Nocturama. 18 Agosto
CAAC (Sevilla)
Por Jose L. Rodríguez-Mera Rguez.
Fotos: Lidia de Dios
Dos maneras de entender la música, próximas en su origen (electrónica, importancia de la ironía y el humor en las letras…) pero muy distintas a la hora de mostrarlo al público. Los conciertos de Hidrogenesse y Los Ganglios pusieron a los asistentes ante dos propuestas muy personales que no dejan indiferente a nadie.
Genís y Carlos, Carlos y Genís llevan ya más de una década con Hidrogenesse, los Sparks españoles, un grupo único y que, sin duda, nos ha dejado algunas de las mejores canciones del pop español de los últimos años. Tenía mis miedos ante la propuesta en vivo del dúo, al que nunca había visto en directo. Si serían capaces de volcar todos los sonidos y efectos de sus discos al directo, si aguantarían un show de una hora en un escenario al aire libre (su propuesta encaja mejor en pequeñas salas) sin acabar siendo repetitivos y, lo que es peor, aburridos. Dudas despejadas. Hidrogenesse dieron un concierto redondo, haciendo un repaso a toda su carrera, desde la seminal Échame un kiki amor con la que cerraron el concierto (ojo, ¡la canción data de 1999!) hasta los temas de su muy destacado último trabajo, “Roma”.
Genís ejerció de perfecto maestro de ceremonias; embutido en un conjunto blanco de amplio escote y subido a sus habituales zapatos de tacón, llevó la voz cantante entre canción y canción, dando dinamismo y continuidad al “show”, además de dejando coger resuello al gran Carlos Ballesteros, una auténtica ametralladora soltando letras a la vez que ejercitando sus muy particulares pasos de baile.
Todo empezó con los acordes de Siglo XIX, seguida por Dos tontos muy tontos, donde destaca esa subida de voz al final del estribillo y que se adhiere al cerebro para siempre-eee (¿habéis visto “Inside out”? pues sabréis de lo que hablo…).
Como comentó Genís, la bella y la bestia sonaron una detrás de otra, con Elizabeth Taylor, oda al icono hollywoodense y su afición a sobrevivir a todos sus maridos, amantes y compañeros y El
Hombre de barro. Siguiendo el “ascenso de canciones bonitas” que comentaba Genís, sonaron dos clásicos del grupo como Vuelve conmigo a Italia y No hay nada más triste que lo tuyo, con sus caballitos pony. Y es que no hay nada más triste que los caballitos pony.
Los momentos de tranquilidad llegaron con la triste A-68 (la autovía que une Bilbao con Barcelona) y Cristopher, con la que recordaron su paso hace años por la añorada sala Obbio y donde Genís y Carlos teatralizaron el “reencuentro” entre Alan Turing y su único amigo, fallecido prematuramente, Christopher Morcom, toda una oda a la amistad. Que levante la mano a quien no se le erice el vello al escuchar el robótico “Alan, no sufras, estoy aquí”.
Muy destacable fue el momento de That International Rumor, cantada por Joe Gibb, de The Hidden Cameras, en “Roma”, pero que fue excelentemente suplido por un Carlos Ballesteros y sus arrítmicos movimientos. Un calentamiento para Disfraz de tigre, una de las más esperadas de la noche, con gente incluso disfrazada para la ocasión. Momentazo.
Un recuerdo a la máquina Enigma y ese genio incomprendido que fue Turing, al que Hidrogenesse dedicaron todo un álbum, dio paso a la recta final del concierto. Simplemente espectacular fue Aquí y ahora, mejorada sobre la versión del disco, que pese a bajar las revoluciones del concierto, sonó simplemente fantástica, con Genís “vocorizado” y Carlos bordando la interpretación más “petshopboysera” del grupo. La sorprendente reinterpretación del clásico Eso es el amor (sí, señor) y la mencionada Échame un kiki sirvieron de despedida de una banda necesaria y que aúna a partes iguales talento e ironía.
El aftershow de Los Ganglios fue, sin duda, el más seguido (y para mí, sorprendente) de la historia del Nocturama. La pequeña zona habilitada para el concierto se quedó pequeña ante la inmensa cantidad de público arremolinada junto al escenario para ver al grupo pacense. Y se desató
la locura: pogos, canciones coreadas voz en grito, bailes desenfrenados… una mezcla de Los Inhumanos más Siniestro Total más verbena de pueblo. Y sorprendente, porque reconozco que en ningún momento encontré la gracia a unas canciones simplonas, zafias y pretendidamente graciosas. Ni las letras ni la música despertó el más mínimo interés en mí.
Pero la verdad es que prácticamente yo era el único que no disfrutó de la actuación. Veía aquella locura desatada entre el público y no era capaz de entenderlo. Ni la aclamada LOL hizo que llegase a mover la pierna al ritmo chunda-chunda de la banda de Badajoz. No, definitivamente no es lo mío lo que hacen Los Ganglios.