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Mark Olson, mitad de los Jayhawks en Madrid.

Poradmin

Nov 9, 2015

Mark Olson siempre será la mitad de los Jayhawks, cabezas visibles del movimiento alt. country que, a principios de los noventa, revitalizó la música country inyectándole una justa dosis de lirismo pop y energía punk, y alumbró el camino para la posterior explosión del sonido americana que tan popular fuera por estas tierras hace unos años.

Junto a la “otra mitad” del grupo, el también cantante, guitarrista y compositor Gary Louris, Olson grabó dos de los mejores LP’s del rock americano de los noventa: Hollywood Town Hall y Tomorrow The Green Grass, pero de eso hace ya 20 años. En 1995 las tensiones creativas entre los dos líderes forzaron la salida de Mark de los Jayhawks y, pese a que su nombre siempre irá inevitablemente ligado al de la banda, el de Minneapolis no ha estado precisamente quieto las últimas dos décadas.

Mientras el resto de los Jayhawks seguían adelante sin él (facturando discos tan notables como Rainy Day Music hasta su disolución en 2005), Olson formó los Original Harmony Ridge Creekdippers junto a su esposa Victoria Williams, con quienes editó seis discos. Tras su ruptura con Williams Mark siguió girando y grabando discos en solitario tan sobresalientes como The Salvation Blues e incluso encontró tiempo para protagonizar una fugaz reconciliación con Louris, que produjo un disco a duo en 2008 y acabó catalizando una reunión de los Jayhawks clásicos al completo. Sin embargo, tras la edición del prescindible Mockingbird Time de 2011, la historia se repitió y Olson y sus cuatro compañeros volvieron a seguir caminos separados.

Este mes Mark ha regresado a España para presentar Good-bye Lizelle, nuevo LP grabado junto a su actual pareja, la noruega Ingunn Ringvold, que supone otra vuelta de tuerca a su sonido. Debido a los problemas de Ingunn con su visado norteamericano, en 2011 el matrimonio se vio obligado a abandonar Estados Unidos y ha pasado la mayor parte de los últimos cuatro años viviendo en Armenia. A lo largo de este tiempo, Mark e Ingunn se han zambullido de lleno en las sonoridades de la música tradicional de este país, que impregnan los surcos de este nuevo disco, imbuyendo el clásico sonido country rock de Olson de texturas caucásicas e instrumentos exóticos.

Para acrecentar aún más el componente multicultural, la pareja cuenta con la participación del armonicista español Juan Blas Becerra en las 16 fechas de esta gira, que recaló el pasado miércoles en la madrileña sala Clamores. La afluencia de público fue bastante escasa, pero Mark es perro viejo y supo vadear el temporal para transformar la frialdad de una sala prácticamente vacía en la cercanía y complicidad de un concierto íntimo entre amigos, en el que abundaron las bromas y confidencias con el público.

El recital, dividido en dos pases, arrancó con una animada lectura del “Pray For Me” de los Jayhawks y a partir de ahí fue alternando viejos clásicos del repertorio de su banda madre (“Blue”, “Over My Shoulder”, un “Two Angels” con un severo lavado de cara) y de su carrera en solitario (“Say You’ll Be Mine”, “Walking Through Nevada”) con temas del nuevo disco (“Running Circles” o la preciosa “Cherry Thieves”).

La armónica de Juan aportó un sutil colchón mientras Ingunn y Mark cambiaban constantemente de instrumento, haciendo que, pese a lo reducido de la formación, la música atravesara importantes cambios prácticamente en cada canción. Si en un tema Mark soleaba con su Fender Stratocaster por encima de los sinuosos acordes del teclado eléctrico de Ingunn, al siguiente ambos fundían sus angelicales voces en exquisitas armonías mientras Mark rasgaba un dulcémele de los Apalaches e Ingunn golpeaba un yembé.

El momento álgido de la noche (con permiso de “Blue”, atemporal himno del pop más pluscuamperfecto que Mark entona con el rictus serio de quien ha interpretado la misma canción cientos de veces pero que aun así sigue sonando tan emocionante como en la primera escucha) llegó con “Jessie”, sugestivo tema de Good-bye Lizelle con reminiscencias orientales en el que Mark marcó el ritmo tambor en mano mientras su esposa demostraba su destreza al qanun, un instrumento de cuerda armenio que conjuró un hipnótico efecto casi drone. Canciones como esta ponen de manifiesto que Olson no se conforma con repetir una fórmula que sabe que funciona y, a sus 54 años, sigue siendo un ávido explorador de nuevas vías de expresión musical.

Tras poner fin al concierto con una desgarradora “Clifton Bridge”, Mark bajó del escenario para firmar discos y charlar amablemente con quien quisiera abordarle. Puede que el otrora joven geniecillo de la música americana ya no llene grandes salas como su antigua banda, pero su perpetua sonrisa le delata como un hombre enormemente feliz, agradecido de poder vivir interpretando la música que le apasiona acompañado de la mujer que ama, y eso es algo que no puede comprarse con todos los discos de oro y royalties del mundo.

 

Fotografías: Olivia LH

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