Tiene mérito reunir en un disco un cúmulo de sensaciones dispares y a la vez creíbles como las que la cantautora Meritxell Naranjo desnuda en Cero.
Adornadas de forma algo teatral y donde la lírica a veces se muestra de forma recitada las canciones muestran una foma descarada de sacar cosas de dentro.
A veces cómica, otras insinuante te pilla totalmente con la defensa baja cuando saca a relucir una sensibilidad realmente asombrosa. Sólo hay que escuchar Pequeño salto y esa unión casi imposible mensaje-musicalidad para entender lo que me refiero.
Destacar además esa capacidad reafirmante, sobre filosofías de valorarse y querese a sí mismo, Mi vida es mía junto a fantasías más propias de Alicia en el País de las Maravillas con La Reina de la Panacea.
Por buscar algún símil a veces me recuerda a Mürfila en canciones bien construídas como Dos o Te pido perdón.
La experiencia de un intenso curriculum de actuaciones en salas y bares puestos en un disco donde, seguro que en menos intensidad que en el directo, pero en suficiente medida para imaginarla en las distancias cortas.