micro mientras canta “Cherry” como en los viejos tiempos y riéndose cuando se le olvida a qué disco pertenece cada canción al presentarlas igual que en Strangers In The Night.
Para los bises reservan ese gran himno del hard rock que es “Doctor, Doctor” y, cuando enfilo las escaleras de la sala con los riffs del fin de fiesta “Shoot Shoot” aun retumbando en mis oídos, no puedo evitar pensar que UFO son uno de los últimos exponentes de un oficio de otro tiempo que tristemente no tardará en perderse.
Son obreros del rock and roll, curtidos veteranos de mil batallas cuya vida sigue estando en la carretera, llevando su música a cientos de personas cada noche para que, al menos durante una hora y media, consigan evadirse de la dureza de su rutina y encuentren cobijo en una música que les remite a tiempos mejores. Mis compañeras del instituto nunca lo entenderán, pero los que sentimos esto bien adentro sabemos que ante tal labor uno no puede sino quitarse el sombrero.