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Marlango haciendo guirnaldas con mil palabras

Poradmin

Dic 14, 2014

Fibes acogía el viernes a Marlango, un grupo formado por obra y gracia de un pianista algo peculiar y una actriz que decidió pasarse a los escenarios micrófono en mano y bendita la hora en la que se les ocurrió llevar a cabo la idea. Las diez de la noche. Comienza el espectáculo.



Llegó el beso, sin olvidos ni amaneceres, tan sólo El Porvenir que nos guiaba sin perder el rumbo y con los pies entaconados hacia Exquisita. Al piano Alejandro Pelayo. Entendimos a la perfección sus ritmos y versos, no queríamos marcharnos, aquello acababa de comenzar y estábamos calentando motores con Puede. A la guitarra Javier Peña. Llegó ese temazo que pone la piel de gallina y haciendo guirnaldas con mil palabras nos deshicimos con Dame la razón. Al bajo Manuel Bagües. Llamamos a esa madre de dioses y dama de lluvia, La luna que nos iba susurrando con su dulce voz. A la batería Gonzalo Maestre. Alejandro Pelayo tomó las riendas y nos presentó una de esas canciones en inglés de sus inicios, de hace muchos años. A la voz, aunque no hizo falta presentación, Leonor Watling.

 

Chasqueamos los dedos, algunos mejor que otros, para acompañarles en De madrugada. Subimos y bajamos nuestro coro particular sin nada que esconder pero con mucho que decir Al borde del abismo para quedarnos solos con Alejandro y Leonor que nos regalaron ese Vete de Los Amaya que han hecho suyo en una versión que enamora a cualquiera. Se nota que llevan muchos años en esto, son seis discos ya los que han sacado juntos y la complicidad que tienen sobre el escenario es digna de ver. Además, como se habían animado con esto de las versiones nos deleitaron con un Via con me de Paolo Conte al que siguió ese When I’m sixty-four de McCartney.

 

Sí que hubo algunas sillas vacías y luces parpadeantes, pero nuestros suspiros eran solo halagos hacia Leonor y los suyos en Todo es tan importante, a la que siguió esa sed que no termina de Si yo fuera otra para encerrarnos en el abrazo que su cálida voz nos ofrecía en Te vas. Prometimos ser ligeros como la brisa en Semilla negra y llegar al principio del fin con Lo que sueñas vuela.

 

Pero claro, aún quedaban los bises, no podía ser de otra forma… Y tras pequeñas discrepancias sobre el escenario, siempre en un tono jocoso y muy familiar, comenzaron la recta final con su Dinero, un temazo que en el disco comparte con Bunbury y que es de lo más pegadizo. No podían irse de esta tierra sin cantar Ay pena, penita, pena y despedirse con un par de temas de sus discos antiguos en inglés cerrando así una noche divertida y llena de buena música en la que salimos con ganas de volver a verlos pronto por aquí

 

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