Tras 9 noches en las que, casi sin descanso, Córdoba ha tenido una sucesión de música en sus diferentes teatros, el 13 de julio llegaba a su fin el festival que cada año llena de cultura musical la ciudad. Para cerrar un festival tan grande, necesitan un artista a la altura, y este año se encarga de ello el reconocido cantante Miguel Ríos; pero no lo hace solo, estará acompañado de su banda Los Black Betty Boys (Carlos Gamón a la batería, Javier Saiz al bajo, Luis Prado al teclado y José Nortes a la guitarra), compartiendo escenario con una orquesta de 50 músicos, dirigida por Carlos Checa, dentro de su gira “Symphonic Ríos”.
Llegado el momento, más de 3.000 personas ocupan el Teatro de la Axerquía de la ciudad califal, y esperan impacientes el comienzo de la noche. Casi un cuarto de hora más tarde de lo prometido, se apagan las luces que iluminaban el escenario vacío de personas. Es cuando suben los músicos de la orquesta para dar comienzo con una obertura en la que se escucharon de forma instrumental canciones tan simbólicas como “Santa Lucía”, “El himno de la alegría” o “Bienvenidos”. Tras estos diez minutos de orquesta, llega el cantante al escenario y, junto a un fortísimo aplauso de sus fans, comienza a cantar “Memorias de la carretera”, seguido de “Bienvenidos”.
Tampoco faltó el humor a lo largo de todo el concierto. Miguel nos contaba que la Orquesta podría llamarse en ese momento la Orquesta de la Axerquía, debido al lugar donde estaban tocando; sin embargo, conocedor de la historia de Córdoba, nos cuenta que al lugar antes se le llamaba la Colina de los Quemados, y que ellos habían estado ensayando desde las 4 de la tarde, a pleno sol, por lo que el nombre más apropiado en ese momento sería la Orquesta de los Quemados. Tras esta pausa, continúa con “Directo al corazón”.
No podía faltar en el concierto una canción que hable de su tierra, y esta fue “Boabdil el chico”. Seguida de esta, una canción que puso a todos los fans a cantar con tanto entusiasmo que el granadino, durante el estribillo, apartó el micrófono de él para ponerlo hacia el público y que fuesen ellos quienes lo continuaran: “El río”.
Tras la energía desprendida durante esta canción, llega el momento de la emoción, o la rabia, mientras el artista dirige unas palabras contra el suceso de “la manada”; algún fan grita “No es no”, y él le da toda la razón. “En este tiempo que está claro que vosotras valéis más que nosotros, debemos seguir peleando porque nadie os diga lo que tenéis que hacer, sois libres, y no estáis solas”.
Dan comienzo estas palabras a “No estás sola”.
Al acabar la canción, el cantante reconoce haberse dado cuenta en este momento de que están cerrando el “Festival de la Guitarra”, y que entre más de 50 músicos sobre el escenario, tan sólo hay un guitarrista, José Nortes. Continúa hablando sobre quienes están en el hospital, quienes superan ciertas enfermedades, y dedica “Reina de la noche” a la sanidad pública andaluza. Sin pausas, le sigue “Un caballo llamado Muerte” y, cabalgando entre ritmos de rock y ritmos de balada, “Todo a pulmón”, la cual hace levantar al público entero para aplaudir dinámicamente. A continuación, “El blues del autobús” no falla para poner a alguien a pegar saltos.
Una breve pausa es necesaria para Miguel Ríos, que admite que “a ciertas edades es necesario miccionar con cierta constancia”
, por lo que deja la labor de entretenernos en manos de su pianista, el cual nos comenta que su momento de gloria llega siempre gracias a la próstata de Miguel. Este, sin demorarse más, canta una canción de toque humorístico: “Estoy gordo”.
Finaliza esta canción y regresa el cantante con “Antinuclear” y las pilas cargadas.
“Esto es rock sinfónico, el intento de unir las dos músicas y, si pueden, bailen…” comenta antes de seguir tocando. “El sueño espacial”, “El rock de una noche de verano”. Y continúa con una declaración de amor a la música del siglo XX, un “popurrí de rock sinfónico”, “Medley Rock And Roll”, durante la cual, la energía que irradia a sus 75 años, no deja indiferente a nadie. También tuvo protagonismo una violinista a la que Miguel le acercó el micrófono para que ella realizara un solo de violín.
Tras un descanso de varios minutos, continúa la música con “En la frontera”, “Santa Lucía” y “Vuelvo a Granada”. Pide que el aplauso que se le estaba concediendo a quienes había sobre el escenario, se expanda a todos quienes forman el espectáculo: técnico de sonido, de monitores, director de producción, managers, etc.
No faltó en la noche el asomo de su ideología política justo antes de terminar el show con el “Himno de la alegría”, que el cantante vio necesario tocar “ahora que el temible espantajo del fascismo aparece disfrazado de supremacismo”
.
Con el fin de esta canción, llega el fin de la noche en la Axerquía y, de su mano, el fin del Festival de la Guitarra un año más. Miguel Ríos junto a los Black Betty Boys se ponen al frente del escenario para saludar y despedirse, acompañados, posteriormente, de la orquesta entera.