Cualquier grupo que quiera saber de qué va esto del rock, como comportarse en un escenario, como tocar una guitarra o como debe sonar una banda conjuntada, es decir, aprender un poco de cultura popular, tiene que ver a Siniestro Total.
Tras 26 años los Siniestro se encuentran en una posición cómoda, pero difícil: son venerados por diferentes generaciones, reconocidos por medios y por compañeros de profesión. Son una máquina engrasada para el directo y tienen una colección de canciones que forman parte del imaginario popular. ¿Cómo competir con este legado?
En los últimos 10 años han sacado tres discos de estudio, de resultado irregular: “Sesión Vermú” (1998) era un disco con varios temas destacables, con algunas letras características de Julián Hernández. “Historia del blues” (2000) fue un ejercicio de estilo, un gustazo para la banda, que hizo lo que le gustaba, pero que fue mal entendido por un público joven que reclamaba “Ayatolah” en cada concierto. Por último, en el año 2005 retomaron la senda del rock con “Popular, democrático y científico”, probablemente el disco más flojo de la banda desde el “Policlínico miserable”, con pocas canciones reseñables. Entre medias, dos recopilatorios, el fastuoso “Quienes somos, de donde venimos, a donde vamos”, con el que conmemoraron su cuarto de siglo, y su última obra, “Que parezca un accidente”, doble disco en directo grabado en los Salesianos de Vigo, lugar en el que Siniestro debutó en directo. Pero la irregularidad de sus entregas de estudio no ha mermado en nada la fama del grupo, que llena allá por donde pisa. Es difícil, como decía, igualar canciones que forman parte de la historia musical de España, pero se echa de menos un golpe en la mesa del rock, un “no estamos aquí sólo para homenajes”, al igual que hacen otros compañeros de quinta, como Rosendo o Ariel Rot.
Pero esta reflexión no trata de empañar lo que fue un directo apabullante, el de una banda compenetrada en la que todos aportan cosas importantes. La actual formación del grupo es la siguiente: Julián Hernández voz y guitarra, el “Abuelo” Soto con la guitarra y coros, Oscar Avendaño coros, danzas, y bajos, Jorge Beltrán saxo, teclados, pandereta, y lo que sea, y Ángel González a la batería. La sala Joy Eslava presentó un aspecto estupendo, abarrotado, a pesar de las dificultades que tiene el recinto en cuanto a temas de visibilidad, acrecentados porque se cerró la primera planta a los VIPS, con lo que la gente se agolpó en el piso de arriba y en el foso.
El concierto comenzó con “A casa”, una de las letras más ácidas de Julián Hernández. Siguió con “Vamos muy bien”, con la que el público ya se metió en el concierto, montándose un gran pogo en las primeras filas (como decía Xoel López, hay gente que en el dolor encuentra el placer). La banda ha crecido mucho con la incorporación de Avendaño al bajo, quien aporta dinamismo y mucho estilo (nadie luce trajes y patillas como él). Julián Hernández incluso soltó la guitarra en varias canciones, apoyándose en la harmónica o centrándose en la interpretación, e incluso sirviéndose de la mandolina. Hernández es una pieza clave del rock español, una mente preclara, ingeniosa, carismática. Un frontman inigualable, aunque en esta ocasión sus monólogos fueron algo inconexos.
Con “Camino de la cama” a ritmo de rock clásico la banda mostró sus maneras y su capacidad de reinventar sus propias piezas. “Alégrame el día”, alegato antitaurino, dedicado a José Tomás, mostró esa mala leche que caracteriza a los de Vigo. A pesar de ése legado al que hacía referencia, el grupo trata de recuperar canciones no tan conocidas como “Fuimos un grupo vigués”, que cantó Soto, “Ande vas rapaz”, himno del Xabarín club, o “Sobre ti”, interpretada por Avendaño con muy buenas maneras. Una versión ultra acelerada de “Matar jipis en las cíes” provocó que las ostias volasen a mansalva en las primeras filas, para seguir con la genial “Rómpeme, mátame” (que participó el festival de la… ¡OTI!, interpretada por otro grupo, claro). Con “Emilio Cao” el grupo mostró su fino gusto en los arreglos vocales, para rematar con “Bailaré sobre tu tumba”, llevando al público al cuasi delirio orgásmico. Siguieron con “Miña Terra galega”, emocionante letra, que, ¿quién no ha tarareado sobre las notas de “Sweet home Alabama”?. Una muestra de lo que debe ser una versión. La coreografiada “Cuanta puta y yo que viejo”, “Diga que le debo”, la felizmente recuperada “Hey, hey Vigo”, “El enemigo parpadea”, “Quienes somos, de donde venimos, a donde vamos”, “Todo por la Napia” y la inevitable “Ayatolah” pusieron el colofón a esta muestra de qué es, que ha sido y-esperemos- que será, el rocanrol en castellano.
Fotos: Nuria Aguilar