El tiempo es inexorable. Siempre me ha provocado rechazo esa frase. Pero es de lo que quiero hablar. La segunda acepción de la RAE de inexorable me ayuda: “que no se deja vencer con ruegos”. El tiempo no se deja vencer con ruegos.
Ayer, cuando acabó el concierto de Ocean Colour Scene, empecé a pensar en qué iba a contar en esta crónica. No me había dado por ir apuntando éste o aquel tema y qué me sugerían. No sé por qué en esta crónica me aburre muchísimo la idea de empezar a hablar de britpop, de Madchester o de las influencias de The Kinks, The Who, Small Faces o Stone Roses; o de la bendición de Paul Weller o Noel Gallaguer (podría seguir con la Wikipedia…).
¿Cuándo se deja de ser un foco de influencias para empezar a ser una influencia o a ser una banda sin más? ¿y a ser “un clásico del rock”? Siguiendo con la lengua, una definición aceptada de lo clásico puede ser “algo digno de copiar”. Pero todos los que consiguen ser dignos de ser copiados han copiado de alguna u otra forma, han tenido influencias, o han participado de unas tendencias para llegar a unos lugares comunes. Mi amigo Abraham me descubrió a los Remains. ¿Copiaron a los Beatles? ¿Copiaron los Beatles a los Remains? ¿Importa? A los Remains seguro que sí, pero esto último no me ayuda a explicarme. Perdón, pero es difícil liberarse de la wikifilia…
El concierto. Memorable. Algo más de una hora y media con los bises. La voz de Fowler, quizás haya perdido algo de dulzura, pero ha ganado en profundidad. También puede que haya sido siempre así y que esa apreciación sea sólo valida en el directo…
Vuelvo al tema: concierto memorable. (La memoria es una gran enemiga de la voracidad del tiempo).
¡Pues claro que memorable! ¿Quién no se enciende escuchando en directo “Riverboat song” o “The day we caught the train” con sus clarísimas influencias beatlelianas (importante)? Digno de ser rememorado.
A veces la absurda pero inexorable capacidad del tiempo para no dejarse vencer tiene fisuras. Hay canciones, LPs o bandas, que pasan a la categoría de “clásicas” sin la necesidad de que los barbitúricos lleven a la tumba a un cantante (sin duda puede acelerar el proceso), ni que los componentes del grupo tengan más de 100 años. Basta con hacer un disco como “Moseley Shoals” y contar con las guitarras de Steve Cradock.
Pero esto no es una victoria total, no hay un condensador de fluzo o una tardis del talento. Han pasado 20 años de aquel disco.
Prometo que en el próximo concierto de OCS intentaremos analizar todos y cada uno de los temas que toquen. Espero que para entonces ya nos hayamos olvidado de quiénes los influenciaron.