Y es Lapido y su banda (a la cual haría mal obviando) un ejemplo en la música de honestidad, buena composición y rock. En los tres casos y en mi humilde opinión suponen 3 adjetivos quasi piropos en un tiempo que nos toca vivir mediatizado y lleno de golpes de efecto.
Por eso, y sin quitarse la camisa ni pelotear al público de turno, en el Nocturama disfrutamos de un concierto de distintas fases que Lapido abrió con Nadie supo decirme la verdad y continuó con Algo Falla. Las primeras sensaciones es que lo melódico de la audición en el disco daba paso a un aire rockero y eléctrico agradecidoy un sonido impecable en el siempre fantástico marco del Monasterio de la Cartuja.
Lapido sudó lo suyo y presentó temas como 40 días en el desierto que encajan maravillosamente en su registro y discografía. Personalmente lo sincero y auténtico me convence y para cuando El ángel decida volver en La antesala del dolor yo ya estaba más que contagiado de ese vaivén de frases en las que asientes junto a esos sonidos de guitarras y teclados (grande Raúl Bernal) con los que acompasar el esqueleto.
A eso faltó añadir el obligado guiño a 091 en Zapatos de piel de caimán y un segundo y postrero bis con La hora de los lamentos y el dios de la luz eléctrica para reafirmarnos en la que ya pensábamos…lo bueno si es bueno, sin luces de neón,…sigue siendo bueno.