Cuando te pasan un disco de un artista que apenas conoces y resulta que te tiras toda la semana escuchándolo es que algo debe tener. Será porque “contra el mareo llevo Biodramina”, como dice en “Quédate a mi lao”, esa especie de rockabilly acelerado con la que se abre el trabajo. O quizá porque en estos días que llegan ya grises la alegría que desprende el álbum se vuelve más contagiosa. O, también, porque tras ese nombre el se esconde es Miki Ramírez, miembro del grupo Macaco.
El caso es que Mr. Kilombo se ha adentrado en mis oídos y se resiste a salir. Y no porque sea original ni porque invente nada nuevo, porque esa fórmula que une el rock con lo latino y lo jamaicano lleva muchos años de moda, sino porque la cuaja con arte, con júbilo y con entusiasmo, sin sorpresas ni grandes alardes pero sin presentar altibajos. “Biodramina” es una medicina contra toda clase de afecciones modernas, contra el agobio, el estrés, la depresión o la tristeza.
11 soluciones fáciles de alborozada alegría, de diversión porque sí y de felicidad por la vida. 11 estaciones de un viaje que pasa por el reggae en “Tiempo al tiempo” y “Pasa sin llamar”, por el ska en “Que no se acabe la noche”, por el rock latino en “Nada que hacer” o “Contigo”, que incluso hace una parada en una India con sitares y hiphopera en “Casi todas las estrellas” y que se permite sólo una pausa en la baladita melancólica con aires country en “Nosequé”.
11 canciones de la aldea global que cantan a la algarabía, a la fiesta de todos los días, al sol y a las estrellas, un canto a la vida repleto de juegos de palabras y rimas con ritmo y energía que sobresalen detrás de una música sin ostentaciones pero repleta de estribillos, coros y tambores desatados. Sencillez y vigor a raudales que devuelven las ganas de disfrutar, de bailar sin parar y, como él mismo dice, de “que no se acabe la noche” .