Quizás tenga duende, o esa magia innata que solo tienen los que saben colarse en tu alma, pero la verdad es que Lole canta para que mi alma se detenga. Y después, están sus ojos. Y después, “Un cuento para mi niño”.
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La noche se abrió con esa canción, hermosa donde las haya, perfecta, inmensa y maravillosa, que parece que fue escrita para que Lole, con su voz de plata, la cantase. Una Lole vestida de negro a oscuras, nos dejaba el corazón detenido a los que llenábamos el sevillano Teatro Quintero, tras oír seguidamente, otra de sus canciones míticas “Dime”. Nadie canta como ella, con el corazón, el alma y la sangre, y no importan ni los años ni los pesares, Lole sigue cantando igual que aquella que se asomaba a la ventana del disco «Nuevo Día», con esos cuellos imposibles, coleta y pañuelo al cuello. La Lole de la transición, de la libertad, del rock andaluz y del romero verde, la Lole de mi infancia, mi adolescencia y mi madurez, la de los poemas de Juan Manuel Flores y el compás. La que canta en árabe por bulerías.
Acompañada de Manuel y Ricardo Moreno, a la percusión y la guitarra, Jerez y Lebrija, Lole se toca la cara, bebe agua, canta por alegrías y le canta a los recuerdos, “desprecia los rincones donde nacen los recuerdos”, porque esa noche todo fue un recuerdo, como ella misma indicó al anunciar una bulería por soleá por todos conocida. Y llegó “Nuevo Día”. Y de nuevo certifiqué, de la misma manera que el público, quien rompió en un aplauso sentido y duradero, que Lole, canta con el alma.
Salió Alba Molina, muy guapa vestida de azul, muy alta, quedándose a solas en el escenario solo acompañada del guitarrista, interpretando un par de temas, incluida una particular versión del “Bésame mucho” permitió que Lole, cambiase el registro y nos preparase para escuchar canciones de siempre en una voz única. Canciones, como decía ella, “Que se llevaban años ensayando en Madrid, que las oía por la radio, en distintas voces y que estaban llenas de mensajes románticos”, y sonó “The way we were”. Barbara Streisand se sorprendería escuchando tan maravillosa y original versión en una voz tan flamenca y diferente.
Le siguieron “Love Story” y un bolero por bulerías, que bien podría ser considerado un palo del flamenco, de Don Antonio Machín, “No me vayas a engañar”.
Y llegó el “Romero verde”, otro de sus temas más representativos, cantando magistralmente acompañado de la conexión del público y un fin de fiesta por bulerías, incluyendo una pincelada a aquella Lola que se iba a los puertos dejando la isla, sola.
Lole tiene algo que transmite, será porque como Janis, como Aretha, o como Billy, canta con el alma y afortunadamente, aún lo tiene para que disfrutemos noches como las vividas en el Teatro Quintero llenas de olor a flor del romero verde.
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