El pasado sábado, el Teatro de la Maestranza de Sevilla, repleto, se vestía de gala para recibir a una de las leyendas vivas más importantes del jazz, el pianista, el maestro Chick Corea, que traía a la capital hispalense la gira de presentación de su último disco, acompañado por una banda de excelentes músicos, The Vigil, de mismo nombre que el disco.
The Vigil está formado por unos virtuosos músicos de jazz, con una profunda raíz latina gracias a la presencia en las percusiones de Luisito Quintero y al contrabajo de Carlitos del Puerto. Con el increíble Tim Garland en los vientos, Marcus Gilmore, nieto del mito Roy Haynes, en la batería y Charles Altura a la guitarra. Un joven ejército de veteranos en el Olimpo del jazz para aceptar la misión, el reto de Chick Corea: recorrer las distintas travesías de la fusión en el jazz. Esa fusión en la que Chick Corea lleva experimentando desde hace años, creando un lenguaje propio, un estilo reconocible al instante, un “universo Corea”.
Y así sucedió el concierto. Pasados unos minutos de las ocho y media de la tarde las luces del teatro se hacían más tenues y los héroes salían a escena. Un concierto de alto nivel. Una panacea de texturas y de estilos donde hubo lugar para improvisaciones rítmicas frenéticas de la mano de Luisito Quintero y Marcus Gilmore, reyes del ritmo, en formato trío con el pianista estadounidense, homenaje a Bud Powell con la versión de su Tempus Fugit, piezas con tintes más flamencos, incluso tangueros. La conexión entre unos músicos excelentes, que asumen con gallardía su rol, es inmejorable. Tim Garland era un ave salvaje, capaz de sobrevolar sobre el acompañamiento de sus pares en cada solo, la guitarra de Charles Altura era elegante y precisa, y Carlitos del Puerto explotaba la magia de las yemas de sus dedos. Chick Corea… de fantasía, en su nivel habitual, siempre sorprendente, el genio que frota la lámpara una y otra vez sin agotar los deseos… El espéctaculo ofrecido: soberbio, elegante, eficaz.
El aplauso, rotundo y unánime, duró minutos tras el cierre sublime del concierto, con la esperada Spain y una improvisada breve vuelta, fuera de programa, ante la aclamación del público tras el primer (y en principio único) bis.
Tras el concierto, los músicos de The Vigil, en un gesto enorme de amabilidad, recibieron, saludaron y compartieron sensaciones con los seguidores más fieles, tanto en el propio escenario como en la entrada del Teatro de la Maestranza. Todo un lujo tratándose de profesionales de tan alta enjundia.
Chick Corea y los músicos de The Vigil brindaron una noche de magia musical, de virtuosismo y constante renovación. En eso consiste la propuesta musical de Chick Corea, en este mundo que es la música, uno de los maestros, durante años y años, a los que hay que venerar y agradecer sus visitas a nuestros escenarios.
Fotografías: Antonio Andrés Arispón Paco