Nos acercamos a la segunda edición del Sonisphere Open Air Festival que se celebra en la madrileña ciudad de Getafe. Concretamente en el Polígono Los Olivos, cerca del Cerro de los Ángeles. En esta ocasión se contó con la presencia de 16 bandas y una organización que, francamente, tuvo claroscuros y dejó bastante que desear en algunos aspectos.
Pero ya trataremos de ello más adelante. Ahora nos centramos en la música que, al fin y al cabo, de eso se trata.
El viernes arrancaba con los conciertos de Bullet, Angelus Apatrida y Valient Thorr. Me temo que de estos no puedo hacer crónica porque no los vi. A los foráneos no los conocía y a Angelus Apatrida creo que tendré la oportunidad de volver a verlos de nuevo en breve, así que no pude evitar la tentación de quedarme a la sombra de los pinos de la zona de acampada en vez de pasar el calorazo que achicharraba allí donde daba de lleno.
Entonces pasamos directamente a los galos Gojira. Había oído poco de ellos antes de llegar a este festival, pero tenía buena referencias en cuanto al contundente sonido que se gastan. El caso es que resultó cierto, manejando unos riffs muy pesados y bastante graves. Con un Groove que oscurecía el estilo Thrash – Death de la banda y que los hermanos Duplantier (Joe a la voz y guitarra y Mario a la batería), Christian Andreu (guitarra) y Jean-Michel Labadie (bajo) desgajaron en temas como “A Sight To Behold”, “Toxic Garbage Island”, “Vacuity” u “Oroborus”, que se incluyen el su último Lp hasta el momento (“A Way Of All Flesh” de 2.008).
Sinceramente me pareció un show entretenido y con un buen sonido por parte de los franceses. Supongo que buena parte del público no muy numeroso que aguantaba el sol aún intenso de la tarde madrileña, sería conocedor de su discografía y se prestaban a disfrutar de ella. De todos modos, no fueron demasiado activos, al igual que la banda no fue demasiado “incitadora” y se limitaron a los alardes musicales. Así, aparte de las anteriores, también se marcaron “Ocean Planet”, “Backbone”, “Remembrance”, “Love”, “Flaying Whales” y “The Heaviest Matter Of The Universe”, aprovechando a tope el tiempo del que disponían.
No fue el concierto de la jornada, desde luego, pero sí que ofrecieron buenos detalles a quienes quisieron acercarse a oírles. Al menos en mi caso, consiguieron que me interesara por investigar más en su música.
Les llegaba el turno a los madrileños Sôber. Carlos Escobedo y los suyos repetían respecto al cartel del año pasado (también es verdad que acaban de editar por la compañía que organiza el festival), pero en esta ocasión ascendían de estatus tocando a una hora más tardía. De hecho se subieron al escenario a eso de las diez y media, prácticamente en prime-time. Quizás esto dé una idea del nivel general de las bandas que conformaban el cartel de este año con respecto al del año pasado, rebajando el listón sensiblemente bajo mi opinión.
¡Cuidado! que no digo que las bandas que actuaron en esta edición no tuvieran calidad. Ni mucho menos. Tan sólo que el caché o el estatus dentro del panorama musical de los grupos se vio bastante mermado. Un claro ejemplo: a la medianoche del sábado tocaban Twisted Sister en esta edición. La edición pasada lo hacían Rammstein. Para mí Twisted Sister hacen una música mucho mejor que Rammstein (es una opinión personal y subjetiva), pero los alemanes congregan a mucha más gente y llevan un show más espectacular. Y esto, queramos o no, es así.
En fin, a lo que iba. Ya teníamos a los hermanos Escobedo junto a Antonio Bernardini y Manu Reyes en posiciones para hacernos un repaso a su propia historia, centrándose en los temas de su última y reciente edición “Superbia”. Se les ofrecía un marco inmejorable para hacer llegar su música a los festivaleros y desde luego que trataron de aprovecharlo.
Contaban en su contra con el hecho de que era el grupo con un estilo más heterodoxo, por decirlo de alguna manera, dentro del cartel y había gente que me consta que los obvió. No obstante, contaron a su favor con la hora, un excelente sonido y un gran ambiente por parte del público que decidió verlos.
Se marcaron varias canciones de su nuevo disco, para promocionarlo e intentar que su público se vaya enganchando a ellas. El problema de esto es, precisamente, que aún no han calado y, como suele ocurrir, resultan los compases más flojos del show. El asunto consiste en intercalarlas entre los éxitos. Y así se pudieron oír las recientes “Superbia”, “La araña”, “Fantasma” y “Tic tac” mezcladas con los clásicos “La nube”, “El hombre de hielo”, “Diez años”y, sobre todo, “Arrepentido”. Con esto y una dosis de intensidad por parte de la banda a la hora de tocar, satisfacción garantizada; al menos para los fans incondicionales de la banda. Más allá de eso, pues supongo que los que hicimos por ver a los madrileños obtuvimos un concierto entretenido, con momentos más y menos álgidos. Entre los primeros, cuando Carlos se pasó a la batería que Manu abandonó para aporrear un par de timbales al frente del escenario durante unos instantes; y el final de la actuación con “Sombras”.
A eso de las doce llegaba el turno de otros hermanos. Los Amott. Michael y Christopher junto a Sharlee D’Angelo, Daniel Erlandsson y la singular Angela Gossow. Arch Enemy. Una banda que se ha encumbrado en los últimos años como un referente del sonido Death melódico y gracias, quizás, en gran medida a la peculiar forma de cantar de su frontwoman, la srta. Gossow.
Sus discos han recibido siempre una gran acogida y sus conciertos han sido muy celebrados. Tengo que admitir que las veces que los he visto en directo he disfrutado mucho con su música. Pero seguramente esta ocasión ha sido la menos lucida de estas veces.
¿Los motivos concretos? Pues no sabría decir por qué, pero creo que los hermanos Michael y Chris no anduvieron tan compenetrados. Por momentos el concierto pasaba y no había mucho que destacar.
Angela, como siempre, alardeaba de su voz. Sin duda una de las grandes bazas de A.E., aunque en instantes se me antojaba que pasaba de la voz al grito. ¿Que la diferencia es poca dentro del estilo de la banda? Cierto. Pero, en general, creo que no fue el concierto más espléndido de los suecos ni de Angela.
La sección rítmica, no obstante, sí continuaba atronadora, sobre todo con las baquetas de Daniel.
Puede parecer que en el show de Arch Enemy fue todo malo por lo que estoy diciendo. Tampoco es eso. Es una gran banda y dio muestras de ello; tan sólo que los he visto mejor en otras ocasiones (en todas ellas).
El grupo venía presentando su último larga duración “Khaos Legions”, salido este año. Lógicamente descargaron varios cortes de este Lp, menos conocidos todavía por el público que sus temas más celebrados y con una respuesta, por tanto, menos cálida. “Khaos Overture + Yesterday Is Dead And Gone”, “ Bloodstainded Cross”, “Under Black Flags We March” y “No Gods, No Masters”.
Sí intentaron mantener un cierto vigor a lo largo de todo el encuentro con su gente. Muestra esta de la profesionalidad del grupo y de Angela en particular, en su faceta de frontwoman. Resultó más fácil la conexión con cortes como “Revolutions Begins”, “Ravenous” o “My Apocalypse”. Y también, por supuesto, con la terna que cerró el concierto a base de “We Will Rise”, “Nemesis” y “Fields Of Desolation”. Con estas hubo momentos donde el público se lo pasó en grande que es, al fin y al cabo, de lo que se trata cuando vas a un festival, ¿no?
Para guardar el mejor recuerdo, nos quedamos con eso, aunque no dejó de ser un concierto con momentos insustanciales, donde esta buena banda no dio todo su nivel… y demasiado corto. Una hora justa. Poco, a mi entender, para este grupo y sobre todo para el horario en el que se programaba.
Y tras unos minutos para repostar y respirar algo mejor que la polvareda que se levantaba en el recinto cada vez que el público se movía o hacía un poco de viento, llegaba el turno del peso pesado de la noche.
Desde luego no es como si se hubiesen presentado los Guns N Roses de 1.992, pero también había gran expectación por disfrutar de la guitarra de su buque insignia Slash.
La formación se presentaba con el segundo guitarra Brent Fitz, el bajista Todd Kerns, el batería Bobby Schneck y Myles Kennedy como vocalista. Este último procedente de Alter Bridge y que se ha ganado grandes elogios en sus actuaciones en esta gira con Slash. Y, visto lo visto (u oído lo oído), no seré yo quien lleve la contraria a esos agasajos.
Se vieron durante el día bastantes camisetas de los G’N’R o del propio Slash. Todas ellas y bastantes más quedaron citadas en las cercanías del escenario… o a una cierta distancia. Pero la gran mayoría de los 30.000 y pico de asistentes estaban pendientes de la salida a escena del cabeza de cartel de esta jornada. Y por poco espléndido, como decía, que resultara este cartel, Slash sigue teniendo su buen tirón.
Desde un principio quedaba claro que esta banda está hecha a medida para gloria del guitarrista inglés, con él como epicentro musical y de atención. El asunto es que esto último (lo de ejercer como frontman) no es precisamente el fuerte del señor Saul Hudson. Más bien se ve que gusta de hacer su trabajo sin tener un foco constante apuntándole. Así se le veía intentando algún gesto de complicidad con el público que le aclamaba, pero sin demasiada expresividad. Más bien se quedaba en intento, pero eso tampoco importó mucho. A la guitarra se salió y Myles Kennedy le suplió como la cara más visible en la formación.
En cuanto al setlist, creo que estuvo muy bien escogido, repasando cada etapa como guitarrista de las diferentes bandas donde ha tocado. Además bastante compensado, creo que sabiendo bastante bien lo que espera el público propio y extraño (que para eso estábamos en un festival) de un concierto de Slash.
Pues con este repaso a su historia se engrandeció sobre el escenario el excéntrico guitarrista. Y también el propio Myles que actuó como un perfecto anfitrión sobre las tablas. Todo un portento en verdad, capaz de adecuar la voz a los diversos temas (o viceversa) para dar lo mejor de sí. Aunque no faltó entre el público quien veía a Kennedy como a un “imitador” de Axl Rose, no creo que esto fuera justo con lo que se dio sobre el escenario. Sin duda era algo distinto, mucho más. Además, habiendo oído algo de los últimos espectáculos de Axl (en youtube, no en vivo, eso sí), me temo que es el propio señor Rose el que más se “imita” a sí mismo hoy por hoy.
Como decía, un setlist compensado a base de temas de su último proyecto Slash, como la inicial “Ghost” y la terna hacia mitad del show de “Back From Cali”, “Promise” y “Nothing To Say”. También tocó Slash’s Snakepit con “Mean Bone” y Velvet Revolver con “Sucker Train Blues” y “Slither”
Por supuesto, las descargas más aclamadas y esperadas fueron las de G’N’R. Con un “Nightrain”, “Rocket Queen”, “Civil War” o “My Michelle” que sonaron grandes… ¿aunque algo aceleradas quizás? De todos modos no importaba. Con “Sweet Child O’ Mine” y “Paradise City” se produjo el delirio y se lograron marcar seguramente en la retina de muchos de los concurridos.
Buenas sensaciones por parte de las dos caras visibles de la banda (todos son conscientes que el resto de músicos son el acompañamiento obligado y necesario) y un buen repertorio que, a la sazón, fue el único que superó la hora de música en esta jornada del viernes.
Y para cerrar el cartel de la jornada, The Darkness. La banda de los hermanos Hawkins que se presentaba como un elemento algo extraño entre el resto de formaciones, con una propuesta mucho menos metalera, menos agresiva en lo musical. Así, con un Glam Rock de esencia clásica y donde las guitarras de Justin y Dan compiten en presencia con el falsete del propio Justin, se subían al escenario con una muchedumbre bastante menor a la de sus compañeros previos.
No todos comulgaban con el sonido de The Darkness y algunos se fueron a descansar y otros a la carpa discoteca para disfrutar lo que El Pirata pinchaba de lo más granado de la historia del Heavy Rock.
Lo cierto es que tenía interés y me quedé a ver a los británicos y creo que valió la pena. Bueno, realmente fue un concierto algo extraño. El rehabilitado (y supuestamente desintoxicado) Justin no dejaba de contonearse y lucir tatuajes y (por qué no decirlo) pavonearse sobre el escenario con un bigote y perilla a lo D’Artagnan. Echando mano de su falsete, haciéndose con la guitarra para puntear o desapareciendo para reaparecer ataviado con un traje plateado pseudo espacial… O directamente hacía el pino-puente frente al set de batería de Ed Graham.
Justin era omnipresente y parecía abarcar todo el escenario moviéndose de aquí para allá y dejando en un segundo y discretísimo segundo plano a su hermano Dan, al percusionista Ed y al bajista Frankie Poullain (y eso que este último llevaba unas pintas a lo Phil Lynott, que era todo un show).
El caso es The Darkness sabían lo que se hacían. Utilizaban al frontman para atraer y captar la atención (y vaya si lo lograba) hasta la banda que, en el aspecto musical, dio todo un recital de Rock.
Desde las iniciales “Bareback” y “Black Shuck” a “Growning On Me”, la divertida “Get Your Hands Off My Woman” o “Love Is Only a Feeling” (con cañones que lanzaban confetti al cielo de Getafe), el concierto se forjó basicamente con las canciones del debut de la banda “Permission To Land”, en una vorágine de sonidos con fuerte poso rockero, de ambiente cachondo, excesivo, de buen rollo y hasta caricaturesco… Justo como Justin. Auspiciado por la propia banda donde Dan y Frankie también demostraron su valor a las cuerdas en los resquicios de atención que encontraban.
Justin también encontró detractores entre el público. Me consta. Y los reproches vienen precisamente de los puntos que sus fans reconocen como sus grandes virtudes. Y ya digo, excesivo en todo como es.
Sí, hay que decir que en el abuso del falsete, se le fue el tono en más de una ocasión. Y Dan también tuvo algún desliz que su propio hermano aireó con sorna para más cachondeo. Pero todo ello llegó a formar parte de un espectáculo que me resultó divertido, ameno y con un ambiente tan genial que (siempre en mi particular opinión) sirvió para dar un gran colofón a una jornada que supo a poco en general y en muchos aspectos.
Los límites de hasta donde se puede “deformar” y caricaturizar un espectáculo lo pone cada uno y habrá quien encontrara el concierto de The Darkness demasiado “freak” (a falta de una palabra mejor), pero sin duda supieron sacudir y agitar un festival (o a la parte de él que decidió quedarse a verlos) que, por momentos, había parecido zozobrar. Y, no nos engañemos, a base de Rock.
“One Way Ticket” y “Is It Just Me?” como concesiones a “One Way Ticket To Hell… And Back”, “Friday Night”, “Stuck In A Rut” y “Givin’ Up” también cayeron, aparte de ser informados de que The Darkness están preparando un nuevo trabajo (“en este preciso momento no, claro. Cuando volvamos y estemos en el estudio”, según palabras en plan de coña de Mr. Hawkins).
Y para terminar, el single que tal vez descubrió al mundo la existencia de la banda “I Believe In A Thing Called Love”. Espectacular tema que muchos pensamos que sería la guinda de casi una hora de concierto. Pero no, resultó que quisieron apurar esa hora y culminaron con “Love On The Rocks With No Ice”. Y esto sí fue un punto negro porque el tema resultó demasiado flojo para rematar el show y pareció metido con calzador. Pero bueno, las buenas vibraciones del grueso del concierto quedaron ahí, patentes pese a todo.
Y con esto una cervecita, nos fuimos a dormir. Que mañana vienen los Maiden!
Ah, y de la organización hablaremos también mañana.