Noche de aforo completo y mucho humor la del penúltimo jueves de agosto en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Antes de la apertura de puertas eran ya ostensibles las altas expectativas que se habían generado en torno al concierto de los cantautores de Isla Cristina, Miguel Ángel Márquez y José Félix López, Antílopez y su “chiripop absurdo depresivo”. Una fila interminable de gente se extendía, no solo frente al portón del monasterio de la Cartuja, sino doblando incluso la esquina.
Habiendo ya caído el sol, con la curiosa luna sevillana echando un ojo entre los campanarios cartujos, salían al escenario los teloneros Mundo Chillón, en formato dúo, guitarra y cello. Rápidamente consiguieron hacerse con la atención de una audiencia, que pese a ir, a priori, a ver principalmente a los Antílopez, contaba también con muchos seguidores de las canciones de Pedro Chillón. Su humorística caricatura paródica-esperpéntica de la realidad, a través de varios estilos transitados naturalmente y sin frontera alguna (tango, swing, vals…) encendieron e hicieron reír al público durante casi una hora. Musicalmente, una sinergia guitarra-cello que recordaba la música de los años 40 del siglo pasado.
Algo más de las once de la noche y salían a escena los Antílopez, entre vítores y aplausos. Tras unos minutos de saludo, charla, presentación y risas, abrían fuego con la rockera “Cantautores Suicidas”. Desfilaron el coreado reggae “Musa en Paro Busca Poeta”, la rebelde “Arizona Wifi”, historias de bares cuando la noche está más cerca del sol de la mañana siguiente que el del día anterior con “Le habla el Sunshine”; estrenaron un nuevo tema “Mi canción”, “El tipo de persona que me da coraje” (montado el cañí tablao improvisado, con Félix bailando como un Michael Jackson gitanito de Jerez),“Prefiero”, la crítica “Hijos de España”, la realista y conmovedora canción del mariscador y su hija,“Carta pa mi Chari”; la sátira al esclavismo tecnológico y los problemas de comunicación que éste provoca,“Analfanauta”; y la ácida y genial “No vale lo que quieren cobrar”.
Tras emprender por primera vez camino hacia camerinos, protagonizaron el regreso para los bises, irrechazables ante la incesante aclamación popular. “Harto de estar harto” y una acelerada y pletórica “Una vez visto”, con el estribillo de “La gatita presumida” incluido, cerraban una noche increíble disfrutando de la grandeza de lo sencillo: dos guitarras, dos buenas voces, buenas canciones, mucha perspicacia y sentido del humor.
Mordaces e irónicos, elocuentes, rompedores, ácidos, derramando arte, ingenio y locura a borbotones. Con un cuidado tremendo de las texturas, las guitarras casadas a la perfección, las dos voces entrelazadas genialmente. Un trabajo espectacular, de alto nivel, con una magia del directo imposible de registrar en ningún estudio de grabación.
Un show completo, circense, operístico, callejero y universal. Lleno de guiños y sin lugar a un solo altibajo en la intensidad. Una vanguardista fiesta tradicional con la que Antílopez conquistó Sevilla una vez más. Una vez visto (y comprobado), Antílopez vale lo que quieren cobrar.
Fotografías Antonio Andrés