El grupo alicantino formado allá por la década de los 90 sale a la superficie con un trabajo apto para amentes de una lírica conceptual, muy personal con recurrencia de matices tétricos y destructivos.
Si la música nos parece amable con que dirán mis fans donde reflexionan en clave apocalíptica del fenómeno rock-star, sólo será un espejismo pues la suma de guitarras y sintetizadores se vuelve una especie de montaña rusa donde nada es predecible.
Buenas melodías y riffs en ocasiones, sirva La canción del invierno de ejemplo, y un catálago en cuanto a producción notable al servicio de composiciones llenas de soberbia premeditada Por no estar o jugar con la ficción con naturalidad como ocurre en el octavo pasajero, para esbozar un disco muy particular, apto para minorías cualificadas.