Horario atípico pero no desacertado para un concierto en jornada dominical ya que era aún por la tarde cuando la Sala Malandar de Sevilla nos recibía con espectación y cierto suspense ante el anunciado concierto de Los Toreros Muertos que surgieron en los 80 de la cacareada Movida pero que andan dando conciertos puntuales desde hace algunos años.

De telonero el gaditano Luis G. Lucas con su banda que amenizó con letras y actitud divertida la espera.

Y a escena Los Toreros Muertos. Parafernalia escénica con multitud de detalles variopintos en atuendo y un maestro de ceremonias, Pablo Carbonell, que ejerció como tal. El show es un viaje al pasado con los idénticos baluartes de transgresión (no sólo encerrados en las letras sino en los comentarios entre canciones del propio Pablo), surrealismo y desvergüenza que desde sus inicios les caracterizaba.

Las canciones descontextualizadas en cualquier otro lugar cobran vida y sentido durante el propio concierto. De esta guisa, Yo no me llamo Javier, Manolito u On The desk por nombrar algunas de las más conocidas tuvieron su caldo de cultivo adecuado con una escenificación de serpentinas, patadas al aire y ataques de transitoria locura que el público acogía con asombro y entusiasmo.

No podía faltar y no faltó la genial Mi agüita amarilla ni faltaron apalusos y sonrisas de oreja a oreja cuando inevitablemente llegó el final.