David DeMaría dice estar viviendo en el séptimo cielo, y quien lo ha tenido en las distancias cortas, puede corroborarlo. Su sonrisa constante y su cara de felicidad lo delatan. Esta es una entrevista hecha con el corazón, por parte de un artista que se muestra tal cual, sin pretensiones ni disfraces. Transmitiendo verdad, honestidad y sinceridad con cada una de sus respuestas, tal y como hace a través sus canciones cada vez que pisa un escenario. Al terminar esta larga conversación uno se da cuenta de que DeMaría es un romántico, en el significado más amplío de la expresión, tanto por su manera de ver la vida y todo lo que le rodea, como por su forma de entender y amar su profesión.
Según he leído, tu formación no iba dirigida hacia la música en un primer momento, ¿cuándo empezaste a interesarte y a sentir que era a lo que querías dedicar tu vida?
Cuando me di cuenta que se ligaba más, y como el 95% de los músicos, disfracé mi vida para ligar como músico y como cantante. Y al final resultó que me gustó más la música de lo que esperaba. Pero así podríamos titular el inicio de mi carrera (risas).
Siendo adolescente formabas parte de un grupo, ¿por qué decidiste empezar una carrera en solitario y no formar otro grupo?
Éramos un grupo de Jerez. Nos costaba mucho dinero movernos. Éramos cinco o seis. Entonces no existía internet ni las redes sociales para colgar un vídeo, por lo cual, si tienes talento y alguien te ve, puedes terminar triunfando… Así que teníamos que ir a Madrid a tocar para convencer a los productores. Y al final, lo que interesaba era la voz del cantante, que además componía esas cancioncillas. Fue una decisión un poco impuesta por la primera oferta que tuve de una multinacional, que quería al solista. Me costó tomar la decisión más de un año. Mientras, seguí tocando con la banda. Pero me di cuenta que quien tiraba de la banda era yo. Éramos un grupo de instituto; le debo mucho. Siempre he mantenido el alma de grupo, soy solista, pero intento no sonar como un solista, porque del cantante melódico andaluz ya se sabe lo que se espera. Quizás no vendo tantos discos o tantas entradas, aunque sí, gracias a Dios, como para sobrevivir. Me resisto a volver a hacer quince «preciosas mías» más, a escuchar la canción que ha pegado en Latinoamérica y reconvertirla a mi rollo aquí, o que se me vea demasiado el plumero con los referentes tan actuales que tenemos, y parecerme a Alejandro Sanz, por ponerte un ejemplo. Mi lucha constante ha sido buscar un camino propio, tener un sabor especial, como un vino. Y eso, a la larga, creo que es más importante que buscar una carrera muy diseñada para seguir vendiendo copias, porque si no, ya no molas o no formas parte de esto. Es muy difícil ser tú, gustarte a ti mismo, y a la misma vez gustar al sistema, a la radio, a las compañías, para que se gaste la pasta en ese disco. Para este disco he hecho treinta temas, y había otro disco de pu* madre, porque hemos grabado once, y he dejado fuera un montón de canciones. Pero estas son las que, primero, me han convencido a mí, pero sobre todo a toda la gente que hay alrededor de un disco. Aunque yo hubiera elegido cualquiera de las quince que he dejado fuera.
A los 19 años emprendiste tu carrera en solitario, pero tu primer disco no obtuvo el éxito esperado, aunque sus canciones sonaron mucho ¿esa experiencia te dio más fuerza para seguir luchando por tu sueño?
Llegué a grabar dos o tres discos entre el 96 y el 97 y el 2002 y el 2003, que es cuando conseguí entrar en cifras de ventas importantes, que te dan discos de oro y de platino… A mí me ayudó muchísimo, claro. Me ayudó a reinventarme, a decidirme para irme a vivir a Madrid… Si me hubiera ido bien, a lo mejor me hubiera quedado en mi casa, ya mi carrera hubiera terminado, y me hubiese pillado más tarde como para irte a vivir a Madrid. Me fui en el momento en el que me di cuenta que aunque mi carrera no fuera bien, yo quería seguir dedicándome a la música, haciendo coros en un estudio o currando de road manager en una gira con otros artistas. Tenía claro que mi prioridad y mis sueños eran mis canciones, pero no como un pop star, sino que lo que yo quería era dedicarme a la música. Y tiene muchas magnificaciones, aunque nos acribillen a impuestos. Pero hay mucha gente que vive alrededor de artistas que mueven un montón de conciertos y la atención de mucha gente, a pesar de que no tengamos informativos dedicados a nosotros, como los tiene el fútbol, por ejemplo. Se llenan los campos de fútbol, y cuesta llenar las salas. Desgraciadamente es como que han metido a la gente en un redil, y «tienes que ver esto, esto y esto». Y al final, aunque no te guste el fútbol, sabes quién es la novia de Cristiano Ronaldo… Vivimos en un país un poco así.
Te quería preguntar por esto último, a raíz de tu participación en un programa de televisión que trataba la música con la importancia que se merece, ¿crees que desde este medio se le da suficiente cobertura al trabajo del cantante?
Cobertura le da poca. No sé porqué, no sé dónde se rompió el eslabón entre la música y la tele… ¡Con lo importante que es la música para los medios! Tú le quitas el sonido a la tele, y no pinta nada, son flashes de cosas, luces… El sentido se lo da la sintonía, la música, y es lo último que se valora en este medio. Gracias a programas como ‘A mí manera’ se ha demostrado que hay cadenas que todavía apuestan por una televisión más blanca, valorando las canciones y la memoria emocional de gente que ha escuchado canciones a lo largo de su vida, pero sobre todo al autor. Se ha tratado con mucho respeto a los compositores. Ojalá que se siga apostando por televisiones así, que no nos metan en una casa para sacar cosas nuestras, sino que nos saquen lo que hacemos en nuestras vidas profesionales.
Y ya llevas casi veinte años de carrera, que se dice pronto, ¿Qué queda de ese niño del principio? ¿Cómo te encuentras profesionalmente en este momento?
Como David DeMaría, sí. Dando guitarrazos, algunos más (risas). Quedan muchas cosas. Por suerte, ser papá me ha regenerado las ganas, las ilusiones, el orden, el equilibrio… Luego depende de tantas cosas, que yo me conformo con seguir haciendo mis conciertos y mis giras, y con que haya un número de gente que se acuerde de mis canciones, pague una entrada por verme en un teatro, donde habrá músicos, donde se va a llevar un recuerdo bonito de esa noche. Creo que la música es eso, ahora todo se vive deprisa, y los conciertos son de las pocas cosas. Y como la gente ya no va a misa, pues que vengan a conciertos (risas). Al fin y al cabo hacemos canciones.
¿Séptimo cielo es tu mejor trabajo?
Me encantaría empezar a hacer otro disco que fuese mejor que Séptimo cielo, pero sí que es el mejor disco hasta noviembre, que lo terminé. Ya, desde febrero, que salió, Séptimo cielo no es mío, sino de aquel que lo quiera oír y de quien lo quiera hacer suyo. Pienso que podría hacer un mejor disco, pero hasta noviembre que le puse la última guindita a un nuevo sueño de canciones, pienso que es el mejor y el que muestra mis últimas vivencias, sensaciones, energías… Creo que es un disco convincente. Está ‘Bienvenido a la vida’, los conciertos los abro con esta canción, porque me da seguridad cantarle a mi hijo, en el primer tema del concierto. Me ayuda a afinar, a abrir las cuerdas vocales, a sentir que a partir de esa canción todo va a fluir bonito. Creo que hasta ahora es lo mejor que he podido hacer como disco, aunque siempre, lo mejor está por venir.
Háblanos un poco sobre él.
Las canciones van reflejando la madurez que el músico va llevando, las vivencias que va teniendo… Este es un disco grabado en Madrid, en el Madrid añejo, antiguo, que apuesta por hacer canciones sencillas que te llegan al alma, intentando surfear las modas pasajeras. Hablas del mismo romanticismo, pero con más conocimiento de causa. Séptimo cielo es una evolución y un estado de ánimo real, que es el que me ha llevado a titularlo así. En el séptimo cielo siento que lo he escrito, que lo he compuesto, que lo he grabado y que lo he cantado. Me he sentido así en este embarazo paralelo que tenía, el del disco y el embarazo de mi vida, matrimonial y sentimental, como padre.
¿Qué sensaciones quieres despertar en todo aquel que lo escuche?
Las canciones, uno se las lleva a su terreno, a su momento. Pero es tan difícil… Yo sé las sensaciones que el tema me despierta a mí, cuando lo he escrito o cuando lo interpreto en directo en los conciertos. En ese momento sé que hay una magia muy especial, se crea esa sensación de química entre los músicos cuando tocamos o sentimos un acorde, cuando llegamos a una estrofa que armonizamos, y ves que hay un público ahí enfrente que reacciona y se identifica… Eso es lo que busca un compositor. Ver que no se ha vuelto tóxico o que ha querido crear un personaje de su obra. Yo siempre he ido con el pecho por delante en todas mis canciones, mostrando la pasión y la espontaneidad que tengo al cantar. No sé vender un personaje, no sé ni poner la voz queriendo como para gustarte más. Sé cantar con la espontaneidad de la lluvia. Sin calentar, rompiéndome la garganta… Eso también viene de mi flamenco. Es la forma de hacer música cuando me he criado escuchando algo tan sangriento como la saeta, la soleá, la seguiriya, la bulería… Lo que pasa es que yo escuché de chico mucho a The Beatles, The Police y a Queen (risas), a Triana y a El Último de la fila, las canciones melódicas italianas de mi madre y la copla… Entonces, todo eso está en una coctelera de David DeMaría y de Séptimo cielo.
¿Cómo ha influido la paternidad en tu manera de ver y sentir la música?
Ahora mismo, toda mi prioridad es mi hijo, y la música ha pasado a un segundo plano. Ya mis preocupaciones, mis batallas internas, mis sinsabores, porque lo das todo y piensas que vas a recibir los mismo…, son otras. Mi prioridad es ver sonreír a mi hijo, darle su biberón, que esté a gusto, jugar con él… Regresar a casa, a mi séptimo cielo, es lo que más noto que he cambiado. A nivel musical, me encanta mi carrera, mi profesión. Me muero por un escenario o un local de ensayo, con tocar con mis músicos… Pero ya no me como el coco, lo noto. Desde que vi su corazoncito de gigante latir en la ecografía, se me quitaron un montón de tonterías de adolescente que ha estirado el chicle hasta los 40. Yo me siento joven, y voy a morir joven. Pero es muy bonito ser padre. Antes tocabas la guitarra para ti, te comes la cabeza, la disfrutas, pero ahora no. Ahora tengo un espectador ahí, que me está esperando, le cantas más bajito… Creo que el próximo disco será de nanas o un disco con canciones para bebés (risas).
¿Qué ha significado la figura de Paco de Lucía para ti? En este último trabajo le dedicas una canción…
Hay un matiz en una canción, en la que colaboro con Tomasito de Jerez, que es un artista pleno y lleno de energía. Y hay una estrofa en la que sí hago un guiño al maestro de Algeciras, sin mentar su nombre. Paco merecía un guiño de un popero andaluz que ama el flamenco, y que nunca se ha atrevido a hacerlo porque lo respeta demasiado. Pero desde mi punto de vista de cantautor andaluz, le hago un guiño; además, en una canción en la que hablo del roneo entre el amor y los gitanitos, entre los flamencos. De Santiago a La Plazuela, que son dos barrios que él admiraba mucho, y dos barrios donde ha sabido entender las honduras del cante de Jerez. Bueno, Utrera, Jerez, Triana, El Albaicín, Granada, Huelva… son «capitales» de cosas muy autóctonas como son ciertas formas de hacer el flamenco. Y yo que soy de Jerez, me he acordado de la muerte de Paco. El día que murió, cogí una guitarra y… (coge una guitarra y se pone a cantar): «Qué bien le sientan los oros, a esa carita morena, que se despierta hasta el aire, pa’ acariciar su melena. Esa carita morena es pa’ romperse la camisa, o pa’ coger la guitarra y escuchar al maestro de Algeciras…». Y destaca eso el maestro de Algeciras, el amor visto de una manera, por como él lo vivía. Me puse en su piel. Es una frase solo.
En relación con la composición de tus temas, en general, ¿cuánto de David DeMaría hay en ellos?
De David DeMaría, todo. De David Jiménez Pinteño, lo que yo quiera (risas). El autor, cuando escribe, juega a escribir en tercera, en primera, a hacer de actor principal, de actor secundario, a ponerse de bueno, de malo. No os fieis de los autores, son súper falsos. Sobre todo, los que quieren hacerse un personaje de la persona. Yo soy de los muy personas (risas). No intento disfrazarme. Pero las canciones se escriben en un porcentaje muy alto, de lo que te ocurre, cuando eres honesto. O de lo que juegas a que te ocurra, cuando eres un escritor de best sellers (risas).
Tú le has compuesto temas a muchos artistas. El otro día entrevisté a Fredi Leis, y me comentó que no se siente cómodo, por así decirlo, cantando canciones que han escrito otros, porque él canta sus experiencias. Sin embargo, se siente atraído por componer para otros, y hacerlo desde la perspectiva de esa persona. En tu caso, cuando has compuesto para otros, ¿lo has hecho desde tu perspectiva o desde la de quien iba a interpretar el tema?
Con el tiempo aprendes a ser un poco sastre. Pero para eso tienes que tener una dedicación tan plena, tanto como que tu cuarto de juguetes se convierta en tu estudio. Y en vez de jugar a la PlayStation como hacen muchos veinteañeros, tu juego es hacer canciones. Hoy escribes para un musical, y aprendes a hacer el pirata de Peter Pan, el capitán Garfio. Y ahora, aprendes a hacer Campanilla, y te pones en la piel de Campanilla. A mí me ayudó mucho esa etapa en Madrid, con 20 años, cuando tenía que escribirle una canción a Los Niños Perdidos. Jugando a hacer canciones con proyectos tan bonitos como ese, es como tú aprendes a desarrollar el instinto de escribirle ‘Enamorada’ a Malú. Porque conoces su estado de ánimo, porque tienes una relación personal, y sabes que le vas a tocar con esa canción. Yo no compuse ‘Desesperada’, sin embargo, en la versión que hice en el programa, jugué a lo que sé que le iba a gustar a Marta (Sánchez). Y eso es un instinto que se va desarrollando con el tiempo. Yo tampoco pensé que iba a componer canciones para otra gente. Todo llega porque no te va bien con el disco, tienes que irte a vivir a Madrid, y te llegan unos proyectos que te ayudan a desarrollar un instinto compositivo, que tú ni conocías que tenías. Seguramente, a Fredi le hagan un encargo de obra, y si intenta hacerlo, va a descubrir que es súper bonito. O escribir con otro artista o compositor. O jugar a ponerte en esa piel, y sentir como sentiría esa/e intérprete que no compone. Aunque ahora, todos creen o dicen que componen, y yo pienso que eso es algo más profundo y duradero en el tiempo. Yo era el más joven en ese programa, y al principio, cuando entro, recibo toda la crítica de los trolls sociales, y al final no hubo más críticas. Esos trolls sociales se metieron sus dígitos y sus huellas dactilares por donde les ha cabido (risas). Para estar en un programa así tienes que tener catorce o quince singles conocidos durante una carrera, por lo menos de veinte años para acá. Al principio yo no pintaba nada, y luego terminó el programa, y la gente se identificó con un montón de canciones. Se habían dado cuenta que el autor era ese chaval, de 40 años. A mí me mola ser un chaval de 40 (risas). ¡Soy de la generación de los chavales de 40! (risas).
¿Te consideras más compositor que cantante?
Sí, a medida que van pasando los años, te vas dando cuenta que tu forma de cantar es para ti; te das cuenta que a lo mejor eres más compositor que cantante. Nunca me preocupé por llegar más alto que el último cantante que ha salido en Latinoamérica. Mi objetivo nunca fue hacer el último gorgorito que hizo fulanito para llevármelo a mi terreno. No sé hacer eso, y quizás los cantantes, sí. Se ponen las pilas con lo que va saliendo. Yo siempre he intentado ser un cantante de mis canciones.
A lo largo de tu carrera, la música ha pasado por varias fases. Desde tu punto de vista, ¿en qué momento se encuentra?
Tenemos muy pocas ventanas donde desarrollar nuestras carreras y publicitarnos. A pesar de que sabes que está internet ahí, cuando comparan lo que ocurre con la música en este país, y con la cultura en general, con el tiempo dedicado a cosas absurdas, ves la poca importancia que reciben otras que a lo mejor podrían servir en la educación de un país y en que la gente pensara más. Ahora mismo lo veo en pleno desarrollo a lo digital. Hay tanta desinformación para la mayor parte de la sociedad de cómo encontrar música, que en este momento, entre que está muriendo el formato físico y se está imponiendo lo digital, todavía queda un vacío. Y en España parece que somos más lentos que en Estados Unidos u otros países. Aquí a una gran parte de la sociedad, a la que no se le suele tener en cuenta en la numerología, está dejando atrás que las entradas para los conciertos se compran por páginas webs, que el disco tiene pre-venta, que lo tienes en digital… Entonces, espero que esto ocurra rápido, aunque esto te lo digo como oyente y como ciudadano. Como músico, es una masacre lo que están haciendo con los músicos, porque el digital nos quita la mayoría de nuestro porcentaje. Yo me llevo un 7% de una bajada, para empezar las mayoría de bajadas no son de pago, y de las que se pagan, si solo me llevo un 7%… Una canción vale 99 céntimos, haz tus cálculos… Hay gente que se enriquece más que los propios autores, así está montado el sistema este. Pero a la misma vez, por un lado, tengo ilusión de que la gente se incorpore a lo digital. ¿Por qué? Para que la música siga viva. Pero es una constante contradicción el estado actual de la música en este país. Por suerte, al músico le salvan el escenario, el concierto, el directo, el tocar con su gente… Pero no es fácil en este país sobrevivir de la música.
El tema de las redes sociales está jugando un papel muy importante en la carrera de los cantantes, en tu caso, ¿cómo lo llevas?
Me han ayudado mucho, me siento muy bien arropado por la gente de la oficina, que me han incorporado a este sistema. Pero soy de los que les ha costado bastante entenderlo. Todo esto te hace estar demasiado expuesto. Y en la música debe existir el romanticismo de digerir el concierto al que fuiste el sábado y llevártelo a tu recuerdo. Acordarte de con quién fuiste, de qué cenaste después, en qué canción te emocionaste o te besaste… La música necesita ese punto que quizás la red social precipita, porque ha terminado el concierto, y ya hay que promocionar el siguiente, y eso se sabe en la ciudad donde vas. Pero darle publicidad en tus redes es una saturación que a mí me quema. Me parece una ventana promocional muy buena, muy inmediata, pero a veces la música debe llevar otro tempo.
¿Cómo fue tu experiencia en ‘A mi manera’? ¿Cómo ha sido versionar temas de otros artistas y además de géneros distintos al tuyo?
Una aventura y un reto muy bonito, y una experiencia enriquecedora en todos los aspectos. Un trabajo de músicos, de encontrarle el tono a tu tesitura vocal, de arreglar las canciones para que sonaran a tu manera, y sobre todo la emoción de cada noche, de cantarla delante del autor. Hoy que se nos ha ido el gran Manolo Tena (entrevista realizada el 4 de abril), imagínate haber convivido con él durante estos últimos meses de mi vida, y de haber cantado ‘Sangre española’, a dos metros de él, y emocionarle, que te mande mensajes… Ha sido una experiencia brutal, y creo que va a quedar en la mente de mucha gente a la que le gusta la música española, a pesar de que nuestras audiencias han sido mucho más discretas que las de otro tipo de televisión que, desgraciadamente, parece que interesa más a este país.
¿Qué es la música según David DeMaría?
La música es como el oxígeno. Para un músico, la música es igual de importante que respirar. Lo que pasa que soy un músico que nunca se ha obsesionado con nada, y lo peor para uno es obsesionarse con la música. Intento que no me vuelva loco nada, ni la música ni el silencio ni el aplauso ni el éxito ni el fracaso. La música es todo eso. La música necesita de ese tiempo de espera, no se puede vivir siempre con música, con música… porque te vuelves loco.
En tu disco Barcos de papel, tienes una canción que habla del tema de la inmigración, contando la historia de una persona que decidía dejarlo todo en su hogar por buscar una vida mejor. Doce años después de esa canción esta situación no solo no se ha solucionado, sino que ha ido a peor…
Creo que vivimos en un mundo deshumanizado por completo. Por un lado, estamos creciendo a una velocidad muy rápida en lo referente a lo tecnológico, en querernos mandar a Marte y, por otro, resulta que en nuestro propio planeta estamos muy distantes. Lo que estoy seguro es que ninguna fe ni ninguna religión se hizo con la idea de matarnos los unos a los otros. Pero esto ocurre por el desfase y los intereses encubiertos que existen por mantener vivo un negocio absurdo. ¿Qué vamos a hacer? Creer en la gente de buena voluntad y crear tu propio séptimo cielo, que para mí es mi vida familiar, mi entorno… Lo que realmente te pone los pies en el suelo y lo que te hace feliz, y te hace seguir teniendo ganas de pelear y luchar. En el entorno más cercano es donde está tu séptimo cielo. Aunque mola viajar, salir, entrar… Ojalá a mí me hubieran dicho antes eso, «escucha más a tus padres», «encuentra a la persona adecuada», «ten el valor de crear»… Yo creo que está ahí, porque he conocido la otra parte, y acabas perdiendo demasiado.
Has publicado varios discos en directo, ¿cómo fue esta experiencia; además con tu público delante?
Grabamos en Salamanca, el Palacio de Deportes de Córdoba y el Palau de la Música de Barcelona. Es de esas experiencias que estás deseando volver a repetir, y ojalá en 2017 haya un disco conmemorativo de los 20 años. A ver cómo va Séptimo cielo, ojalá que nos dé la oportunidad de grabar ese disco.
¿Un disco en directo sería tu forma deseada de celebrar tan marcada fecha?
Profesionalmente, sí. Es lo que me gustaría, que este disco se conociese. Por suerte tengo un año repleto de fechas. En Sevilla estaremos para septiembre-octubre. Quién sabe si a lo mejor venimos antes con algo relacionado con la radio… Pero tengo muchas ganas de tocar Séptimo cielo en directo, y de preparar con tiempo una conmemoración de cantar canciones que grabé hace veinte años, y tengo ganas de escuchármelas cantar ahora con 40. No se canta ni se siente ni se piensa igual. Y sería un bonito proyecto.
¿Y cómo es ese público tan fiel que ha convertido, en parte, tu sueño en realidad?
Para mí es gente con mucho gusto musical (risas). Me alegra que haya entendido mi carrera durante todos estos años, aunque también te preguntas por qué otros se van descolgando por el camino o por qué no les caes bien a muchos… Cuando estás sobreexpuesto, gustas más a los que les gustabas y encuentras a gente nueva, pero también te odian más aquellos a los que nunca les has gustado. Te crea unos desfases emocionales por los que lo mejor es no saber nada. Simplemente, cuando llegues a un escenario decir, «qué bonito que haya tanta gente aquí y que cante tus canciones». Que vean que eres un tío que te entregas a tu carrera. No soy un corrupto, no he robado a nadie, no he matado a nadie… Al contrario, todo lo que hago es aportarle a la gente un poco de buen rollo en sus vidas, y estamos en cualquier acto benéfico que haya. Pero esto es así, cuando estás en el escaparate social, recibes de todos lados. Como me considero un tío honesto, sincero, que va siempre por la vida con la cabeza alta, me parece que la gente que viene a mis conciertos se identifica con algo de verdad.
Fotografías de: Pilar Pereira.