Mientras que la mayor parte de los grupos de este país llegan a Madrid para cerrar sus giras, con el repertorio ya engrasado, Loquillo decidió abrir esta segunda parte de su tour en la capital, retando al personal y desafiando los tópicos. Y, aunque se notaron pequeños desajustes, sólo Loquillo es capaz de “marcarse un farol” de ese tipo y salir victorioso.
Escoltado por Jaime Stinus e Igor Pascual a las guitarras, Laura Gómez Palma al bajo, Mario Fueyo a los teclados y Laurent Castagnet a la batería, Loquillo dio un buen repaso a su último disco, “Balmoral”, así como a su producción más reciente. No faltaron tampoco los clásicos, desde la políticamente incorrecta “La mataré” a la icónica “Cadillac solitario”.
Aunque el concierto comenzó de forma reposada, con las guitarras de Stinus y Pascual más contenidas de lo habitual, dando más presencia a los teclados en canciones como “Por amor” o “Hijo de nadie”, pronto se vio que el vasco y el asturiano son piezas claves en la propuesta del Loco. Sorprendió también el buen humor del cantante, quien inundó el teatro con su sonrisa, a pesar de pequeños fallos de repertorio que éste solventó con gracia. Un espacio como la Joy Eslava es perfecto para José María Sanz, que dio rienda suelta a sus dotes como actor, clavando una noche más el personaje de Loquillo. Pequeños guiños, golpes de micro, pasos de baile, chasquidos de dedos, miradas desafiantes…todas sus armas teatreras dieron juego.
Con el tema “Dispararé”, grabado junto al Columpio Asesino, Loquillo abrió la fase más “dance” del concierto, en la que los ritmos de la batería y los sintetizadores inundaron la sala, que por un momento se convirtió a una pequeña pista de baile, con bola disco incluida. “Arte y ensayo” y “Sol” continuaron por esa senda, que recordó a los Depeche Mode más accesibles, y en donde Igor Pascual demostró ser un showman de estilo glam más que solvente. Resultó curioso también como Loquillo cedió protagonismo escénico a los guitarras para que se lucieran con sus solos y sus juegos. Quizá la edad ha restado ego al cantante.
Con “Rocanrol actitud”, “El rompeolas” y “Cadillac solitario” Loquillo cerró la actuación, victorioso ante el envite de la capital, que se rindió a sus dos metros de altura y a sus inmensurables canciones.