Y empezábamos la jornada con una ducha en los módulos prefabricados colocados cercanos al camping. Con un chorro de agua intermitente: a veces frío, a veces caliente… a veces no había chorro… Pero bueno, menos da una piedra y de la logística ya tendremos tiempo de hablar al final del artículo.
El tema musical, para mí, arrancó a las cuatro y media con Mastodon. No estaba dispuesto, sinceramente, a soportar el tremendo sol de justicia que caía a esas horas de la tarde para ver a Hammerfall, que eran los que abrieron el día con su actuación. Hammerfall me parece una banda que ha obtenido una excesiva repercusión mediática en relación a lo que aportan con su música y no estaba dispuesto a hacer el sacrificio de torrarme por ellos. Esa es mi opinión particular, claro.
Así que esperaba a que aparecieran los georgianos (de Georgia, USA; no Georgia, ex URSS) para cargarme una buena dosis de distorsión y Groove. Con el supertatuado Brent Hinds a la cabeza, se presentaron los cuatro integrantes y comenzó la música.
No puedo decir que tenga mucha suerte a la hora de ver a estos tipos en directo. Cuando he tenido la oportunidad de disfrutar de sus temas siempre parece que el sonido con el que se encuentran intenta hacerles boicot. Resulta que en este Sonisphere volvieron a dar con una acústica que no soportaba los graves ya desde el arranque con “Iron Tusk” y “March Of The Fire Ants”, que sonaron excesivamente saturados. La voz de Brent, combinada principalmente con la del otro guitarra Bill Kelliher, también sufrieron para hacerse entender o, tan sólo, notar.
Cierto que su estilo que navega entre el Metal Progresivo y el Sludge puede resultar profundo y distorsionado, pero nunca para acabar oyéndose en estos términos en un espacio abierto. Un concierto debe de dar algo más de lo que se puede encontrar uno en el álbum de estudio, pero si al tratar de lograrlo aparecen estos inconvenientes, la sensación de frustración es notable; tanto por parte del público como, me imagino, que de la formación.
No contaban con mucho tiempo en este festival de un solo escenario y presumo que hicieron lo posible por agradar a un público que se agolpaba en buen número frente a la tarima, pero no resultó suficiente para ver colmadas las expectativas de quienes esperaban gozar de temas de “Leviathan” o “Crack The Skye”. Ya digo, el sonido no les acompañó y, pese a la tralla y la técnica de las guitarras o los ritmos Groove impuestos por Brann Dailor y Troy Sanders a la batería y bajo, los cortes que repasaban su década y pico de trayectoria, saturaron nuestros oídos más que deleitarlos. Pero bueno, ahí estuvieron “Where Strides The Behemoth”, “Mother Puncher” o “Circle Of Cysquatch”, por ejemplo, para disfrutar de ellas lo que se pudo. Con Brent y Bill alternándose en los roles vocales y en los menesteres a las seis cuerdas. Así de punta al cabo del show, que acabó con “Megalodon” y (cómo no) “Blood And Thunder” y darnos paso a volver a las barras a rehidratarnos a base de cerveza.
Un rato más tarde de haberse retirado los cuatro de Atlanta, se cambiaba en el escenario la bandera con el particular artwork que acompaña a Mastodon, por otra oscura con el dibujo de una señorita vestida con un elegante traje negro (…). Era la portada de “7th Symphony”. Era la hora de Apocalyptica.
Creo que todos recordamos el flipante debut de Apocalyptica, con las covers geniales de los temas más conocidos de Metallica versionados a base de 4 cellos. Para mí fue toda una bocanada de aire fresco en la escena Metal de por aquel entonces y uno de los discos de versiones que más he oído.
Desde entonces han ido evolucionando de una manera lógica y también previsible. Covers de otros grupos, temas propios, adición de otros instrumentos… Y en este “7th Symphony”, por fin la voz. Ya digo, era de esperar que sucediera todo ello, pero eso no quiere decir que sea lo mejor para su música. No sé; me parece que todo lo que resultó fresco y original en aquella banda (o simplemente grupo de colegas de conservatorio) en 1.996 se ha ido consumiendo en post de mantener el proyecto en sí. Reitero que estas son opiniones personales, pero después de oír este último trabajo de los finlandeses, encuentro un buen disco de Rock / Metal, pero con poco que ver respecto a sus albores. De todos modos, esto podría extrapolarse a muchas bandas con aún más trayectoria, discografía y caché que estos chavales (y cuyos nombres obviaremos para evitar problemas, ¿verdad?).
Su tiempo lo arrancaron precisamente presentando su última obra, mediante “2010”.Eso sí, quedó claro que siguen siendo unos tipos muy enrollados, con una espectacular actitud sobre el escenario. No dejan de pasearse de un lado a otro, arengando al público y dándole al headbanging mientras tocan los enormes cellos o los elevan al aire como si de una simple guitarra se tratasen. Y eso sigue siendo así desde la primera vez que los vi, hace ya bastantes años.
Eicca Toppinen, Paavo Lötjönen y Perttu Kivilaakso son el trío de cuerda, a quienes acompaña Mikko Siren en una batería que no desentona para nada en los vivos de Apocalyptica. Ni siquiera en los temas que se grabaron sin ella en su día. Buen trabajo, por tanto de Mikko.
También cayó “End Of Me” de “7th Symphony” y para estas se presentó a un cantante que entonara las letras del disco. Kyo, parece ser que se llamaba, aunque no resultó especialmente destacable.
Lo que la gente esperaba llegó con “Master Of Puppets”, “Nothing Else Matters” y “Seek And Destroy”. Cello en mano y arco apuntando al público, la banda pedía que la concurrencia cantara los estribillos. Bajo un sol abrasador y con un leve viento que levantaba más aún la nube de polvo que se formaba con el movimiento de la marabunta de gente. Yo los ví a una cierta distancia, bajo una de las carpas que proyectaban las anheladas sombras y tomándome una birra, pero la verdad es que impresionaba ver a semejante gentío disfrutando y haciendo coros a esta atípica banda de cellistas, entre el calor y el polvo.
Desde luego jugaron a ganador seguro, porque no se puede escoger una terna de temas más previsibles de Metallica. Así que, cuando descargaron “Inquisition Symphony”, los más aguerridos vieron su momento para flipar con unos Sepultura reconvertidos en músicos clásicos.
Como digo, entrega y desgaste sí aportaron Apocalyptica. Igual en los temas ajenos como en los propios, como “Grace”, “I’m Not Jesus” o “I Don’t Care”. El problema es que los suyos no son tan conocidos y, además, no se pueden cantar. Pero bueno, ahí estaba la energía de principio a “Hall Of The Mountain King”, que fue el fin de su actuación y el momento para muchos de ir cogiendo posiciones antes de Dream Theater y, sobre todo, Iron Maiden.
Dream Theater se presentaban como la siguiente banda en liza. Mi crónica de su concierto será breve porque mi opinión sobre su actuación puede ser la misma que la de la mayoría de aficionados al Metal (no Progresivo), en cualquiera de sus shows en cualquier festival.
Los tipos son unos maestros. John Petrucci es un genio en la guitarra, John Myung es un portento con el bajo, Jordan Rudess es un excepcional teclista y James LaBrie es un fenomenal cantante. Además, ahora ya no cuentan en sus filas con el excelso Mike Portnoy (mucho que les pese a bastante fans de la banda a los que se les veía con camisetas deportivas con el nombre del propio Mike y el número 1), pero ha sido sustituido por su “recomendado” Mike Mangini, que lo suplió a la perfección.
Si hubo diferencia entre el trabajo de uno y otro batería fue nimio, al menos para mí (bueno, con la excepción de que Mangini no canta). Así que el show les volvió a quedar perfecto de nuevo. Demasiado perfecto. Y es que yo no soy un especial amante del Metal Progresivo, por lo que un concierto de este estilo dentro de un festival con otros géneros, me resulta algo tedioso si no hay un feedback constante entre público y banda.
A Dream Theater los he visto en varia ocasiones y, sin duda, la vez que más los he disfrutado ha sido en un concierto exclusivamente de ellos. Uno va a ese concierto con la seguridad y la predisposición de oír a unos músicos geniales haciendo una música genial llena de alardes, con innumerables matices y arreglos. Y para ello, hay que prestar atención. En un festival, esa atención se diluye y la música, antes de llenar, ya rebosa.
No veo a Dream Theater para un festival que no sea de Progresivo. Pero, dicho esto, hay que admitir que, lo que tocan, lo bordan. Por ejemplo, “Under A Glass Moon” o “These Walls”, con las que arrancaron su tiempo. Porque esa es otra: 1 hora. Tan sólo una hora de concierto para un grupo que está acostumbrado a tocar 2 y media en sus shows. No sé si alguna vez han hecho un bolo tan breve. Pero ya digo, de la organización hablaré luego.
No sé si el setlist estaba especialmente escogido para la ocasión (por el poco tiempo), pero les dio lugar a descargar 8 cortes, que ya me parece mucho por la duración de muchos de sus temas. “Forsaken” y “The Great Debater” hacían vibrar a los más incondicionales y disfrutar al resto, si bien hay que puntualizar que LaBrie sigue sin ser ese frontman que engancha. Desde luego nada que ver con Myles Kennedy la noche anterior o lo que sería Dee Snider más tarde.
“Fatal Tragedy”, “On The Backs Of Angels” y “Caught In The Web” continuaron con la tónica que comento. Y el final a base de “Metropolis Part 1” fue un magnífico colofón para el concierto de un grupo tan excelente. Máxime con un tema que llena al oírlo y con los ánimos muy en lo alto por la proximidad del concierto de la que quizás sea la banda de Heavy Metal más famosa del mundo.
Así que nos intentamos ubicar en el mejor sitio posible dentro de la ingente cantidad de personas que prácticamente nos hacinábamos en el recinto, y a esperar. Esperar al montaje de toda la parafernalia que acompaña a Iron Maiden (y que no es poca), pero siempre con los ánimos por todo lo alto.
¿Y qué se puede decir de un concierto de Iron Maiden que no se haya dicho ya? Pues aún mucho supongo, porque seguramente habrá unas 40.000 opiniones acerca del show de los británicos, que éramos más o menos los espectadores que consiguieron reunir en esta ocasión.
Habrá quien lo haya flipado de cabo a rabo y también quien crea que el setlist no fue todo lo bueno que debió, o que el montaje no fue tan lucido como en otras giras o que el ritmo del concierto no fue lo bastante ágil… Pero que los árboles no nos impidan ver el bosque. Esto era un concierto de Iron Maiden, uno de los estandartes del Heavy Metal y, a poco que toquen un puñado de clásicos y se esmeren un poco, íbamos a pasarlo en grande.
La intro que arrancaba el show (aparte del “Doctor Doctor” de UFO que siempre utilizan de “aviso” de que todo está preparado) fue “Satellite 15…”. Bastante larga y que desesperó a alguno. Pero cuando comenzó “The Final Frontier” en sí, se pasó todo. Apareció la banda, tomando posiciones y haciéndose de inmediato con el gentío. La locura. Sobre todo entre los más próximos al escenario, que veían frente a sí a los 6 británicos, leyendas vivas de un género desde hace décadas.
“El Dorado”, “The Talisman” y “Coming Home” hicieron el resto del repaso ¿obligado? al último disco de la banda. Los temas tuvieron bastante buena aceptación por parte del público. Seguramente más por las ganas que había de ver a la banda en vivo que por oír estos cortes en concreto. Pero, de cualquier modo, supieron mantener los ánimos por todo lo alto en estos primeros compases. A ello contribuyó el que en medio de estas cuatro canciones nuevas se marcaran un “2 Minutes To Midnight” que agitó el recinto por entero. Con cambio de fondo y todo, pues el set incluía un buen número de banderas enormes con sendos artworks de muchos de los singles que la banda se marcó a lo largo de la noche.
“Dance Of Death”, “The Wicker Man”, “Blood Brothers” y “When The Wild Wind Blows” fueron otros cortes de los que podríamos llamar “los otros discos de Iron Maiden”; aquellos que se recuerdan menos cuando hablamos de su historia. No obstante, entre la gran capacidad de transmitir que ha adquirido la formación a base de patearse grandes escenarios durante 30 años, el fenomenal ambiente creado en torno a este concierto en particular y la predisposición de un público totalmente entregado con el grupo; el resultado sería más que satisfactorio.
Más aún cuando en medio en estos sonó “The Trooper”. Ahí es nada. Con Bruce Dickinson vestido de casaca roja y enarbolando la Union Jack (la bandera británica, vamos). Por cierto, que la bandera se rompió por el mástil y hubo de echar mano a otra que también tenía por allí.
Y la banda, pues a lo que toca. Steve Harris haciendo de director de pista, que para algo es el fundador de Iron Maiden y el grupo es suyo. Incansable y llenando el escenario con su presencia, más allá de lo que haga por su lado Dickinson. Sinceramente creo que es tremendo el aguante que tiene Harris después de mantener a este grupo en la primera línea de la escena Heavy Metal mundial durante tanto tiempo. Y además sigue tocando el bajo de maravilla.
Los tres guitarras compartiendo las labores a las seis cuerdas, con buen rollo y haciendo valer sus tablas. Dave, Janick y Adrian dando la cara por su trabajo y por el grupo. Sin hacer nada nuevo, tan sólo lo que se espera de los guitarristas de un grupo como los Maiden.
Y Nicko McBrain, al que colocaron tras un set de batería que lo ocultaba por completo y que, además, se encontraba encajonado entre unos módulos que simulaban un panel de mandos, dentro de la recreación de una estación espacial que trata de imitar el montaje de esta gira. En fin, un poco aislado el hombre, pero haciendo perfectamente su labor.
Momentos álgidos del show vinieron con los muñecos que sacaron durante el concierto. Un Eddie como en la portada de “The Final Frontier” de 4 metros que cogió una guitarra y compartió acordes con Janick Gers y una enorme cabeza de Eddie que surgió del fondo del escenario, con sus manos en los laterales del mismo. Impresionante. Pero los más intensos vinieron con los temas clásicos. Sobre todo en la segunda mitad del concierto. Con un ambiente excelente, la noche totalmente instalada y la seguridad de que lo mejor estaba aún por venir.
“The Evil That Men Do” no ha sido un corte de los habituales en muchas de las giras de Maiden y el hecho de escucharlo en vivo y en directo, al menos para mí, es una auténtica gozada. Con el propio videoclip proyectándose por las pantallas que escoltaban el escenario y la banda preparada para soltar el repertorio de clásico tras clásico, el feedback entre escenario y pista era espléndido.
“Fear Of The Dark” sí que es fija en cada recital, pero no por ello resulta menos emocionante el oírla, pese a que se haya hecho en tantas ocasiones como seguro buena parte de los reunidos. Que a buen seguro que, quien más quien menos, los ha visto ya en un puñado de ocasiones.
Y para terminar el grueso del setlist, “Iron Maiden”. Temazo donde los haya y uno de los instantes más apoteósicos del festival, sin duda.
Me extrañó que no sonara “Run To The Hills” ni “Heaven Can Wait”. En esta ocasión no hubo fans que subieran a escena para compartir esta última con la banda. Pero esa fue la elección de temas y ahí poco podemos decir aparte de eso de “pues yo hubiera tocado tal en vez de tal otra…”
Pero bueno, el caso es que estábamos frente a un escenario vacío, con las luces apagadas, pero nadie se movía. Se esperaban los platos fuertes en los bises y no tardaron en llegar.
Tan sólo con las palabras “Woe to you…” se desató el júbilo entre el público. Era, como no, “The Number Of The Beast”. Con la bandera correspondiente y un muñeco diabólico apareciendo entre el humo del fondo del escenario.
Después de eso no se podía esperar mucho más. O sí, cuando la siguiente fue “Hallowed By Thy Name”. Considerado por muchos como el mejor tema de Iron Maiden. Un enorme despliegue de energía por parte del Harris, Dickinson, Murray y demás que se vio correspondido de sobra por parte de los 40.000 acólitos colocados frente a ellos. Todos coreando y cantando hasta los punteos, si hacía falta.
El remate fue “Running Free”, como de costumbre. Con Dickinson alargando el tema, pidiendo sucesivos coros a una y otra parte de la concurrencia. Este tipo de cosas siempre me han parecido una tontería cuanto menos, pero hay gente a la que le hace gracia el secundar a los cantantes cuando dan rienda suelta a sus dotes de “agitadores de masas”. En fin, cuestión de gustos.
La banda, con hora y tres cuartos de concierto recién descargado, saludó, tiró púas y todo lo que tenían a mano a los fans de las primeras filas, y se despidió entre vítores y aplausos.
Ya con el escenario vacío sonó “Always Look on the Bright Side of Life”, de La Vida de Brian como señal inequívoca de que el espectáculo de Iron Maiden ya había acabado.
Como siempre, supo a poco. Pero lo que hubo se disfrutó y se acabó con el ansia de volver a verlos. Supongo que por eso llevan funcionando tanto tiempo, ¿no?
El caso es que el plato fuerte estaba servido y comido, pero aún habríamos de llenarnos con algunos manjares en lo que restaba de noche. Sin ir más lejos, Twisted Sister.
Sonaba “It’s A Long Way To The Top (If You Wanna Rock ‘N’ Roll)” de AC/DC como aviso los más despistados de que el show de los americanos estaba a punto de arrancar. Con una sobria puesta en escena a base de tan sólo una bandera con el logo de la banda, se presentaron sobre el escenario Twisted Sister. Nada que ver con lo que aconteció minutos antes. Y continuando con la sobriedad, ni tan siquiera iban maquillados como es costumbre en muchos de sus bolos (sólo Dee Snider iba teñido de rubio platino). Pero poco importaba todo eso. Pronto quedó claro de qué iba el asunto con estos tipos, cuando empezaron las primeras notas de “What You Don’t Know (Sure Can Hurt You)”: ¡Puro Rock a todo trapo!
Y es que el show de Twisted Sister, con permiso de Iron Maiden, fue el concierto de la jornada. Obviamente la comparación entre las dos bandas se hace difícil cuando una contaba con un montaje espectacular, casi el doble de tiempo de actuación y a varios miles más de acólitos deseosos de verlos. Así que no compararé, pero sí diré que el de Twisted Sister fue un concierto ¡de puta madre!
“The Kids Are Back” o la soberbia “Stay Hungry” tampoco faltaron. Con un Dee Snider espectacular en sus labores de frontman y dando rienda suelta a su característica y aún formidable voz. Eddie Ojeda en un plan mucho más tranquilo, haciéndose grande en cada punteo de los que se marcó en los temas de la noche; en contraposición de Jay Jay que no paró de recorrerse el escenario, intentando aguantarle el ritmo a Dee. A.J. Pero más que solvente a la batería y el genial Mark “Animal” Mendoza, maltratando el bajo a base de golpearlo mientras sacaba los ritmos trepidantes de temas como “Shoot’em”.
O “You Can’t Stop Rock ‘N’ Roll”, que sonó como una auténtica declaración de intenciones. La banda cada vez con más fuerza, más enganchada y con mejor acogida por el público. Tema tras tema, como con “The Fire Still Burns”, que Dee arrancó arrodillado frente a un foco que le iluminaba la cara de color rojo. Y más aún en momentos tan esperados como “We’re Not Gonna Take It”, donde se salieron de la escala. Divertidos y cercanos con el público, se ganaron aún más a la gente cuando Dee preguntó a Eddie “¿Cómo se cantaría el estribillo en español?”. “Fingers” Ojeda le contestó que, seguramente: “Huevos con aceite”. Y eso fue lo que Dee pidió al público que cantara para ir terminando el tema. El frontman se partía el culo de la risa con esto y los aficionados tres cuarto de lo mismo.
No pararon con el cachondeo en lo que duró su concierto y el buen rollo fluía que daba gusto.
También cayeron “The Price” y “Burn In Hell” y el señor Snider seguía luciéndose. Recordó lo que Myles Kennedy hizo en la jornada previa pero, francamente, elevado al cuadrado.
Y Eddie, Mark, Jay y A.J. a lo suyo, secundando y añadiendo calidad a un recital sin desperdicio. Más aún cuando anunciaban el tema final, “I Wanna Rock”. Excepcional. Y más aún cuando Dee preguntó a la concurrencia si queríamos ¿“I Wanna Rock” o “I Wanna Fuck”? La gente se volvía a partir de risa, junto a la banda. El tema sonó atronador y parecía un final apoteósico para este concierto de una banda que, según nos comentaron, sólo suele hacer unos 15 bolos al año; por lo que escogen muy bien dónde y cuándo tocar. Esto, si cabe, daba aún más grandeza al momento.
Y se marcharon… para volver a los pocos instantes y marcarse “Come Out And Play”, dilatando las buenas sensaciones y el buen Rock. Hasta la verdadera última canción de la noche de los Neoyorquinos. Nada menos que “S.M.F.”, con lo que consiguieron que más de uno (incluyendo a mi amiga Rosa María) quedara extasiado y colmadas sus enormes expectativas con esta grandísima banda que, sin mucha parafernalia ni grandes alardes, saben cómo hacer un concierto de Rock de los de verdad.
Así íbamos llegando a la recta final del festival. Ahora les tocaba el turno a los sustitutos de Alice Cooper, que se cayó del cartel unas semanas antes. Uriah Heep hicieron su aparición ante un cierto escepticismo en cuanto a lo que podrían ofrecer, pues parecía que el grupo no se adecuaba exactamente al resto del cartel que se ofrecía en esta edición.
El caso es que se sacudieron cualquier prejuicio y, pese a su veteranía, se marcaron un concierto de muchísima fuerza. Hicieron un repaso a su carrera con temas que desprendían el sabor añejo de su estilo, pero también con una presencia y un carácter de lo más actual.
En verdad que me sorprendieron muy gratamente con su propuesta, pese a que ya los había visto con anterioridad hacía unos años.
“I’m Ready”, “Return To Fantasy”o “Stealin’” hacían un repaso a más de 40 años de carrera y a un buen puñado de discos, hasta el más actual “Into The Wild”, editado hace tan sólo unos meses.
“Rainbow Demon”, “Nail On The Head” o “Into The Wild” daban buena medida de lo que Bernie Shaw y los suyos eran capaces de darnos. Con una pinta un tanto de abueletes parecían decir que “los viejos rockeros nunca mueren”. Mick Box en la guitarra, Trevor Bolder en el bajo, Russell Gilbrook en la batería y Phil Lanzon a los teclados eran sus razones para esta reivindicación.
Me gustó realmente la combinación de unos ritmos muy fuertes con el sonido del teclado que evocaba los orígenes del Rock (aunque no tengo muy claro que el teclado fuese precisamente de la marca Hammond). Y con ese regusto pasaban temas que alternaban muchas de su épocas y que resultaron muy setenteros en el colofón con temas como “Gypsy” (“Very Eavy … Very Umble” de 1970), “Look At Yourself” y “July Morning” (“Look At Yourself” de 1971) o la final “Easy Livin’” (“Demons And Wizards” de 1972).
En fin, todo un gustazo el oír a estos caballeros que desde hace décadas son unos históricos del Hard Rock y que sinceramente creo que en esta noche dieron toda una lección de buenas maneras.
El final del cartel lo marcaba Lacuna Coil. Lo cierto y verdad es que entre el cansancio que acumulaba y que nunca ha sido una banda de mi predilección, decidí no quedarme a ver a los italianos. Además, ya los he visto en varias ocasiones previas y creo que, por el momento, no necesito más conciertos de Lacuna Coil.
Pero como aún me quedaban varios tickets que gastar (por cierto, tickets con forma de púa que estaban muy chulos), pues me fui a una de las barras a tomarme las últimas birras y a darme una vuelta por el mercadillo y demás. El caso es que algo del concierto sí que escuché.
Lacuna Coil nunca me han llamado especialmente la atención ni en disco ni en directo y así continúo opinando después de oír algo de éste. Más allá de ver a la exuberante Cristina Scabbia alternar voces con Andrea Ferro, los temas me parecen bastante planos y no me sugieren demasiado aparte de algunos ritmos que sonaban algo más interesantes.
Parece que los temas se centraron básicamente en los dos últimos Lp’s de estudio. Yo esperaba haber oído algo de “In A Reverie” (como el tema “Cold”, por ejemplo), pero parece que no sonó nada. Pero sí una cover del “Enjoy The Silence” de Depeche Mode que no me pareció nada destacable.
Así que, después de la cerveza y dar un paseo por el recinto, me despedí de esta edición del Sonisphere que pasará por ser uno de los festivales más flojos (salvando algunos momentos concretos) en que recuerdo haber estado.
Y ahora quería aprovechar y hablar un poco de la organización, que me pareció francamente desastrosa. Cierto que tuvo muy buenos detalles. A saber: El camping tenía mucha sombra por estar en una pinada. Había urinarios y retretes repartidos por toda la zona del camping. Había módulos de retretes con lavabos de agua potable en el camping y dentro del recinto del festival. Había una zona de relax con puffs y un par de módulos con ventiladores y aspersores de agua dentro del recinto. El escenario se colocó sobre una zona asfaltada y además pusieron unos cuantos metros de césped artificial que evitaban que se levantara polvo en las primeras filas. Había una zona de sombras con sillas y la carpa discoteca era enorme. Por todo ello, gracias a la organización.
Pero hubieron tantos o más puntos negros que, además, resultaron mucho más notorios y destacables que los positivos. A saber: ¡Un único escenario! que, además, en el folleto de información aparecía como “Escenario 1” (estuve un rato buscando el escenario 2…). Como sólo había un escenario y había que preparar cada actuación, el tiempo del que disponían los grupos era francamente escaso (sólo dos grupos superaron la hora de actuación). El nivel general de los grupos (ya he comentado esto antes) era menor de lo que cabía esperar. Había tres barras pero sólo desde una de ellas podía verse el escenario. El asunto de la polvareda que se levantaba cada vez que había movimiento de gente o había algo de viento, seguía siendo acuciante.
Ciertamente que se colocó algo de césped artificial pero exclusivamente para las primeras filas, así que el 90% del recinto seguía con el mismo problema. El camping no estaba mal, pero lo pusieron más lejos que el año pasado, que también estaba en la misma pinada. Los módulos con ventiladores y aspersores eran pequeños y se averiaron en varias ocasiones, por lo que eran más bien anecdóticos. Las pantallas situadas a los laterales del escenario eran bastante pequeñas y con poca calidad de imagen. Y, para terminar, el tema económico, con unos precios abusivos en la comida y la bebida, de nuevo. No sé si me dejo algo en el tintero…
Realmente pienso que esta edición ha sido bastante peor que la anterior a nivel organizativo. Y si se atreven a achacar esta merma de calidad en el servicio al tema de la crisis, entonces ¿por qué no rebajan también los precios de entrada y consumiciones? ¿O es que estamos en crisis para ofrecer un producto pero estamos en bonanza para cobrar? Y, por favor, no hagamos comparaciones con festivales europeos, que si bien los precios se asemejan, lo que ofrecen unos y otros, no.
Esperemos que el año que viene la cosa vaya a mejor, aunque tendrán que ser muy convincentes para volver a enganchar a muchos de los que estuvieron en esta edición.
Nos vemos en la próxima.
Salud!