Los irlandeses The Hot Sprockets subieron al escenario de la madrileña sala Siroco como lo haría cualquiera, pero dieron un concierto que no está al alcance de todos. “Excuse me”, decía, el guitarrista Tim Cullen mientras avanzaba metros entre el (no podemos decir abarrotado) público para poder subir a tocar. Y los que allí estaban, relamiéndose aún con la última tapa y tras haber calentado motores con la energía y la velocidad de unos brillantes teloneros The Government, esperaban a ver qué ofrecía la banda.
Se difumina hasta apagarse la canción de Led Zeppelin que suena de fondo y los dublineses comienzan con el ritmo pesado de “Quarter Roam”, una canción himnótica en la que el buen gusto en la sonorización de los instrumentos queda más que patente. Siroco suena como una sala que se precie, y The Hot Sprockets saben cómo ajustarse y sonar. Es el momento de ver si son capaces de ponerle alma a todo eso.
Hay quien en los primeros compases y mientras la cosa coge ritmo se fija en un Franky Kelly, que domina (no sólo por su tamaño) el centro del escenario ataviado con un sombrero, un pandereta y unas maracas. El caso es que Kelly toca como si estuviera pensando si se ha dejado la luz encendida antes de salir de casa.
Ya en la segunda canción Cullen empieza a pedir unas cuantas palmas para acompañar a un rock que recuerda a los mismísimos MC-5, pero con un toque tan divertido y tan irish. Finalmente con “Shake me off”, tema incluido en su segundo y reciente trabajo “Brother Nature”, el concierto está maduro. The Hot Sprockets sorprenden con un backline perfectamente ajustado. El bajista Joey Lynch y el baterista Andrew Sutton funcionan en ocasiones como un solo cuerpo y dan una consistencia magnífica a las canciones.
Además, los juegos de voces a estas alturas revelan que se trata de una banda con muchos recursos, en la que, al margen de unos coros de raíz sesentera, puede llevar la voz cantante cualquiera. Y ocurre que si se mira al fondo de la sala, en un miércoles de Champions, se ve un concierto, y si se mira al escenario se ve otro.
A la quinta canción comienzan a desfilar canciones que están llamadas a ser himnos de los Hot Sprockets si todo sigue como hasta ahora. “Comin’ On”, en la que sólo tras el riff inicial (se te mete en la cabeza hasta el día siguiente), la harmónica excesivamente baja de Kelly empaña un delicioso y evocador medio tiempo.
Tal vez fuese que el resto de los instrumentos estuvieran demasiado altos, el caso es que tras recomponerse la mezcla y reajustarse los sonidos, la banda se arranca con “Show me the Weight”, una canción que cercana al punkrock y que supone el punto de no retorno en la actuación.
El público baila entonces con los estribillos pegadizos de canciones como “Sleep Shake” y el cantante Wayne Soper no para de sonreír fundido con su Gibson ES-335 (roja, como la de Chuck Berry). Luego, un momento para la autocomplacencia. Kelly coge la mandolina y empieza a cantar “Hosmeslice”, un tema lento también de su segundo trabajo que levanta aplausos y comentarios de un sector irlandés del público. The Hot Sprockets se sienten como en casa y la canción sale redonda.
Como era de esperar, la banda deja para el final sus singles de libro. Es el caso de “Soul brother”, aunque lo cierto es que, igual que otros temas crecen en concierto, éste queda quizás algo desinflado (o puede que sea un problema de expectativas). Un acertadísimo “Boogie Woogie” cierra el primer pase dejando un más que buen sabor de boca.
Pero el público, al que ya se le han olvidado las tapas, quiere más y The Hot Sprockets brindan unos bises entre los que no falta “Honey Skippin’”, la carta con la que presentaron su primer disco. No podía ser de otra manera viendo como había ido creciendo el concierto y el punto y final se convierte en una jam en busca de la apoteosis instrumental con todos los miembros de la banda tratando con furia sus instrumentos.
The Hot Sprockets tocarán cinco días consecutivos en España, tres de ellos en el País Vasco. El público de Siroco se quedó con ganas de más y es de esperar que The Hot Sprockets vuelvan, quizás a un recinto más grande y un día en que no haya partido. El tiempo lo dirá, de momento Madrid ha sido sólo el aperitivo.
Fotografías: Raquel Díaz Outón