El polifacético artista apodado como «Babas» y al que hemos conocido fundamentalmente como escritor musical se adentra en una nueva aventura discográfica donde sacar sus propios sueños a flote en embarcaciones musicales variopintas que van desde el rock a otras músicas populares.
Con rock comenzamos a familiarizarnos con la peculiar y agrietada voz de Kike en Los meses de erre para inmediatamente pasar a Cenicienta dijo basta donde pasamos de la fábula a la realidad con el contrapunto vocal de Esther Cabello y sección de viento incluída.
Con 100 años de soledad toca ponerse serio. Letra y música lenta cruzada por sonidos de acordeón que acentúan la tristeza y el sentimiento de la pieza probablemente más íntima del disco, justo la que precisamente no parece un sueño.
Una relación de sumisión en Carlitos y su gitana que bien pudiera firmar Nacho Vegas deja a paso a un piano que abre Vis a Vis, la historia carcelaria que no hace mucho escuchábamos en voz de Leiva y que aquí se muestra aún más desnuda y cercana.
El coqueteo entre ritmos latinos y la guitarra eléctrica se hace palpable en Ángeles a la que sólo le falta la colaboración de un Dj para que terminara de tener esa formación que tan de moda se ha puesto en las radiofórmulas habituales.
Las curvas de mi barrio sirve para homenajear su madrileño barrio de Hortaleza y sus vivencias desde niño y vuelvo a disfrutar con el sonido del piano que adereza la lírica El jardín del Edén.
Una voz personal y una colección de canciones también personales a las que dotarlas en su medida exacta con el acompañamiento que éstas, por sí mismas, piden.