Miles de navegantes y yo fijamos las velas por el fuerte levante y pusimos rumbo alRumbo para disfrutar el fin de semana de la segunda y tercera jornadas de Alrumbo Fest. El cartel anunciaba varias joyas de la corona de cada estilo musical, así que el éxito estaba asegurado.
A medida que me iba acercando, los nervios y la adrenalina iban apareciendo por todo mi cuerpo. Era mi segundo día, pero escribir sobre grandes grupos nacionales e internacionales me convertían en un capitán muy cobarde.
La primera actuación de mi noche fue para el siciliano Alborosie & Shengen Band que por problemas de vuelos cambió su hora de actuación con De La Soul.
La preciosa puesta de sol, los ritmos suaves y simples del reggae y la magia que envolvía al artista y su banda, me hipnotizaron y me transportaron a algún lugar mágico de Jamaica donde el buen rollo era mi principal sentimiento.
A continuación llegaba el turno de Vetusta Morla en el escenario Thunder Bitch. Estaba anocheciendo cuando la banda de indie rock salió al escenario y empezaron a tocar “Lo que te hace grande”, una de mis canciones favoritas. Un escalofrío me recorrió el cuerpo y empecé, junto con las miles de personas que se encontraban allí, a vibrar y tararear la canción.
Recuerdo que en ese momento me encontraba en el foso sacándoles fotos pero aun así no pude contener las ganas de bailar, cantar y sonreír que me invadieron.
La siguiente canción elegida fue “La Deriva”, tema que daría nombre al que sería su tercer disco. Sin prisa pero sin pausa y con muchas ganas, nos fueron regalando sus canciones: “En el río”, “Saharabbey Road”, “Fuego”, “Fiesta Mayor”, “Cuarteles de Invierno”, etc. Casi sin darme cuenta llegaba su despedida con una canción larga y de letra enrevesada “Los Días Raros”. Mientras la escuchaba, mi mente poco a poco iba afirmando su mensaje, porque en la vida hay que sintonizar, reagrupar pedazos, y saber que sin carbón no hay reyes magos. Con los aplausos y gritos del público desperté de mis pensamientos y como si de un robot se tratara empecé a aplaudir con ellos. En mi mente solo resonaba una frase “Nos quedan muchos más regalos por abrir”.
Serían ya, más de las once de la noche y el recinto seguía llenándose casi a completar el aforo. Los siguientes artistas eran también nacionales y habían elegido esa noche para unirse de nuevo juntos bajo el mismo escenario y celebrar el décimo aniversario del que fue su disco más exitoso “Vivir para Contarlo”. Hablo de una de las joyas de la corona del festival y del rap en nuestro país, Violadores del Verso.
Fue apabullante y estremecedor ver como entraron en escena y las más de 40.000 personas que allí había empezaron a gritar, vitorear y saltar. Son de esas cosas que se te quedan en tu retina y que contarás a tus nietos como algo increíble e irrepetible. Y allí estaba yo, disfrutando de todo eso.
No defraudaron en un concierto irrepetible y demostraron que son los reyes de la métrica y los magos de la lírica. Todos absolutamente todos los que estábamos allí, nos dejamos seducir por su ritmo, por su flow y por una noche absolutamente mágica.
Al terminar me quedaban claras varias palabras para definir a estos maestros del hip hop: originalidad, crítica, inteligencia e ingenio.
De oca en oca y tiro porque me toca, me fui corriendo por detrás de los escenarios principales al escenario Cruzcampo para ver a Poncho K. Mientras recorría esa distancia paré de repente a mi compañero para bailarle y cantarle “DJOBI, DJOBA” ya que gracias al viento la música de los Gipsy Kings llegaba a nosotros. Después de ese lapsus, volé hacia mi siguiente concierto.
El rockero sevillano tocaba en un escenario más pequeño que el resto pero más íntimo. Todo un privilegio para mí y para los que estábamos allí que nos gusta la música rock. El entorno hacía que pudieras escuchar como en petit comité sus letras contundentes y surrealistas, su poesía callejera. Salté, canté, bailé, reí, bebí incluso saqué fotos desde arriba de su escenario. Sin duda fue uno de los momentos que más disfruté.
Después de mi dosis de rock y de un levantazo brutal, plegamos velas y pusimos rumbo a Cádiz a descansar. Como había pasado la madrugada anterior, la adrenalina pudo vencer al cansancio y la vuelta se hizo muy rápida al recordar y comentar con Pancho, mi compañero en esta travesía, todas las vivencias, sentimientos, risas, bailoteos y grandes momentos que habíamos disfrutado juntos.
Al día siguiente el viento parece que nos da un respiro y es menos fuerte. La última jornada del festival se presenta como la guinda del pastel, en su programación aparecen los energéticos The Prodigy, los granadinos Lori Meyers y el flamenco-underground de Juanito Makandé.
Sin embargo nosotros vamos tarde, quería ver a Capitán Cobarde desde el principio pero el tiempo se nos echó encima y llegamos con veinte minutos de retraso. Qué pena me dio, no pude fotografiarlo ni escuchar sus primeras canciones, así que para animarme decidí disfrutarlo desde el césped con mis amigos. Bailamos, cantamos, reímos y saltamos al son de temas como “Alegría” y “Capitán Cobarde”.
Más tarde, con muy buena temperatura y empezando a anochecer salió a escena el cantante y percusionista, Juanito Makandé. Todo un fenómeno nacional de gran potencial, que fusiona con mucho arte gaditano, el flamenco con el funk o jazz.
Juanito nos ganó nada más salir. Empezó, junto con el resto de músicos, a cantar su primera canción. Miles de gritos y aplausos empezaron a sonar desde el público. Yo no pude resistirme, y en vez de sacar fotos, empecé, poquito a poco, a mover mis piernas y a bailar.
Las miles de personas que estábamos allí, fuimos disfrutando y saboreando su flamenquito y tarareando preciosas canciones como “Niña voladora” y “Cuando te empecé a querer”.
Al terminar, miré la programación que llevaba impresa en el papel y comprobé, para mi alegría, que el siguiente en tocar era Lori Meyers. Grupo indie andaluz que es uno de los principales referentes en el pop nacional.
El recinto estaba ya casi completo cuando empezaron su actuación. La imagen de las miles de personas que se podía ver desde la zona de prensa era brutal. Imaginaros cuando esas personas empezaron a moverse con el ritmo y la energía que sus canciones, en directo, transmiten. Sonaron temas como “Mi realidad”, “Religión”, “Luces de Neón”, “Emborracharme”, pero como broche de oro eligieron terminar con la estrambótica “Mi realidad”.
Un momento a comentar fue cuando el cantante para introducir la canción “Alta fidelidad” hizo referencia a Cádiz y a Mágico González, como estábamos en Chipiona, todos hicimos lo que teníamos que hacer, emocionarnos.
Al terminar el concierto de Lori Meyers bajé corriendo pasar sacar fotos al siguiente grupo, pero pronto me dijeron que no podía pasar, que solo entrarían al foso los fotógrafos de ellos. Vaya palo me pegué. Aun hoy me veo mi cara de desilusión.
No cabía ni un alfiler en el recinto, estaba completamente lleno. Miles de personas esperaban a que empezaran los bafles a rugir con la música electrónica de los incombustibles The Prodigy. Y es que ya lo dijo hace uno años la revista Q: “Una de las 50 bandas que debes ver antes de que mueras”.
Salieron al escenario y aquello fue una locura. La puesta en escena era brutal, las luces y el sonido habían sido duplicados, la gente gritaba, silbaba, saltaba, ellos no paraban de saltar, de animar, su energía era impresionante. No sé si puedo explicarlo con palabras, lo que sí puedo decir es que me dejó boquiabierta, congelada mirando la escena, hasta que pasados unos minutos pude empezar a saltar y a gritar sin parar.
Sonaron grandes hits como “Firestarter”, “Smack My Bitch Up” y “No Good” que me devolvieron a mi adolescencia y me hicieron bailar con la energía y potencia de cuando tenía diecisiete o dieciocho años. Creo que muchos de los que estábamos allí teníamos esa sensación. Y ese subidón en el cuerpo. Increíble, impactante y brutal esas son las palabras para definir la actuación.
El final fue extraño porque aunque uno de ellos dijera varias veces eso de “This is the last one”, la música estaba tan dentro de nosotros que cuando la cortaron todos nos quedamos unos minutos esperando el subidón de nuevo, pero este no llegó. Además, ellos ya habían abandonado el escenario. La actuación había acabado pero en mi mente seguía totalmente viva recordando todas las sensaciones, imágenes y sonidos que habíamos percibido.
Esta fue mi última sesión en alrumbo fest 2016. De vuelta en el coche, como en los días anteriores, mis ojitos de cansancio y felicidad lo decían todo, estaba muerta sí, pero súper feliz y contenta. Grandes momentos que he vivido allí y que me quedaran para siempre. Repetiré? – Me preguntaba yo misma. No cabe la menor duda.