Está claro que disco tras disco Mark Knopfler se ha ido distanciando de la música que hacía con su banda, y que quizás ahora llegue a un público más reducido. Lejos quedaron aquellos treinta millones de copias del “Brothers in arms” porque quizás el folk le haya ido ganando terreno tanto a él como al pop que caracterizó a aquel chaval de cinta en el pelo y muñequeras, y quien ya en su último disco en compañía, el imprescindible “On every street”, dejó claro que le importaba mucho más la libertad de hacer lo que le gustaba que las exigencias comerciales.
Y reconozco que no me gustó este “Tracker” del todo la primera vez que lo oí, hay canciones planas y aburridas, en contraposición de auténticas joyas como ”River Towns”, todo un himno a la soledad, con el nostálgico saxo como acompañamiento, o “Laughs and jokes and drinks and smokes» que tanto recuerda a “Irish Boy”. Y reconozco también que Mark Knopfler no sabe que juega con mi casualidad, y que a veces, muchas, sus canciones se entrelazan con mi vida y me guiña un ojo. Fue el primer single de este “Tracker”, el que desató mi caja de Pandora. Hablaba de otra especie de “Lady Writer”, Beryl Bainbridge, una novelista libre, hecha a sí misma, valiente y luchadora de Liverpool que quizás, tuvo que fallecer en 2010, para que la reconocieran, porque nadie creía en ella, ni siquiera su editor. Y llegó Knopfler para reconocerla con una canción perfecta, la que más recuerda a Dire Straits. De nuevo la literatura marca las historias que suele contarnos en sus canciones, que es algo que ocurre a menudo. Ya pasó en “Telegraph Road” con “La bendición de la tierra”, de Knut Hamsun, con el “Sailing to Philadelphia” de la novela “Maxon y Dixon” de Thomas Pynchon, sin contar las notas escritas por el novelista americano Richard Ford en este “Tracker”.
Toques de celta, jazz, country y folk, que recuerdan en cada escucha, tema a tema, a todos los temas de siempre. Un disco que hay que escuchar varias veces para ir haciéndose con las melodías, que necesitan tiempo, y que necesitan también que uno se acostumbre con esfuerzo, a echar de menos los maravilloso solos de guitarra a los que nos tenía acostumbrados aunque asome en algunas ocasiones casi, con cuentagotas, como ocurre en “Terminal Tribute To”, un regalo para los que tengan la edición especial “de luxe”. Temas producidos, como casi siempre, por Knopfler y Guy Fletcher y grabado en los British Grove Studios de Londres.
Once canciones inspiradas en varios temas, con el habitual estilo narrativo de Mark, irónico y preciso, definiendo escenas de la vida real, como indica Richard Ford en las notas antes mencionadas, “Con frecuencia, una canción de Mark Knopfler no es tan diferente a un cuento corto”. Ocurre con el caso de “Basil”, dedicada al periodista del “Evening Chronicle”, Basyl Bunting, quien siempre prefirió la poesía a los artículos. Una de las pocas canciones en las que asoma la guitarra de Knopfler al final. Una canción precedida por el sonido de una mandolina. Curioso.
Le gusta cantar acompañado, el último tema, el número once, “Wherever i go» lo interpreta acompañado del saxo y de la voz de Ruth Moody como en su día hizo magníficamente con Emmylou Harris, y se le nota que le inspira conocer personas, como la deliciosa “Long cool girl” y viajar, y la carretera. Knopfler nos traslada, con su guitarra con slide, a Sicilia con “Lights of Taormina” asegurando que tanto ese corte como “Silver Eagle” han surgido de viajes por Europa, Estados Unidos, y por su propia vida. Incluso el mismo título del disco, “Tracker”, indican el esfuerzo por encontrar su propio camino, que debe estar lleno de historias para ser contadas y que todos esperamos escuchar. De momento, disfrutemos de este disco, y démosle tiempo, porque lo merece.