Pero fue, sin duda, “As I Slither” la que me enganchó definitivamente al recital de los de Montreal/Quebec. Si el show había ido ascendiendo en intensidad paulatinamente, con este trallazo del “Serenity In Fire” se disparó. Cierto que sonaba más crudo que otros, pero la agresividad intrínseca desaforó los ánimos más sobrios y consiguió una gran acogida por parte de una concurrencia que aprovechó para retomar el moshing y el stage-diving.
El problema es que pienso que la intensidad se diluyó en algunos tracks de la parte central de setlist. El recital no sería tan lineal como lo fue el de Krisiun, sino que se sentirían altibajos en la energía del espectáculo y el ardor con el que los cuatro canadienses tocarían estas canciones.
“At The Edge Of The World”, por ejemplo. Con una carga melódica que superó la energía que los propios Olivier Beaudoin y Stéphane Barbe imprimían con la base rítmica. Pegadiza, sí; pero densa para este concierto.
Y algo parecido resultaría con “Taking The World By Storm”. Eso sí, la voz de Maurizio (así como su actitud muy receptiva siempre con el público) no perdía un ápice de presencia ni de su textura desgarrada.
Remontaron en “Blood On The Swans”, aunque eché de menos unas guitarras más potentes que exaltaran los riffs de cadencia más pesada. Aunque en esta particularmente, Olivier se marcó una batería enorme.
Además, le sirvió al propio sr. Beaudoin como prolegómeno al drum-solo que también hizo. Y, al igual que Max Kolesne, no muy largo ni recargado. Sobrio e inspirado, no estuvo mal.
Pasábamos la mita de la actuación y se redundaba en “Serenity In Fire” con la propia “Fire”. Las sensaciones que comentaba creo que no eran cosas únicamente mías. Durante un rato estuve viendo a gente cantando, moviéndose y en actitud muy dinámica, y luego todo eso pareció ir perdiéndose en parte. No es que la gente se aburriera (supongo), pero sí que hubieron instantes de mayor tedio.
En cualquier caso, supieron rehacerse. “Fire” contribuyó siendo una canción más directa y atractiva a la escucha. “Blood In Heaven” lo reafirmó, a pesar de unos notables incidentes técnicos que hicieron cambiar varias veces de micrófono a Maurizio en pocos minutos. No pasó de ahí y fue solamente esta “Blood In Heaven” la que se viera mermada con vaivenes en sus guturales letras.
Pero la banda consiguió un nuevo momento álgido dentro de su concierto cuando cayó “Kill The Elite”. Presentada por M. Iacono con mayor énfasis que las demás, se la aprecia como el tema estrella de este último “Waiting For The End To Come”. Fulminante a la hora de recargar los ánimos y las energías de los fans. Estos se entregaron a la banda, en lo que se preveía una media hora restante (más o menos) muy interesante.
La energía fluyó por la acogedora sala e impregnó a los asistentes, invitándolos a rehacer el circle-pit y montar una buena juerga en las inmediaciones del escenario (incluyendo algunas cervezas que acabaron volando).
Y luego llegó el turno para una “Prevail” que sonaría la más extrema de entre las tocadas por los canadienses. De su álbum homónimo y con los tres músicos totalmente embrutecidos, Maurizio terminó de componer el cuadro con sus voces más rudas.
“Iron Will” y un “Elevate” que sonó sencillo y penetrante como si de un single se tratara (y de hecho lo es) terminaban con el grueso del setlist de Kataklysm. Un show con momentos crecientes y decrecientes en cuanto a ímpetu por parte de la formación y la propia música, pero que, visto en su totalidad, creo que resultó muy satisfactorio: las cosas positivas superaron con creces a cualquier aspecto negativo (mucho más puntuales). Aunque sí reconozco que hubieron momentos donde el sonido se me hacía más europeo (me recordaba a según qué bandas de Swedish Melodic Death Metal) y eso me gustó.
En fin, que la banda se marchó por unos instantes y regresó al poco para los bises. Un encore a base de “In Shadows And Dust”, “Crippled & Broken” y “The Road To Devastation”. Las dos primeras enganchadas para no dar tregua a los headbangers de la sala, en unos minutos de música fulgurante y demoledora. Esto reafirmaba el hecho que de Maurizio y los suyos no podían marcharse dejando sensaciones ambiguas. Ellos eran nada menos que Kataklysm y tenían que hacerse valer ante una legión de aficionados que, muchos de ellos, corearon los estribillos y hasta temas completos.
Un final, por tanto, que valió la pena y dejó el listón a un gran nivel, pese a todo.
Creo que valió realmente la pena acercarse a la Sala Fussion de Massanassa para deleitarse con estas tres grandes bandas porque, si eres aficionado al Metal extremo, ¿dónde ibas a estar mejor que aquí?
Nos vemos en la próxima.
Salud!