Nadie queda indiferente después de escuchar veintiuna canciones de Maga en su bienamada Sevilla. Con una presentación previa del concierto en un escenario adyacente, el vocalista del grupo repasó con nosotros los inicios de su trayectoria, sus fuentes musicales, la artesanía de sus obras y el explícito mimo que se aprecia en cada una de sus piezas. Remarcaron que lo importante detrás de cada disco son las “ganas de volver a hacer canciones”, porque sin autenticidad este grupo no trabaja. No engaña. Recuperar y ofrecer calidad son las premisas que han guiado toda su carrera artística y para nosotros, sus oyentes, su palabra está más que cumplida.
Esto fue un aperitivo de la espléndida puesta en escena que tenían preparada. Comenzaron con “Astrolabio” y añadieron temas de todos sus álbumes como “Cuando nadie me escriba”, “La noria”, “Silencio” “Juego” o “De Plata”. Entre ellas el grupo contó alguna anécdota como el porqué del nombre de los discos blanco, negro y rojo o el motivo subyacente a la canción “La casa en el número 3”, tema que esconde un recuerdo a la casa del poeta Vicente Alexaindre.
Durante todo el concierto se mantuvo una atmósfera excitada, pero hubo algunos momentos reseñables por alcanzar un precioso clímax, como cuando Miguel se bajó del escenario y cantó en mitad de la pista (solo armado con su guitarra) “De Plata” en alabanza a Cádiz. Con esta intimidad lograda, no quiso renunciar a la conexión que había obtenido con el público, así que, en lugar de regresar al escenario principal, Miguel se colocó en un pequeño escenario del flanco derecho mientras que sus compañeros lo acompañaban desde la distancia con un ukelele y un tambor. La sensación de un concierto envolvente hipnotizó a todos los presentes, que bailaban sus ojos de un escenario a otro, dejándose sentir parte.
El concierto tocaba a su fin con las canciones más esperadas del grupo. “Báltico”, “Por la tarde en el frío de las tiendas”, “El ruido que me sigue siempre”, “Diecinueve” y la maravillosa “Agosto esquimal” cerraron una noche frenética encuadrada por focos fríos y contraluces que invitaban a tomar aire. Tomar una bocanada densa y refrescante de música cómplice en la ciudad que los vio nacer. Su último tema levantó las pasiones de los asistentes y, literalmente, hizo temblar el suelo bajo nuestros pies. ¿Quién se resiste a la pequeña esquimal?