Poco después de que su decimocuarto disco saliera a la venta, los Mojinos Escozíos se ponían manos a la obra para recorrerse otra vez media España promocionando y tocando los temas de “Semos unos máquinas”. Parece que se puede considerar la continuación de aquel “Semos unos monstruos” de hace unos años.
Los Mojinos se han currado una popularidad que aún mantienen después de un montón de años en el candelero. Habrán tenido épocas de mayor y menos actividad, pero siempre han conseguido estar ahí. Ahora, después de casi veinte años, continúan marcando el territorio, tal y como hicieron hace unos días en la localidad valenciana de Mislata; en la sala Koh Tao.
Cierta expectación en las puertas de la antigua Sala Republicca para ver a una de las bandas de Rock más mediáticas de España. Pero antes había tiempo para otro grupo que se plantaba en el escenario para hacerse valer en su propia tierra. Al-Andalus Rock es una formación de la propia Mislata y querían aprovechar el escaparate que supone el telonear a los Mojinos para exponerle una música con mucho gusto a un público más amplio.
Al-Andalus Rock es un grupo que tiene una trayectoria que se alarga casi tres décadas, si bien han estado inoperativos durante buena parte de ese tiempo. Pero también cuentan, en su formación actual, con gente de Sable (otra banda con cierta repercusión en esta tierra).
El caso es que parecen haber vuelto con mucha energía y ganas de quedarse. Para ello se apoyan en unos temas genuinamente rockeros, muy elaborados y con mucha sustancia.
Seis tipos se apoderaron de las tablas de la Koh Tao durante media hora larga y dejaron muestras de sus composiciones en lo que el tiempo les permitió. Desde luego, este fue corto porque tanto ellos como cualquier buen aficionado a esta música hubieran estado encantados de seguir deleitándose con el directo de Al-Andalus Rock.
Lo cierto y verdad es que yo descubrí a la banda en ese mismo momento (y reconozco que fue un grato descubrimiento); por tanto, me temo que no puedo enumerar las canciones porque no conozco sus nombres. Pero bueno, ahí estaban estos chicos para inmortalizarlas en forma de música, más allá de la mera nomenclatura.
Lo que más me llamaba la atención era el enorme gusto por la guitarra que destilaban los cortes. Tanto Francisco como José Luis no dejaban de regalar notas que manaban de fuentes como Triana o Alameda. Un sonido que se consolidaba con unos ritmos al más genuino estilo de aquello que se llamó Rock Andaluz. No podía ser de otra forma, cuando ellos mismos se llaman Al-Andalus Rock, siendo aún de Valencia.
Podías encontrar igualmente reminiscencias también a otros como Medina Azahara o, incluso, a los norteños Tierra Santa. Pero siempre con un carácter muy propio y basado en un sonido añejado y bien empacado desde la base de batería de José Antonio y el bajo de Pedro. Como digo, para haceros una idea del show, podéis imaginar a aquellas bandas que participaron en la explosión del Rock de hace décadas y que se caracterizaron por el halo ligeramente flamenco que daba gran personalidad al sonido venido del sur de España. Creo que todos recordamos a Jesús de la Rosa cantando mientras tocaba su teclado. En este caso el teclado era asunto de Blas y, aunque los dos que llevaba eran modernos, bien parecían retraerse a la época en la que los propios Al-Andalus Rock daban sus primeros pasos, allá por los 80’s.
Otra de las cosas a destacar de los de Mislata, son las tres voces que se conjugan para crear las texturas y poner en valor las variadas estrofas en las canciones. José Luis parece llevar el mayor peso lírico dentro de la formación, con una voz que remarca su propia guitarra. Luego está Pedro en momentos más puntuales, pero Miguel Ángel hace el contrapunto más rudo con voces grabes y ásperas. Enfundado en una chulísima camiseta que ocupaba casi por completo la cara de Gene Simmons.
Los cortes fueron más bien largos y cargados de musicalidad, sobre todo por las suculentas cuerdas que hacían degustar ese sabor de cierto aire folk que caracteriza a este género. El Rock era la esencia y el toque melódico andalusí, el aderezo perfecto.
El único corte del que puedo comentar nombre fue el presentado como “Himno a Santa Lucía”, pues era un cover-medley que aunaba el “Himno a la alegría” y “Santa Lucía”, ambos de Miguel Ríos. Un buen tributo hacia otro insigne rockero del sur.
Tras él hubo unos instantes de presentación del grupo y agradecimientos a los congregados allí. Luego tocó terminar con la canción con la que se despidieron. Canción en los mismos términos y hondo sentido melódico vistos hasta entonces. Guitarras y teclados buscando el lugar sobre la base rítmica. Y todo además de tres voces que se mezclaban y terminaban por dejar esa sensación: realmente estábamos en el lugar adecuado. Al-Andalus Rock nos ofreció un enorme concierto y, si bien estábamos allí para ver a los Mojinos, este había sido un rato bien aprovechado. Un descubrimiento digno de tener en cuenta.
Los seis chavales se fueron retirando mientras sonaba el “Whole Lotta Love” de Led Zeppelin. Y en unos minutos (exactamente a las 11:45) ya había sobre el escenario otros cuatro músicos, además del insigne Sevilla. Con su característica barba, unas mallas que no dejaban gran cosa a la imaginación (…) y a torso desnudo; vamos, que estaba totalmente en su papel.
Son un grupo muy genuino que, a pesar de críticas y hasta menosprecios, han conseguido mantenerse unidos y funcionando como pocos. Con una personalidad propia (guste o no) y su buena legión de seguidores.
Así, desde la propia aparición de la banda sobre el escenario, se desató un buen rollo que duraría las dos horas de espectáculo que ofrecieron. Capaces de contagiar la simpatía y la diversión simplemente con su presencia, saben jugar con esa ventaja para tener a la concurrencia ganada desde el principio.
Según aparecía el Sevilla y después de los primeros “cambios de impresión” con los fans, dieron rienda suelta al concierto y arrancaron con “Tío chulo”, dejando claro que no se iban a ceñir a presentar su último trabajo. Repasarían todos los discos editados y empezaban precisamente por el primero, el del ’96. ¡Ah!, y también dejaron claro que ellos siguen siendo unos tíos chulos…
A continuación sí tocaría turno para la propia “Semos unos máquinas”. Pero oyendo ambas, cualquiera diría que ha pasado el tiempo, porque tienen la misma onda de cachondeo, guasa y sinvergüencería.
El Sevilla comentaba: “¡Qué canciones más bonitas tenemos!”
Los chistes con los propios miembros de la banda empezaban a dar juego y con “La pastilla de jabón” aún más. No obstante, también conviene recordar la esencia rockera de la banda, aparte de las grandes dosis de humor que les caracteriza y hace especiales. Pero sí, es que este es un grupo de Rock y de ello dejaban buena muestra el Chicho y Vidalito. Especialmente el primero, como guitarra solista, aunque ambos se dejaban caer con unos ritmos muy entretenidos, cañeros y cercanos. Entrañables incluso se podría decir, al oír sobre ellos las letras de “El tatuaje”, por ejemplo.
El setlist estaba más que elegido, con los cortes más celebrados de su trayectoria y algunos otros especialmente dedicados a los más fans de la banda. No obstante, las peticiones resultaban constantes entre los congregados hacia la banda. Obviamente que cada cual tendría sus predilectas y así las hacían saber.
El Sevilla iba presentando los cortes con una complicidad total con la gente, especialmente con los de las primeras filas, a los que tenía al alcance de la mano. Y en esto que pilló una lata de cerveza y se la tomó de un trago. Llegaba el turno del “Chow chow”. Con un doble sentido más que evidente, muchos se descojonaban a la vez que cantaban.
Como decía antes, si te agrada su rollo, es bueno acercarse a verlos en directo porque el plus de garra, de cachondeo y (sobre todo) de la fuerza del Rock en vivo es más que palpable. Cada canción arranca con el Sevilla pidiendo: “Puto, dale caña”. Y sí, sí que le da caña. Desde luego que no hablamos de Bill Ward ni mucho menos, pero el hombre responde a lo que se les espera y maneja los ritmos que hacen sólidos los temas. El Zippy redobla la base rítmica con el bajo y también hace los coros al Sevilla en muchos de los temas (al igual que sus dos compañeros a las cuerdas).
El Sevilla tiene su voz personal, su forma de cantar particular y su exclusiva manera de actuar. No diremos que sea el mejor en cada una de estas facetas, pero es de agradecer lo auténtico y genuino que resulta siempre en todo ello. Con “Federico” por ejemplo, que consigue hacernos reír contando su historia mientras sus compañeros hicieron que sonara particularmente dura.
Al son de un “Sevilla, capullo; queremos un hijo tuyo…” va el susodicho y pilla un tanga que le tiraron desde el público (con el logo del grupo además). Y va y se lo refriega por todo el cuerpo antes de ponérselo en la cabeza… Y ahí quedó para el resto de la velada.
Más chascarrillos para ir cohesionando el setlist, como si de capítulos de su propia historia se tratase. “Montanbique” arrancada por palmas y de estética más blusera, contenía un buen punteo y acababa con el Sevilla tocando las castañuelas mientras se volvía a beber otra birra de un trago (bueno, tal vez las castañuelas eran en playback…).
Y de la afición por la bicicleta, pasaron a la afición por “La muñeca (hinchable)”… Cantada esta por el Zippy.
Y hablando de cervezas, también estuvo “¿Me has dicho borracho?”.
Uno de los momentos más cachondos del show fue con “El cura” y la presentación que le hicieron y que no resultó muy políticamente correcta. Bueno, más o menos igual que la canción en sí. Lo curioso resultaba el parón hacia la mitad del tema, donde se pudo oír un diálogo entre el Sevilla y una voz en off que trataba de defender a ese cura en el cuál se cagaba la banda. La voz resultó parodiar al Papa Francisco, para descojone del personal. A continuación continuaban con la música y terminaban esta para pasar a “Follow me on the eskay (mi sofá)”.
Esta, una canción de las que recuerdan los auténticos seguidores de los Mojinos. Con una melodía a medio tiempo y envolvente para recrear la atmósfera sensual (o sexual) que evoca la mismísima letra. El Sevilla con la flauta travesera, secundando el solo de guitarra del Chicho, conformaron un gran momento dentro del espectáculo.
“Niño Joé!”, una de las más marchosas del setlist, un poco en contrapunto con la anterior. Canallesca y rockera en su música, sirvió para sobrepasar la mitad del show y también adentrarnos en la madrugada del sábado.
Volviendo al tema sexual, se dejaron caer con “Más rabo que la pantera rosa”. Bien rimada y animada en una letra no apta para oídos sensibles, ya que, según el propio frontman, iba dedicado a la parte más importante de su anatomía (…).
Con un ritmo rockanrolero que entraba bastante bien por las orejas, se marcaron un “Soy guay” que parecía dejar en evidencia la actitud de la gente que se apunta a lo que sea con tal de ser “guay”. Una ironía para reivindicar lo auténtico.
Pero uno de los temas que más me gustó fue, sin duda, la versión de “La Grange” de los ZZ Top, en forma de “El corral”. Armónica incluida en las manos del Sevilla (que acabó tirado por los suelos del escenario) y con ese riff mítico. El corral lleno de ovejas, cerdos y cabras aireaba las tendencias “zoofílicas” de los Mojinos. No sé si los barbudos tejanos habrán llegado a saber qué han hecho estos tipos con su tema más popular y si estarían de acuerdo. No obstante, estoy seguro de que, si llegan a conocer a los Mojinos en persona, les perdonarían todo y hasta se partirían de la risa con el cachondeo que destilan el Sevilla, el Puto, el Chicho, el Zippy y el Vidalito.
Otro de los cortes que más funcionaron en esta noche pudo ser “Mi jefe”. Desde el arranque con la retahíla que suelta el Sevilla con eso de “iyo ven, iyo ven, iyo ven pa’cá” y con una melodía fácil y resultona que parece incitar aún más a “colgar al jefe de un pino”.
Igualmente eficaz y directo fue “Al carajo”. Con un rollo un tanto blusero en la música, un tema muy dinámico y pegadizo. Creo que la banda en sí se habían plantado como músicos durante toda la noche con un trabajo bien hecho y centrado. Más allá de las guasas y el humor característico y potenciado de los Mojinos, ellos (y me consta) se consideran unos auténticos profesionales del Rock e intentan dejarlo patente en cada show. Desde luego que no se tratan de canciones para virtuosos de la guitarra (no pensamos en Dream Theater tocando estos temas), pero estas composiciones también hay que tomarlas muy en serio. Las cosas hay que hacerlas bien (al menos en el Rock debe ser así) para poder aguantar en esto tantos años. Y los Mojinos llevan casi 20.
El final se perfilaba arrancando con “La invasión de las ladillas enfuresidas”. Un tema, por cierto, que había sido pedido a voz en grito durante toda la noche por un grupo de personas en la sala. Parecía que iban a quedar satisfechos cuando sonara…, pero no. Siguieron gritando, aun sin pedir nada; tan sólo porque sí. Esto le hizo gracia al Sevilla que veía que algunos fans tenían más torrente de voz que él mismo con el micro.
Con “Semos las niñas del colegio de la Salle” terminan el setlist previsto y se retiran tras saludar. Pero vamos, que en unos pocos segundos se vuelven a colocar las guitarras en ristre y el Sevilla se pone a hablarles a las chicas de la sala. Pide que alguna le haga un topless para tener fuerzas y tocar un par de canciones más. Ninguna se atreve y él mismo dice que no se atreve a pedir un “calvo” de algún chico porque entonces “no darían abasto”.
Tras tontear un poco con una chica que llegó a subir al escenario, para acabar por dejarles con un palmo de narices, engancharon con otra de las más populares: “Que güeno que estoy”. En una exposición de principios en toda regla que la banda usó para ir soltando los últimos riffs que les iban quedando en las cuerdas.
Y el concierto acababa realmente con “No vale pa’ná.” Igualmente adecuada para que los seguidores se desgañitaran con el estribillo al alimón entre el Sevilla y ellos mismos.
En fin, una noche que se transformó en madrugada entre melodías, ritmos y riffs de un auténtico Rock divertido y cachondo, sazonado de las irreverentes y desternillantes historias en la boca del Sevilla. ¿El resultado final? Pues echamos un buen rato de Rock y nos reímos a gusto. No se esperaba otra cosa.
Nos vemos en la próxima.
Salud!