Lograr hacerse un hueco en los corazones y en las voces que corean en los conciertos es muy complicado, tanto para el que empieza como para el que empieza de nuevo, y el Teatro Barceló de Madrid, en una día en que, además, tocaba Nick Cave en la ciudad, tuvo mucho de eso la pasada noche del viernes. Lo sabe Rubén Pozo, con su segundo disco en solitario tras la disolución de Pereza, y también Isma Romero, que le teloneó con su primer trabajo bajo el brazo.
Romero lleva unos meses pateándose España como un chico con zapatos nuevos, pero con la pose de los grandes. Había nervios por telonear a uno de ellos, y también una sala medio vacía a eso de las 20.30 de la tarde. Pero tiró de actitud, de sus primeros singles como ‘Antes de que esté prohibido’ o ‘Gotas suicidas’. Mención aparte una versión acelerada del ‘Routte 66’, que habría puesto a Chuck Berry a dar saltos. Romero no se escondió y logró calentar el ambiente, como se espera de él.
Al cierre de su actuación, el Barceló, antes Pachá, se había prácticamente llenado de fans, desde los más maduros, acodados en las barras del fondo, a los más jóvenes, muchas veinteañeras de selfie y tacón, que se acercaron a las primeras filas. Incluso chicos con sus gafas de sol puestas, para estar más cerca de su ídolo.
Y las gafas negras de Rubén salieron al escenario con todo a punto. Había que defender ese segundo disco, ‘En Marcha’. Pero quien ya ha pisado las Ventas sabe cómo salir a un escenario, con tranquilidad, presencia. ‘Todo palante’ comienza a sonar y los gritos del público retumban sobre el medio tiempo. Mete segunda y suena ‘Tonto de tanto (r’n’r’), marca de la casa Pozo.
Y es el turno ‘Matar al cartero’, con la que el público se viene arriba. Uno piensa si eso de Pereza ya está superado, porque después ‘Rucu Rucu’, uno de los singles de su primer trabajo ‘Lo que más’, no acaba de energizar de la misma manera.
Rubén es un músico honesto y si dice que ‘Chatarrero’ parece una canción divertida, pero esconde muchas cosas que no lo son, será verdad. Pero suena divertida. Es una de las canciones de su nuevo disco que más sorprenden por su ritmo, su instrumentación, y (me da igual Pereza) suena a Rubén y es genial. En directo, mejor.
“Chaaaavalita es que no lo ves”….resuenan los coros con otro de los temas de su primer disco y uno piensa que lo del cartero es que era que el concierto estaba frío. Rubén es un gran guitarrista, con un gusto y un cajón de melodías envidiable, y a estas alturas es el capo del teatro. La banda suena engrasada y él pesa más que nadie en la sala con sus pantalones de pitillo y su chupa de cuero.
“Hasta las doce de la noche no soy persona”, dice entre que toca “Pirata” y muchas más, y dan ganas de tirarle la libreta para que lo apunte y se guarde esa frase para un próximo tema. “Como cualquiera” recuerda a todo el personal que es un rockero de los pies a la cabeza. Y sigue el show.
Suena “Grupis”, otro de su anterior etapa con Leiva, y aparecen al lado tres chicas de un metro ochenta dando palmas, donde un minuto antes no había nada. Un amago de tocar ‘Thunderstruck’ de los AC/DC y de cabeza al estribillo “Quiero comer tu manzana prohibida, hasta la pegatina”. Pues eso.
La sala está dentro del concierto, y Rubén pide que todo el mundo se ponga guapo para grabar “La chica de la curva” para un vídeo. Pero nada de morritos de selfie, que eso es una chorrada, y todos le aplauden. La chica, su curva, otra magnífica canción del nuevo disco que suena a marca de la casa y que a la gente, se ve, le encanta.
Rubén Pozo reserva “Madrid” y “Ozono” para el final y arranca más aplausos. Lo ha logrado otra vez y lo logra cada vez más. La descarga rock de “Margot” cierra el set, antes de los bises. “Pelos de punta”, “Nombre de canción” y todo sigue la misma tónica de hermanamiento de Rubén con su público, el suyo. Para terminar, una versión en castellano de “Starman”, de David Bowie, el que grabó en los estudios Hansa, de Berlín, como Nick Cave, que estaba en la otra punta de Madrid, también con su público. Cada uno con lo suyo.
Fotos: Raquel Díaz Outón