El pasado domingo pudimos presenciar en Sevilla uno de los espectáculos más personales y creativos del grupo indie. Sabíamos que no asistiríamos a un concierto habitual, pero tampoco esperábamos encontrarnos con ese derroche de magia y preciosismo. Al comienzo, Santi nos contó que iban a interpretar los temas menos populares, pero que ocupan un lugar especial en los almacenes de su memoria. Prometió un encuentro íntimo y recogido que buscaba acariciarnos desde dentro. Sin más preámbulos, tras el telón apareció un espacio lleno de cajas de cartón y unos pocos instrumentos dispersos. Nada impresionante, a priori. Lo que no imaginábamos es que cupiera tanta magia en tanta sencillez.
Un total de 22 canciones conformaron el repertorio del espectáculo y a casi todas las acompañaba una historieta. Eligieron “Canción de bruma” y “Nada” para empezar a introducir los elementos y personajes de las historias que un poeta convirtió en canciones. Los que conocemos en profundidad el repertorio y la profundidad de las canciones de Love of Lesbian pudimos apreciar y disfrutar sus metáforas articuladas en marionetas, sombras chinescas, juegos de luces y actores metamorfoseados en recuerdos. Santi se paseaba entre sus compañeros mientras desde los laterales aparecían ancianos, enamorados y películas del pasado que le recordaban la razón de ser de sus canciones. No podremos olvidar cómo Santi se enfrentaba en un recital doloroso con su “Cuestiones de familia” a un anciano que portaba en sus espaldas una pesada caja, repleta de una vida pasada.
Por otro lado, el humo fue otro de los imperativos del show. Para crear un espacio onírico y confundir los límites de la realidad recurrieron a este básico de la magia. Salía humo de cajas, de los propios trajes y hasta de las manos de Santi. Entre tanta humareda apenas podíamos intuir los recuerdos que poblaban el escenario, pero su presencia se narraba. Junto a este recurso, las luces supieron muy bien cómo entrometerse para colaborar con la magia. Alternando entre ritmos suaves y frenéticos, las luces lograban dar dimensión a zonas del escenario que de desiertos pasaban a ser balcones de verano.
Pero no estuvieron solos. A la banda se unieron dos artistas que aportaron su toque personal a dos de las canciones más míticas del grupo. Por un lado, el joven onubense Yonse interpretó junto a Santi “La niña imantada” y su versión rapera del tema caló en el público y refrescó el ambiente. Por otra parte, mención especial merece la interpretación de “Segundo asalto” de la Tremendita, que emergió del público cuando Santi y su guitarrista, Julián Saldarriaga, paseaban entre los pasillos de platea. De estética punk, pero con quejío flamenco, Rosario nos regaló un “Segundo asalto” pequeño y enigmático que nos emocionó sobremanera.
El grupo consiguió recrear muchos de los patios de una memoria compartida en el escenario. Tanto los reales como los ficticios. Niños, ancianos, recuerdos, conflictos, reconciliaciones y encuentros tuvieron su lugar en el Cartuja Center Cite. Sin entrar en desvelar muchos detalles de su espectáculo, decir que no escatimaron en atrezzo emocional para transportarnos a una nueva interioridad. ¿Qué decir del encuentro entre Oniria e Insomnia? El tema que cerraba el concierto comenzó con dos marionetas en equilibrio que buscaban encontrarse en el término medio. Dos que se buscan y se
encuentran, como nosotros mismos, que nacemos para hallarnos… Y entre tanto camino, mucho Love of Lesbian.