El artista asturiano derrumbó las fronteras entre música tradicional y moderna en su espectáculo en Estival Cuenca
Rodrigo Cuevas protagonizó en Estival Cuenca el primer gran concierto posconfinamiento de esta ciudad. Triunfó el folclore libertario del asturiano sobre el escenario del Parador de Turismo, situado sobre la Hoz del río Huécar y con las Casas Colgadas como testigo, en la que posiblemente era una de las apuestas más atrevidas de la historia de este festival de pequeño formato nacido en el año 2012.
La capacidad vocal y presencia escénica de Rodrigo Cuevas sería más que suficiente para sostener una actuación del ovetense, incluso si decidiera prescindir de los elementos electrónicos y ofrecer un recital folclórico al uso. Sin embargo, en su repertorio se mezclan con acierto castañuelas, acordeones y panderos cuadrados con bases y sintetizadores, hasta lograr que instrumentos que parecían enemigos irreconciliables se conviertan en compañeros de juerga. Al final se diluyen las fronteras entre folclore y modernidad, de tal forma que incluso un espectador más purista puede disfrutar del concierto, si no le ciegan los prejuicios, sin sentirse traicionado.
Su espectáculo, denominado ‘Trópico de Covadonga’, recorre las fronteras de la música tradicional e ‘indie’ pero es también un viaje geográfico que va desde su tierra a Albacete a ritmo de rondas, fandangos, muñeiras y coplas. La mayoría de las canciones que interpretó en Cuenca pertenecen al disco ‘Manual de Cortejo’, en el que ha intervenido Raül Refree, productor de enorme instinto que ha trabajado en los últimos años con Rosalía, Silvia Pérez Cruz, Rocío Márquez, Josele Santiago… Se trata de un directo en el que está presente el espíritu cabaretero de Cuevas, seguramente más contenido que en otras veladas por las limitaciones impuestas por el coronavirus, enfermedad que ha puesto en cuarentena al afecto. El enmascarado público, muy respetuoso con las recomendaciones sanitarias de la organización, también tuvo que sostener las riendas de su entusiasmo ante la imposibilidad de bailar y se conformó con marcar el ritmo con los pies, con las palmas y, de vez en cuando, alzar los brazos y agitarlos, como si fueran uno de esos muñecos hinchables que saludan con las ráfagas de viento.
Rodrigo Cuevas, entre canción y canción, entretenía al público con divertidas anécdotas personales y también contaba las historias ocultas detrás de algunas de las canciones. De esta forma conoció el público conquense a Alberto Alonso Blanco, Rambal, un popular transformista de Gijón asesinado en Cimadevilla en un crimen jamás resuelto. En Cuenca fue homenajeado con la canción ‘Rambalín’ y con la proyección de su rostro en la fachada del convento de San Pablo, hoy Parador de Cuenca, en el que posiblemente fue el momento más emotivo de la velada.
La poderosa voz de Rodrigo Cuevas vibró durante una hora y media en las rocas de la hoz del río Huécar. A la hora de los bises contó con la colaboración en la interpretación de unos fandangos de Javi Collado, líder de la banda folcórica conquense Zas Candil!! y del cantante Jesús Tejas, que se encontraba entre el público. Abandonaron Cuevas y su banda el escenario a ritmo de pandereta en la última canción y el público, ahora sí, se puso en pie de forma unánime para dedicarles una sentida ovación. Para la mayoría de los presentes era el primer concierto al que asistían en meses y lo saborearon con la misma fruición que se devora la comida tras un largo tiempo en ayunas.
FOTOS: Mario Gómez