Una banda de Metalcore desde Ohio, un quinteto con buena disposición sobre las tablas. En “Day By Day” se oía una dualidad de voces sobre unos ritmos duros y acompasados que daban un aspecto bastante fresco y juvenil a la música. Hubieron unos compases de guitarra hacia el final que no estuvieron mal.
Acabaron con “Hey Mister”. El principio era bastante duro y con una voz tremenda. Luego el tema se relajaba un poco, pero era un corte interesante en cuanto a poderío. Como le pasara al anterior, unas voces alternantes y algo de guitarra destacaban en la ejecución.
Pero pasamos rápidamente al Escenario 1 para ver qué era de Skid Row. Un nombre realmente mítico en el Hard Rock, sobre todo americano. Una banda vinculada a la figura de Sebastian Bach en sus años más gloriosos.
Nunca les había visto con anterioridad pero, ya que tampoco he sido un gran fan de Skid Row, esperaba ver un buen show para que me convenciesen a quedarme a verlos.
Los primeros acordes que se oyeron en el escenario fue el “(Hey Ho) Let’s Go” de los Ramones, mientras la formación ocupaba sus puestos.
El primer tema ya del concierto llevaba el mismo nombre que el oído como preámbulo. Desde el último trabajo, de 2.013, “Let’s Go”. La música era un clásico Hard Rock pegadizo, capaz de reunir a bastantes acólitos que menearan sus melenas al ligero viento que hacía en ese momento. Se puede decir que Skid Row es una banda paradigmática del género.
El corte primero se empalmó con “Big Guns”, el que daba inicio a su carrera discográfica. Las guitarras de Scotti y Dave se hacían valer en la incipiente tarde gala, con riffs muy tradicionales y el pertinente solo. Miles de gargantas secundaban la voz de Johnny Solinger en el estribillo y abrían apetito para un setlist que no duraba más de tres cuartos de hora. Supongo que para una banda con tanta historia, sus seguidores considerarían que se merecían algo más: tocar más tarde y más tiempo.
“Piece Of Me” mantenía el foco en el álbum debut de la banda. El quinteto no dejó de moverse por el escenario (bueno, el batería no), creo que intentando llenar el espacio y ofrecerse a todos los miles de fans que se juntaron para verlos. Sobre todo Rachel Bolan, el eterno bajista de la banda, con su cadena/cartílago que le une la oreja con la nariz desde hace más de 30 años.
La base rítmica hacía su labor, sin ser lo más destacado de la banda. Las guitarras y la voz tomaban más protagonismo en lo musical. No obstante, en cuanto a presencia sobre las tablas, Bolan destacaba como el que más y Rob Hammersmith no se resignaba a pasar desapercibido.
Y “Piece Of Me” enganchaba con “18 And Life”, como harían en el propio disco. Esto parece que agradó grandemente a muchos de los seguidores. La verdad es que “18 And Life” es una gran balada y sonó con mucho sentimiento. Parte de él, imprimido por los propios fans que ayudaban a Johnny a la hora de entonarla.
No sé cómo habría sonado Skid Row con Sebastian Bach a la voz. Seguramente mejor que Johnny porque a este último no lo vi a la altura de la fama del anterior. Yo no puedo opinar directamente pero lo que me dicen es que estoy en lo cierto.
De todos modos, creo que muchos dejaban apartados los prejuicios y deseaban echar un buen rato con la música de estos mitos del Hard Rock, donde tres de sus cinco miembros siguen siendo los originales, 35 años después.
“Riot Act”, del mítico “Slave To The Grind”, empezó con mucha energía y la mantuvo con unos ritmos muy acompasados y de factura genuinamente hardrockera. Incluyendo el punteo de Dave Sabo. También con estribillo pegadizo, se ve que agradó en los pocos minutos que dura.
Pasaron a “Kings Of Demolition”, retomando el presente de su historia. Johnny intentó animar a que la gente empatizara con el tema, pero aún no está lo bastante trillado como para que sea un clásico que poner en un setlist de 45 minutos en un festival. Personalmente pienso que deberían haber elegido otra más conocida. En cuanto al tema en sí, pues particularmente el estribillo sonó bien. Creo que les podría funcionar en un futuro.
Con “Monkey Business” la cosa les fue mejor. Con unas melodías con mucho gancho y fáciles para el headbanging, Skid Row se marcó una de sus más conocidas con un sonido de guitarras que tuvo que competir con un poco de viento. De todas formas, contaron con la complicidad de una gente que tenía ganas de temas míticos como este.
Tras unos coros del “oe oe oe…” futbolero, Johnny daba paso a “Get The Fuck Out” que sonó bien, con guitarras interesantes y un ritmillo guapetón.
Fue la última que me paré a oír. Ya digo que no son mi banda predilecta precisamente y decidí ir poniendo rumbo a otras carpas para ver lo que se cocía. Mientras me marchaba sonaba “Slave To The Grind”. Buen tema, pero lo aproveché para marchar con una buena sintonía de fondo.
El caso es que el cambio de género fue un poco brusco porque pasé al Temple para ver a Trollfest. Esperaba con cierta expectación el ver por primera vez a los noruegos, con su mezcla de Folk, Metal y muchas dosis de diversión.
Siete miembros que salieron a escena disfrazados con batas blancas y un montón de cachivaches y parafernalia por todas partes. La primera impresión es que eran bastante payasos. Arrancaron con “Kaptein Kaos”, de su último disco homónimo.
Fue la primera pero el resto del setlist anduvo exactamente en las mismas tesituras de música muy juerguista y divertida, mezclando estilos y un montón de instrumentos.
Trollmannen (Jostein) con una enorme barba articulaba las letras mientras hacía percusión en un par de pequeñas cajas y una pandereta montados en su mástil del micro.
Poca más percusión hacía otro de los miembros. Creo que era DrekkaDag (Dag Stiberg) el que se dedicaba más bien a saltar y moshear por todo el escenario, a torso desnudo.
Luego estaba Trollbank (Eirik Renton) que sí que tocaba una auténtica batería con mucho sentido del ritmo.
Trollmannen preguntaba al público si estaban preparados para pasarlo bien y disfrutar con la música de la banda, justo antes de dar rienda suelta a “Vulkan” y su frenética melodía de inicio a cargo de los dos guitarras (Mr. Seidel y Per Spelemann), el bajo (Lodd Bolt) y el acordeón (Manskow). Con matices que parecían más arabescos, el tema contó con la presencia de una violinista y una trompetista. Luego el corte tomó ajustes más fiesteros que otra cosa y se armó un buen jaleo sobre el escenario (con tanta gente en él…), que veía su reflejo en el enorme gentío que no paraba de trasladar a crowd-surfers de un lado a otro.
Las barbas postizas, las gafas de pega o las mismas pintas de “mamarrachos” seguramente que echó para atrás a los que esperaran un poco de seriedad en la propuesta de los noruegos. Trollfest se plantaban como unos cachondos que buscaban jarana para sí y para los demás.
“Brakebein” era unos ritmos muy repetitivos sobre los que poner unos estribillos sencillos y fáciles de recordar y corear. Con algunas pinceladas de guitarra y un acordeón simpático.
Aunque para simpático, la versión del “Toxic” de Britney Spears. No podían haber elegido a nadie más para pillarle un tema, ¿verdad? El caso es que les quedó muy bien. Los arreglos adecuaron el tema perfectamente a lo que es su estilo.
Seguramente sonó la menos rockera de todas, pero al menos igual de festiva que cualquier otra. Con la voz aguardentosa de Jostein, todo acababa embruteciéndose.
Las chicas (violín y trompeta) parecieron sentirse bastante cómodas porque se quedaron al resto del setlist y hasta hicieron coros en esta.
Luego llegó “Brumlebassen” del disco del mismo nombre de 2.012. También bastante rápidos y duros a la hora de tocarla. Con un cambio de ritmo hacia la mitad que le dio un toque más Folk para soltar la parte divertida.
Una de las que mejor se recibió por parte de los conocedores del grupo sería “Ave Maria”. Con una ligera presentación para que los músicos retomaran aliento, empezaba con palmas al aire. Algo más musical o con los toques Folk más diluidos en el Rock, me acordé del concierto de la pasada edición que dieran Finntroll en la misma carpa.
Cierto que Finntroll y Trollfest son distintos y fáciles de diferenciar en su música, pero las ganas de fiesta y la mezcla Folk – Metal están ahí en ambas propuestas. No obstante, sigo prefiriendo a los finlandeses y su Metal más duro y el Humppa bien trabajado.
“Solskinnsmedisin” perfilaba el final. Está me sonó casi latina en el estribillo que aglutinaba a todos los instrumentos que se presentaban sobre el escenario. Luego las guitarras en palm muting daba mucha presencia a las voces.
Acabaron con “Helvetes Hunden Garm” animando por última vez en este concierto a la genta a que se sumaran al tema. Las pintas eran todo un poema, como se suele decir. Las mismas del principio sí, pero ahora más sudados y echando el resto en el moshing para terminar su tiempo. Particularmente curioso era ver cabecear a Manskow con el acordeón sujeto al pecho.
Bueno, así acabó el show de los de Oslo. Y me quedé en la misma carpa para cambiar el escenario. En The Altar empezaban Incantation.
Una banda de Death Metal de lo más clásico y hasta estereotípico, se podría decir. John McEntee y los suyos empleaban sus 45 minutos para repasar la decena larga de álbumes que tienen, con temas como “Debauchery”.
“Shadows Of The Ancient Empire” quedaba presentada y en pocos segundos se ponían a destripar el corte con la saña que el propio John y Sonny Lombarozzi son capaces a las vertiginosas guitarras. Luego los ritmos que quebrantan cuellos eran cosa del bajo de Chuck y la batería de Kyle. Unos compases desenfrenados que se rompían en algunos giros que cogían a contrapié a los headbangers, para volver a acelerar a continuación.
Canciones rápidas y más bien cortas que incitaban a crear un circle pit donde aprovechar todo el potencial de la energía sonora. “Vanquish In Vengeance” o “Emaciated Holy Figure” serían otros de esos ejemplos.
John se manejaba en las labores vocales de lo más gutural (clásico del género) a la vez que mantenía las melodías a la guitarra. La base rítmica igualmente de brutal en cualquiera de los temas que se prestaron a presentar en el setlist. Por ejemplo “Profanation” o “Horns Of Eradication”. Especialmente “Profanation” que sonó fenomenal en todos sus apartados, aunque el final se ralentizó demasiado.
El caso es que no importaba de donde salieran los cortes, del disco o la época que fuese. Temas de “Mortal Throne Of Nazarene”, “Tribute To The Goat”, “Decimate Christendom” o el mismo y más reciente “Vanquish In Vengeance”. La verdad es que el estilo y modo de tocar de Incantation era bastante lineal en cuanto a la dureza, rudeza y malignidad impresa en su esencia. Por esto también podía pasar que el Death de los americanos se hiciese reiterativo al oído de un aficionado que no conociera bien su discografía. Si bien, según pasaban las canciones, parecía que el sonido se hacía más pesado.
En fin, tampoco había tiempo para aburrirse porque no disponían de mucho, así que había que aprovechar la fuerza que descargaban en “The Ibex Moon” o una “Carrion Prophecy” con una cadencia más marcada y lenta. Un tema más grave y denso para preparar el final de la actuación.
Remataron con “Impending Diabolica Conquest” y “Lead To Desolation” y dejaron unas cuantas de manos cornudas despidiendo su show desde la explanada de la carpa extrema.
Incantation no fueron el grupo triunfador del festival, ni aún en la carpa extrema o el escenario The Altar, pero seguramente que los fans más puristas del Death Metal americano disfrutaron con un espectáculo que hacía valer la historia de una banda clásica que lleva 25 años tributando a este género con los sonidos más tradicionales.
Pasamos al escenario de enfrente para ver a Skyclad en The Temple. Otra de esas bandas conocidas por todos gracias a una larga trayectoria y a un sonido propio.
Desde el arranque de “Inequality Street” (fenomenal tema, por cierto) se vio que el extremismo que caracterizaba a la mayoría de los grupos que participaron en los dos escenarios de aquella carpa, no sería compartido por Skyclad. Lo suyo era un Folk Metal o Folk Rock con reminiscencias celtas y fuertemente centrado en el aspecto musical.
Kevin Ridley hizo un gran trabajo en lo vocal desde el principio, con bastantes coros por parte de sus compañeros de cuerdas, eso sí. También manejó con mucha soltura la enorme guitarra acústica con las que hacía aflorar los riffs de cortes como “Penny Dreadful”. Pero vamos, que la guitarra era aún mejor tratada por Steve Ramsey, que se ocupaba de liderar los solos.
Pero también se merece especial mención Georgina Biddle que, con un violín al que no dejó descansar, creaba la atmósfera Folk y le daba el encanto necesario a la música de los ingleses.
Pasando del disco “Irrational Anthems”, ahora se pasaban al “A Semblance Of Normality” con una que tuvo muy buena acogida. Era “The Parliament Of Fools” con un tono más rockero, algo más ágil y tal vez sencilla en su forma.
Por cierto, que Graeme English hacía doblete en el Hellfest. Tras sus toques en Satan del viernes, le tocaba el turno a su bajo en Skyclad este sábado.
Por cierto, que no me olvido de Arron Walton en la batería. Una batería que no se vio tan maltratada como con las otras bandas de Black y Death que solían parar por allí, sino que Arron marcaba los ritmos adecuados que Skyclad lleva forjando desde principio de los 90’s.
Pasaron a “Another Drinking Song”, que sonaba bien para eso, para tomarse unas birras mientras sonaba (sobre todo en el final, acelerando la melodía a toda pastilla). Pero no sólo para eso, porque en lo musical había donde rascar, con algunos cambios de ritmo interesantes y el violín sonando muy bien.
A partir de aquí el concierto subió enteros cuando hizo lo propio al escenario el que fuera miembro de la banda hace años, Dave Pugh. Este se hizo cargo de la guitarra (como antaño), dejando a Kevin Ridley un poco más libre para cantar algunos temas sin su acústica.
Gerogina también iría pasando del violín al teclado según hiciera falta en según qué canciones. En fin, un nuevo arranque con “The Sky Beneath My Feet” más larga y agresiva que las anteriores.
“The Widdershins Jig” era más fugaz y parecía retomar la esencia Folk celta. Parsimoniosa y con cierto encanto.
Los temas pasaban con los seis músicos manos a la obra: “Cardboard City” y la propia y primigenia “Skyclad”. Esta última, con formas más metálicas y algún toque de los teclados de Georgina, se ganó al público. Las guitarras, de lo mejor.
La terna final sería para “The Declaration Of Indifference”, “Spinning Jenny” y finalmente “Thinking Allowed?” Todas ellas de la primera época de la banda, de antes del 94 y con Martin Walkyier, Fritha Jenkins, Keith Baxter… en sus filas. Pero los Skyclad de ahora no echaban a ver tiempos pasados. Era un buen final para un buen show, con el público saltando a la vez que la banda y continuando el buen rollo que pudieron crear los Trollfest un rato antes ahí mismo. Era otro fondo musical pero también con ganas de divertir a su público.
Volví al rato para ver a Shining. La banda sueca de Black Metal técnico congregaba a bastantes seguidores frente a The Temple. Contaban con 50 minutos para tocar y, dado que sus temas suelen ser bastante largos, pues no llegaron ni a la media docena en este tiempo.
“Han Som Hatar Människan” empezaba el recital, con la voz agria pero entendible de Niklas repasando las estrofas en su idioma natal. Pero lo que más gustaba del concierto era el buen trato musical del que gozaban los temas. Con giros y cambios en las melodías que aumentaban su valor y un enorme trabajo de guitarras por parte de Peter Huss y Euge Valovirta.
La formación parecía un poco fría y distante a la hora de comportarse sobre las tablas respecto al público, con una estética sencilla pero muy Heavy. Niklas algo más próximo, por supuesto, por su condición de frontman y encarando a las primeras filas cuando se desgañitaba, apoyando su figura en las pantallas de sonido (a veces con la botella de Jack Daniels en la mano). Pero en lo que a música respectaba, no había queja de la gran soltura y maestría que atesoraban y exponían cuando sonaban “Förtvivlan, Min Arvedel” o “Människa O’avskyvärda Människa”.
La base rítmica también contaba con dos miembros de gran calidad, con Christian Larsson en el bajo y Rainer Tuomikanto en la batería. Peter, Euge y el mismo Niklas serían más reconocidos, pero Christian y Rainer necesitaban hacer un gran trabajo para que Shining funcionase en todo el potencial que quedó expuesto.
Sí que es verdad que, para ser un grupo de Black Metal, el tema de la batería y el blastbeat no era muy explotado por estos. Se enfundaban en un traje más Prog.
“Lat Oss Ta Allt Fran Varandra” sería la penúltima, con las mismas características de sonido de atmósfera envolvente, énfasis armonioso y buen trato en la producción de las composiciones. Suena muy ampuloso, pero es que Shining se curra los temas de lo lindo en el disco y también en el directo.
“For The God Below” se encargaba de cerrar el setlist que Niklas Kvarforth y sus compañeros habían maquinado para el Hellfest 2.014. De su disco “Redifining Darkness” de 2.012, el 8º, que define una buena producción en 15 años de carrera.
Un show sobrio y bien trabajado. Seguramente que los fanáticos de los sonidos más genuinos o más “true” del Black Metal verían a Shining con una propuesta sobreproducida o demasiado melódica, pero a nivel estrictamente musical, las canciones sonaron la mar de bien y tuvieron calidad. Creo que fue un acierto pararse a escuchar a los suecos.
Volví al Escenario 1 para ver a Status Quo. Lo que pasaba es que no estábamos a una temperatura muy agradable. Hacía mucho calor, por lo que decidí ver a los británicos a cierta distancia pero al menos bajo la sombra. Con una cerveza en la mano, a esa hora, el concierto de Status Quo supo mejor.
No tenía grandes expectativas con los británicos porque nunca les he seguido la pista. Por supuesto que he oído los grandes temas que han sonado y suenan en las radiofórmulas con asiduidad. Todos esos y alguno más conformaron el setlist que Francis Rossi y sus colegas ofrecieron en el Hellfest.
Empezaron con “Caroline” en el Escenario 1, con una rampa que bajaba y se metía entre el público y que se preparaba para el concierto de Aerosmith. Me temo que el resto de las formaciones no pudieron disponer de esta rampa, así que sirvió en estos casos para dividir al público en dos secciones y poco más.
Las primeras notas animaron a la peña reunida y arrancaron los primeros aplausos. Un ritmillo molón estructuraba este tema, con buenos sonidos de guitarra y algo también por parte de Andrew Bown, que estaba en los teclados.
Pasaron a “Paper Plane”, que se me antojó más rockera. La combinación de guitarras de Francis y Rick Parfitt hacía buenas melodías y buenos solos. El show se iba haciendo atractivo.
Pasaban “Hold You Back”, “Rain” o “Rock ‘n’ Roll ‘n’ You” como piezas de duración más o menos corta pero que iban encajando, conformando una interesante propuesta de concierto rockero de esencia clásica. Una banda que reivindicaba con orgullo la vieja premisa de que “los viejos rockeros nunca mueren”. Status Quo no se resignaba a desaparecer de las vidas de los amantes de esta sagrada música. Eran, sin duda, parte del pasado de muchos de los que se disponían frente al Mainstage 1, pero parecían intentar ser también parte de su presente.
Con un poco más de toque Blues en según qué partes, las guitarras envolvían el esqueleto musical que Rhino Edwards y Leon Cave creaban con el bajo y la batería. Seguramente el ir sin prejuicios ni pretensiones ayudaba a captar las cosas interesantes que los ingleses hacían.
“Rock ‘n’ Roll ‘n’ You” parecía reivindicar precisamente esas cosas acerca de la esencia de este tipo de bandas. Aunque la siguiente, “Beginning Of The End”, no sé si también mandaba algún tipo de mensaje sobre su futuro… Bromas aparte, Status Quo hacía buen provecho de la hora que tenían para tocar, pues se propusieron hacer más de una docena de cortes (medley incluido) en ese tiempo. Y todo a base de sugerentes guitarras y una voz cantante con bastante ayuda de los coros de sus compañeros.
El medley en cuestión era a base de “What You're Proposing / Down the Dustpipe / Wild Side of Life / Railroad / Again and Again”. Sin duda, uno de los momentos intensos del tiempo de los británicos. Todos ellos eran tracks reputados, aunque algunos más conocidos que otros, por lo que había tramos más celebrados. Pero vamos, que muy buen rollo en general.
Pasábamos el ecuador del concierto con ”Big Fat Mama”. Las pantallas retransmitían un plano corto de un Rick cantante que desafiaba al “gran jefe Rossi” a la voz y a las cuerdas. Fue un corte donde hubo breves momentos de lucimiento para cada uno de los músicos. A nivel de feeling, tal vez de lo mejor.
Los elegantes músicos (todos con camisa, un par blancas, otra negra, otra vaquera…) animaban al público a marcar el ritmo con las palmas para empezar “The Oriental”. Otra de sonido legítimo para la onda de estos muchachos sexagenarios.
“Creepin’ Up On You” parecía retomar ese suave regusto bluesero de otras anteriores, para servir de preámbulo a uno de los himnos generacionales de Status Quo: “In The Army Now”.
Desde los primeros acordes tan reconocibles, la gente ya empezó a saborear uno de los momentos que se hacen memorables en este tipo de eventos. Como pasara el año pasado, por ejemplo, con “The Final Countdown” por Europe, una de las canciones de Rock más oídas y trilladas de la historia sería interpretada en directo por sus intérpretes originales (bueno, más o menos, porque “In The Army Now” es una cover de Bolland & Bolland). En mi caso era la primera vez que veía a Status Quo en vivo, por lo que ahora ya podría decir que he oído esta canción… ¡de verdad!
En fin, os podréis imaginar el subidón que supuso entre la masa de espectadores, que no paraban de corear el estribillo. Sensacional.
“Roll Over Lay Down” y “Down Down” siguieron con el repaso a una larga carrera de décadas de trabajo y decenas de álbumes editados. Para pasar luego a otro de los cortes por excelencia de Status Quo, imprescindible en una cita tan importante como esta. Llegaba “Whatever You Want” y su incesante riff de ritmo súper marcado y archiconocido. El público saltaba con las manos en alto y cantó al unísono con Francis, Rick y los demás.
La despedida fue otra versión. En este caso del “Rockin’ All Over The World” de John Fogerty. Fue un final de fiesta en toda regla porque el público, en vez de hacer un pit (como ocurriera con otras bandas más duras, eso sí) acabaron por formar una fila de conga. La verdad es que es la primera vez que veo esto en un concierto de Rock y resultó muy curioso de ver.
Un tema con un mensaje muy positivo para todos los aficionados de esta música que acabó por ser igualmente cantado por los fans de la banda mientras los músicos terminaban de explayarse tocando. Destacaría especialmente a Andrew Bown en los teclados.
La formación se despidió entre aplausos y rápidamente fuimos a cambiar de escenario, que esto no paraba.
Algo totalmente distinto nos esperaba en el Mainstage 2. Se trataba de una banda de New Haven (USA), se trataba de una banda de Hardcore y se llamaban Hatebreed.
No llegó a una hora la actuación de los americanos pero consiguieron meter cerca de 20 temas. ¿Cómo? Pues a base de velocidad y tralla. Con Jamey Jasta haciendo de maestro de ceremonias y tomándose incluso unos segundos para presentar los cortes, desde el mismo filo del escenario para que las primeras filas vieran que iba en serio.
Hatebreed no han inventado nada de esto del Metalcore que hacen, pero si preguntamos en el mundillo sobre los grupos más conocidos, su nombre sale de inmediato. Así que Jamey (con su camiseta de W.A.S.P.) y los suyos salían a hacer valer su reputación.
“To The Threshold” era la primera y rápidamente le siguió “Dead Man Breathing”. Las guitarras, que estaban a cargo de Sean Martin y Frank Novinec, no pararon de lanzar los clásicos ritmos que sirven para que los temas de Hatebreed siempre vayan revolucionados. Con sus pequeños momentos de alardes en las cuerdas, breves solos y algunos cambios de ritmo, pero lo que requería el estilo era mucha fuerza. Como en “Not One Truth”.
En “Everyone Bleeds Now” hubo algún problema de sonido, con una guitarra que petardeaba a través de las columnas de sonido. Nada importante, y menos para ellos. El circle-pit llevaba minutos de funcionamiento e iba a toda máquina. Los crowd-surfers no dejaban un segundo de tranquilidad a los de seguridad en el foso. Y la música sonaba todo lo fuerte y dura que cabía esperarse. Para un fan de los previos Status Quo probablemente estos cinco chicos no le dirían demasiando, pero los que venían buscando Core profundo y machacón, encontraron a unos Hatebreed entonados.
Por esto mismo, la base rítmica es indispensable que funcione perfectamente y lo dé todo de sí. El bajo de Chris Beattie da la gravedad y el poderío al sonido, sobre todo en temas como “Indivisible”.
Luego está la batería, que funciona como guía de toda la labor que desarrolla Hatebreed en escena. Matt Byrne es quien marca los tiempos para que el Hardcore lo sea de verdad.
Por cierto que “Indivisible” arrancón con Jamey agitando su toalla y pidiendo que el público hiciera lo propio con lo que tuviesen a la mano. Quien más, quien menos encontró algo y muchos empezaron a hacer el molinillo con alguna camiseta, imitando al cantante.
Algo que también se agradece a Hatebreed es que den matices líricos a sus temas, para que no se repitan más allá de la brutalidad en la voz.
“In Ashes They Shall Reap”, “The Language”, “Defeatist”… iban recorriendo la discografía de los de Connecticut. Desde “Satisfaction Is The Dead Of Desire” hasta “The Divinity Of Purpose”, la banda ha ido rehaciendo su estilo, acomodando o marcando detalles para seguir siendo un referente del Core internacional.
Entonces echaron mano de una cover para tributar a un grupo que es referencia para bandas de estilos desde el propio Core al Thrash o al Death. Esta banda es Slayer y la versión “Ghosts Of War”. ¿Cómo quedó? Bueno, la original tiene la suficiente fuerza como para que cualquier versión suene dura. Luego, Hatebreed intenta que toda esa energía que ellos tienen en directo, fluya a través del tema. No se puede decir que mejore a Araya y Cia, sobre todo porque las guitarras no llegan a igualar a King y Hanneman, pero no quedó mal al fin y al cabo.
Seguían pasando tiempo y temas. Jamey pedía un circle-pit antes de “Last Breath”. Me extrañó un poco porque el pit y el crowd-surfing eran incesantes. Supongo que lo diría para que no decayeran.
Preguntaban al público si estaban cansados, porque tenían que estar preparados para seguir aguantando la descarga sónica. “Tear It Down” sería la siguiente. Sencilla y dura para transmitir a los oyentes. El título del disco que la contenía lo decía todo: “The Rise Of Brutality”.
Cortes de breve duración para no dar tregua. “Betrayed By Life” (del primer disco), “Honor Never Dies” (del ultimo) o “Live For This” (de la mitad de su historia) daban cuenta de que daba igual el tiempo del tema.
Y las últimas fueron muy bien recibidas. Las guitarras reventando la tarde gala con ritmos atronadores, tenaces y fáciles de moshear. Los que aparecían en “Empty Promises”, “Boundless (Time To Murder It)” o “I Will Be Heard”.
Echaron el resto para “Destroy Everything”, en un concierto 100% Hardcore que, no obstante, creo que pegaba más en un escenario más pequeño y cercano al público. Pero claro, el estatus les llevaba al Escenario 2 y ahí soltaron su música.
Y ahora de nuevo al Altar para ver a un grupo que decía adiós a su historia. Sería casi el último concierto para Brutal Truth (al menos esos rumores oí poco antes) y se merecían ser vistos.
Se encienden las luces rojas y los cuatro componentes de la banda cogen posiciones. Dan Lilker saluda y Kevin Sharp queda en una postura extraña, esperando a que Richard Hoak termine un solo de batería y arranque con “Birth Of Ignorance”, para ponerse a gruñir la letra como un loco; es decir, como acostumbra en los conciertos.
Dan le apoya con las segundas voces y con un bajo extraordinario, como también acostumbra un tipo que ha militado en Anthrax, Nuclear Assault, S.O.D. y muchos más grupos.
Las canciones eran cortas y extremas y, además, irían muy seguidas. Un excepcional alarde de fuerza y fiereza por parte de una banda que siempre se ha caracterizado precisamente por eso.
“Stench Of Profit” estaba en la línea, si bien se oyeron algunas melodías más musicales al principio y final de ella, desde la guitarra de Dan O’Hare.
Luego “Sugardaddy” y “Get A Therapist… Spare The World” manejaban cambios de ritmo brutales que dejaban dolor de cervicales a quien intentaba seguir el compás con el headbanging. No hace falta decir que hubo un intenso pit frente a donde tocaban los neoyorquinos.
El tipo de los tipos (…) era genuino. Kevin siempre con su barba y el sombrero de paja, además de continuar sin ponerse zapatos para subir al escenario. Dan Lilker con la melena revuelta y una camiseta de Rotten Sound y Richard Hoak con pintas de no haber roto un plato en su vida (y apuesto a que ha roto más de uno, al menos de su batería). Dan O’Hare era la primera vez que lo veía en directo porque la última vez que vi a Brutal Truth aún tenían a Brent McCarty como guitarra. Brent era un tipo realmente encantador y Dan parecía algo más retraído y pendiente de la música.
“Malice” fue mucho más parsimoniosa. Quizás más oscura también, pero seguro que una de las más lentas del setlist. Ambientada, eso sí, con buenas dosis de niebla desde lo alto del escenario.
“Simple Math” y “End Time” pasaron mucho más rápidas, sobre todo la segunda. Funcionaron como un tiro. Y cuando terminaron, Kevin quiso agradecer el apoyo que Incantation ha dado a Brutal Truth desde sus inicios y recordó a Mark un concierto que dieron juntos hacía 24 años y cómo habían repetido ambos en el día de hoy. Luego tocaron “Fuck Cancer”.
Estaríamos a un tercio del concierto aún y el sudor caía de la frente de más de uno que intentaba seguir el ritmo impuesto por Richard en una demoledora batería, bajo una bandera con el logo del grupo. Y Dan que, como siempre de sobresaliente, ahondaba con el bajo que trataba como si tal cosa, porque no paraba de moverse y saltar y agitar la cabeza… Era todo un show.
Dan, como decía, muy bien pero más estático. Al contrario que Kevin, que parecía enloquecido cuando se ponía a cantar con los pies descalzos apoyados en las pantallas o a merodear sin rumbo por el escenario.
Iban sucediéndose los cortes y, francamente, parecía que si fuera uno u otro, eso carecía de importancia. Casi todos (por no decir todos) eran lo bastante feroces y bestiales como para mantener la tremenda intensidad de un directo que iba a cien por horas y a todo volumen. “Celebratory Gunfire”, “Small Talk”, “Evolution Through Revolution”, “Branded”… No había respiro.
Personalmente creo que “Denial Of Existence” fue de lo mejor de su repertorio. Con los riffs entrecortados y enfatizados por el estruendo de la batería, quedó un temazo.
Pero vamos, que si sonaron “Time”, “Addicted” o “Godplayer”, tampocon fueron moco de pavo a la hora de moshear y disfrutar de una música que conseguía dominar la brutalidad con la técnica adecuada.
Kevin paró un momento el show para explicar que tenían un concierto más en Europa, en el Obscene Extreme Festival y luego la banda dejaría de funcionar. De todos modos, Kevin quiso agradecer a la gente que iba a los conciertos y gritaba y disfrutaba con Brutal Truth más allá de cualquier cosa que no fuera el mero hecho de pasarlo bien con la música, por haber sido parte de la vida de la propia banda. Y que él tenía 47 años y aún seguía ahí, al pie del cañón, pasándolo en grande en los conciertos. Y entonces enganchó con “I See Red”.
Y “Walking Corpses”, que fue presentada por el propio Richard, tras que Kevin preguntara al público si recordaban la primera vez que oyeron su disco “Extreme Conditions Demand Extreme Responses”.
En fin, siguieron tocando otro rato, para agrado de los fans que movían el pit. Porque Brutal Truth tenía discografía de sobra y aún más ganas. Con garra y saña para dejar un enorme recuerdo de una banda referencia de los sonidos más extremos.
Por cierto, que la última (“I Killed My Family”, creo) la cantó con dos micros para que se oyera aún más gutural y luego, una vez acabado, lanzaron los setlists del concierto hechos unos avioncitos de papel.
Tan sólo quedaba por decir: Gracias Brutal Truth, por todo.
En el Mainstage 2 tocaba Deep Purple, pero ya los había visto en varias ocasiones y tenía buenas referencias de Monster Magnet, que hacía lo propio en el Valley. Me decidí por estos últimos.
Sin preámbulos, Dave Wyndorf aparecía en escena, saludaba o cogía posición junto a Garrett Sweeny y Phil Caivano para arrancarse del tirón con el “Superjudge” de aquel álbum homónimo. Un buen comienzo, con un sonido totalmente sumergido en Stoner de principio a fin. Con las progresiones rítmicas que acababan con un final de guitarras desbordantes, los riffs y los solos serían algo prometedor en cuanto a lo que podrían ofrecer estos tíos de New Jersey.
Pero la verdad es que luego pasaron unos cortes que me dejaron el cuerpo un tanto indiferente con respecto a su propuesta. “Medicine”, “Nod Scene”… Este último se me hizo incluso largo por lo lento de los compases. Cierto que el Stoner no se caracteriza por la velocidad de las cuerdas, pero las melodías pedían más vidilla para que resultaran más apetecibles.
En “Dopes To Infinity” retomaron un poco más de garra con buenas labores de Bob Pantella a la hora de marcar los tiempos. La hondura en el sonido que daba Jim Baglino al bajo la repuntaban unas guitarras más inspiradas cuando llegaban los punteos. Y Dave, que además incitaba al público a enrollarse con la puesta en escena que Monster Magnet daba sobre el escenario. En fin, que en “Dopes To Infinity” sí se curraron más la faena y se batieron el cobre. De todas formas, no es que me convenciesen para hacerme seguidor de la banda aún.
Tanto es así que para “Tractor” me quedé para oírlos, sí, pero no las tenía todas conmigo. El arranque era muy rockero, pero esperaba que el tema terminara de arrancar con un buen riff que hiciera estallar la tensión del ritmo. Pero se mantuvo hasta el final, con un breve solo que no fue suficiente. Con este “Tractor” me decidí a tirar en dirección al Mainstage 2 y aprovechar lo posible de la actuación de Deep Purple.
Mientras me acercaba al escenario, iba oyendo las notas de “Perfect Strangers”. Un momento perfecto (valga la redundancia) para llegar. Bueno, ya me iba haciendo el cuerpo también al hecho de que a Deep Purple no le perdonan los años. Como dije antes, los he visto en distintas oportunidades y se va notando el paso del tiempo en la capacidad vocal de Ian Gillan. Quizás también a la hora de la energía con la que abordar los temas, porque parecen ser tratados con delicadeza y cariño (necesario todo ello, desde luego), pero que también se merecen un poco más de caña. Que, después de todo, Deep Purple son uno de los padres del Hard Rock y el Heavy Metal, ¿no?
Como suele pasar con otras grandes leyendas aún vivas para el espectáculo, Deep Purple merecía la pena verse por el hecho mismo de verles a ellos y lo que representan.
Además, la puesta en escena, sin ser grandiosa ni mucho menos, sí que tenía cierto encanto: unos telones blancos y verticales cubrían el fondo del Mainstage 2. Delante de ellos, con un aspecto bastante sobrio pero bien colocados, los cinco miembros de tan insigne formación.
Roger Glover siempre suelo verlo lleno de ánimos, pese a tener una edad que no le deja desarrollar todo lo que quisiera. Él se maneja de sobras con el bajo y tiene oportunidad de moverse por todo el escenario como si fuese suyo de toda la vida; cosa que, por otra parte, no dista mucho de ser verdad.
Luego Ian Paice que cuenta con un lugar muy destacado en la escena. Cierto que oculto tras la batería, pero esta queda en mitad del escenario y siempre ocurre algo a su alrededor, por donde circulan los músicos. El caso es que, con un signo de exclamación y otro de interrogación (portada del “Now What?!”) impresos en el bombo, el señor Paice dio un buen recital.
Igualmente de esencial se hacía Don Airey, dando el sonido Hammond a las melodías de Deep Purple. Algo tan evidente como obligado. Don Airey nos recordaba al malogrado Jon Lord con sus armonías desde el teclado. Ya digo, sin tratarse del mejor concierto del Hellfest ni mucho menos, gustaba volver a oír canciones como el “Space Truckin’” del “Machine Head” interpretada por, al menos, 3 músicos de los que grabaron aquel mítico álbum hace más de 30 años (justo antes del suntuoso “Made In Japan”, por otro lado).
De aquel quinteto faltaban precisamente Jon Lord y Ritchie Blackmore. Supongo que a Steve Morse le perseguirá para la eternidad la alargada sombre de Ritchie como guitarrista en Deep Purple. Pero qué le va a hacer el hombre… Me temo que no llegue nunca al nivel del guitarrista de Rainbow, pero Steve Morse da la cara por su trabajo. Lleva unos cuantos de años y discos siendo el guitarra de un grupo tan importante como este y no creo que Ian Gillan y compañía dejaran a un simple advenedizo para este cargo.
La guitarra de Steve Morse se ponía a prueba en los solos de cortes como la mismísima “Smoke On The Water”, donde todo el mundo podía juzgar la interpretación de un tema que todos nos sabemos al dedillo, y salía bastante bien parado. En principio no se requería más de lo que nos ofrecían, así que bien. A disfrutar del momento.
A todo esto, van y se marcan una cover de Booker T. & The MG’s. Era “Green Onions”, la cual no era una novedad dentro de un setlist de Deep Purple. Con un tono más bluesero que quedaba muy apuntalado en los teclados de Airey y tenía un ritmillo muy molón desde la batería a la guitarra. Y además, Gillan pasaba de cantar y apenas seguía la melodía con un leve headbanging.
La guitarra, a base de palm muting, fue tomando más presencia para acabar enganchando con “Hush”. Sin duda, el mejor tema que salió de manos de Deep Purple en la noche (al menos para mí). Una canción igualmente archiconocida y que todo el mundo se sabe, representada por los chicos de Ian Gillan de manera muy notable. Las guitarras de Steve Morse competían con los teclados de Airey, extendiendo los solos con ritmillos “festivos” y recargando los riffs con algunos toques más de los habituales. El punteo final fue de esos donde Morse se explaya, improvisando algunas melodías con la guitarra, y fue demasiado largo para mi gusto.
Pero supongo que no querrían terminar con un tema ajeno y acabaron rematando con el “Black Night” y su no menos famoso estribillo que sería coreado por todo el público, en un unísono y “univocálico” grito en la noche oscura. El punteo de Morse al alimón con Airey me gustó mucho más que en “Hush”, aunque hacia el final ya se estaba repitiendo un poco con la guitarra. Un Rock mucho más clásico que duro pero que sería un enorme final para el digno concierto de todos unos mitos.
Llegó la hora de los cabezas de cartel de este segundo día del Hellfest 2.014. Aerosmith. Un grupo de Rock de los más famosos del mundo y la historia. Una banda de gran categoría que estaba siendo esperada ansiosamente por muchos fans de esta música. El escenario estaba preparado desde la mañana: una pasarela se introducía y bajaba al nivel del público. Se esperaba un baño de multitudes de Steven Tyler… pero controlado, eso sí, por una valla perimetral muy bien custodiada alrededor de esa pasarela.
Personalmente tenía más expectación con los conciertos principales del día anterior (Maiden) y del posterior (Black Sabbath). Tal vez por eso mismo disfruté enormemente con una banda que hizo un gran show e interpretó un setlist que era un Greatest Hits en toda regla.
Una formación más que estable, a pesar de altibajos en su carrera y problemas con las drogas. Supongo que el superar todas esas vicisitudes hace más fuerte a una banda como Aerosmith.
Escenario a oscuras y la pantalla que cubría el fondo del escenario empieza a proyectar imágenes que parecen fuegos artificiales junto a fotos de la banda y algunas breves piezas de su música. El público empieza a gritar y aplaudir. Luces y aparecen los músicos sobre el escenario. Steven Tyler con sombrero caldo de ala ancha, gafas de espejo, traje con levita plateada, un beso pintado en la mejilla y un peculiar bigote fino y largo. Sí, muy hortera.
Para empezar, “Back In The Saddle”. La primera de sus míticas, del “Rocks” del ’76. Aunque empezaron un poco tímidos, sin la energía que sí desbordaban las primeras filas del público. Aerosmith se fueron calentando poco a poco, según pasaban los minutos.
“Train Kept A-Rollin’” continuó caldeando el ambiente, hasta tal punto que Steven ya la cantó sin sombrero ni levita, descubriendo múltiples dibujos psicodélicos pintados en sus brazos. Las guitarras sonaron francamente bien en manos de Perry y Brad Whitford. Y la pantalla del fondo no paró de retransmitir para los fans que estaban más lejos, las peripecias musicales que estaban haciendo los cinco de Boston. Hasta que Tyler acabó esta “Train Kept…” agitando el mástil del micro en el aire, con el bonito efecto que hacían los múltiples pañuelos que estaban anudados en él.
Siguieron con una que se recibió entre aplausos según se oyeron sus inconfundibles primero compases, enganchados con el final de la canción anterior. Era “Eat The Rich”.
Tyler cada vez se paseaba más por la pasarela, yendo y viniendo para deleite de los aficionados apostados en sus laterales y que no paraban de hacer coros en el estribillo. Joe Perry le acompañaba en ocasiones, marcándose los punteos rodeado de acólitos y en su clásica pose rockera.
“Eat The Rich”, otro gran tema, single de aquel “Get A Grip” que les re-encumbró al olimpo de la música por los 90’s.
Pero es posible que aún fuese más esperado el siguiente “Love In An Elevator” (aún recuerdo polémicas con su videoclip). Un estribillo aún más pegadizo y que se coreaba como una sola voz en el “o-ho, yeah!” de cada frase. Todo más una buena batería, un buen bajo, buenos riffs y Joe Perry luciéndose en el solo mientras Steven le cantaba a la cámara que retransmitía el show por las pantallas.
Y hablando de “Oh Yeah”, esa fue precisamente la siguiente. La menos reconocida porque venía del último trabajo “Music From Another Dimension!” Decorada por unas imágenes desde las pantallas del escenario, con dibujos de la banda de tipo cómic que estaban realmente logrados.
El tema menos celebrado, pero con las mismas dosis de Rock que cualquier otra, desde las baquetas de Joey Kremer a las cuerdas vocales del mismo Steven.
Se volvería a lo añejo y muy conocido de la banda con “Cryin’”. Aquel tema con un videoclip que resultó un bombazo, en el que salía una juvenal Alicia Silverstone. Siempre me han gustado los cambios de ritmo en este tema y esperaba a ver cómo les funcionaría en directo. Los lograron perfectamente, sobre todo en la batería. Luego Perry sacando los solos y Steven Tyler metiendo algún agudo muy bien colocado. Una balada, pero potente.
Aunque me gustó más “Livin’ On The Edge”. Los riffs encantadores y algunos giros en el tema que endurecían las notas y creo que hicieron vibrar a la afición. Momento intenso que se vio reforzado cuando Steven Tyler acabó el tema cantándolo junto a la gente que estaba en el backstage del escenario (se podía ver a través de la pantalla). Quedó bien, pero creo que hubiese quedado aún mejor de haberse atrevido con gente del público en una de sus internadas por la rampa.
Otro ritmo muy guapetón con sabor vetusto y solera era el de “Last Child”, donde Brad Whitford tuvo mucha más cancha que en el resto para reivindicarse como un buen guitarrista para Aerosmith, llevando el peso del tema.
Y en la siguiente “Freedom Fighter” fue Joe Perry quien quiso hacer lo propio como vocalista. Una voz infinitamente más limitada que la de Tyler, pero el acompañamiento sí que sonó bien. Quedó mejor que las imágenes que pusieron en la pantalla, que eran del propio Joe y más bien parecían hechas con una cámara compacta en unas vacaciones.
Aprovecharon la mitad del show para felicitar a Joey Kramer en el día de su cumpleaños. Se acercó al borde del escenario y recibió una pequeña ovación.
Un buen show, un recital con la calidad que se esperaba de unos mitos del Rock como son Aerosmith. Con un Joe Perry al que se le va viendo mayor, pero que se curra su trabajo y cumple. Bueno, eso se podría decir de todos ellos. Cada tema (o casi) era conocido por todos y podía ser comparado mentalmente con su propia versión en estudio del disco, y creo que todos ellos salieron bien parados según las iban interpretando.
“Same Old Song And Dance”, “Rats In The Cellar” o la mediática balada “I Don’t Want To Miss A Thing” (vamos, la de “Armageddon”) iban sumando al repertorio. Esta última muy celebrada; entiendo que más por lo popular que por lo musical, porque la siguiente “No More No More”, por ejemplo, tenía más gancho y espíritu rockero para ser disfrutada.
Luego vendría “Come Together” (la cover de los Beatles). Steven Tyler continuaba con sus paseos por la pasarela con el mástil del micro en ristre, junto a un Perry que le hacía de escudero. El resto de la banda musicalizando el tema desde el escenario. “Come Together” tuvo una buena ambientación con las imágenes de la pantalla pero en lo que fue la música, creo que tampoco destacó especialmente en el setlist.
“Dude (Looks Like A Lady)” o una soberbia y endurecida “Walk This Way” iban perfilando el final antes de los bises, que remató “Mama Kin”. Una “Mama Kin” de ritmos frenéticos, compases sugerentes y acompañamiento de teclados. Mucho Rock contenido en este tema para hacer la pausa antes del encore. Lo único que falló fue un agudo que se le fue un poco de tono a Steven; poca cosa.
Bueno, yo estaba mirando la hora porque quería ver a Carcass en el escenario Altar y estaban próximos a arrancar. Pero tampoco me quería ir del Escenario 1 sin oír “Dream On”; sin duda el mejor tema de Aerosmith para mí (y creo que bastante gente). Aguanté y tuve mi premio. De los dos cortes de los bises, “Dream On” era el primero.
¿Qué queréis que os diga? Una canción que me puso la carne de gallina por lo buena que es y por cómo la recrearon en vivo. En un piano blanco colocado en el extremo de la pasarela y, por lo tanto, rodeado de gente, Steven Tyler se sentó a tocar en su teclado las emotivas y emocionantes notas de su melodía. Cuando el tema se aceleraba, Joe Perry se subió al propio piano y punteó desde ahí, con su típica pose que adquiere en los solos, mientras Tyler continuaba tocando. Un momento excepcional, de lo mejor del festival.
El caso es que, por no llegar tarde a Carcass, me fui retirando tras “Dream On”. Mientras estuvo sonando la última del concierto de Aerosmith. “Sweet Emotion” sonaba ya a despedida hacia un público que había estado entregado durante casi dos horas de espectáculo.
Con Brad Whitford sobre la pasarela y Joe Perry tocando un arpa de boca, iban sonando las últimas notas de la noche en el Escenario 1. Perry hizo un solo que terminó acoplando y toda la banda apretó los dientes en el final del todo. Una breve despedida sirvió como cita hasta una próxima vez.
Y entonces, ya sí, llegué a tiempo para Carcass. Una banda la cual hace tan sólo cinco años pensaba que nunca vería en directo; una banda desaparecida tras una gloriosa carrera y un enorme legado. Y ahora resulta que incluso han sacado un nuevo disco y resulta sensacional que ya giren de forma regular, dando una segunda juventud a un nombre tan importante.
De hecho no era la primera vez que veía a Carcass tocar en directo, pero sí que era la primera que lo hacía sin la participación de Daniel Erlandsson en la batería y, sobre todo, la de Michael Amott en la guitarra. La imposibilidad de compaginar calendarios entre Arch Enemy y Carcass hizo que estos dos últimos tuvieran que dejar su participación en la banda inglesa. Toda una pena particularmente en el caso del menor de los hermanos Amott, porque es el guitarrista que grabó nada menos que el “Necroticism” y el “Heartwork”.
Pero bueno, ahora teníamos a Daniel Wilding a las baquetas y a Ben Hash como segundo guitarra. Pero, sobre todo, teníamos la oportunidad de volver a ver a Jeff Walker cantando y a Bill Steer en la guitarra de… ¡Carcass!
La intro “1985” que abre el “Surgical Steel” también encendió la mecha de la explosión sonora que fue el concierto de Carcass. Sirvió para que la banda ocupase posiciones y rápidamente engancharon con “Buried Dreams” del “Heartwork”. Empezaba lo bueno, con ese riff tan reconocible del comienzo. Locura al ver a los cuatro componentes a la contraluz de los focos del escenario Altar. La agria voz de Jeff se hizo rápidamente dueña de la carpa y remató este fenomenal arranque que apuntalaban los tremendos ritmos de guitarra y batería. Sin olvidar el más melódico solo que Bill se marcaba a la mitad del tema.
“Incarnated Solvent Abuse” fue más rápido que el anterior y con unos giros muy brutales. Jeff se hacía dueño de la tarima, siendo el más iluminado en mitad del escenario y con una pose muy de bajista, por cierto.
Las previas pudieron dar a pensar en un show basado en clásicos, pero Carcass querían presentar su flamante nuevo trabajo y colocaron temas de “Surgical Steel” más que de otro. El primero (aparte de “1985”) sería “Cadaver Pouch Conveyor System”. La verdad es que “Surgical Steel” pienso que es un disco menor comparado con la discografía previa de la banda, pero tienen todo el perfecto derecho de hacerlo y reivindicarlo por, al menos, ser quienes son dentro del mundo del Death Metal en Europa; es decir, los pioneros.
Pero vamos, que “Cadaver Pouch Conveyor System” tiene unos riffs y, particularmente, un solo de guitarra que resultaba toda una gozada oírlo en directo.
Pasaron a “This Mortal Coil” tras una breve presentación por parte de Jeff Walker (con una voz mucho más limpia que cuando canta). Una canción que guarda toda la tensión y la dureza de la melodía hasta que estalla en el final. Pero lo que pasó aquí es que engancharon con “Reek Of Putrefaction”. Seguramente más cruda, pero Bill Steer y Ben Ash se encargaron de dar mayor sonoridad a las cuerdas para adecuarla al sonido más actual de Carcass.
Luego vinieron un par seguidas de “Surgical Steel”. Eran “The Granulating Dark Satanic Mills” y “Unfit For Human Consumption” y los británicos las defendieron como su reputación les exige. Creo que la concurrencia estaba pasándolo en grande, situados frente a uno de los grupos más grandes de la historia del Death Metal. Los cortes del setlist iban sumando aplausos y vítores pese a ser el último show de la noche.
Aun así, cuando le tocó el turno a “Genital Grinder”, el público sí que estuvo entonado. Un montón de manos cornudas seguían la cadencia de la batería de Daniel Wilding en un ritmo acojonante. Luego, cuando entró la voz, el corte aún se puso más oscuro y visceral.
Pasaban los minutos y aumentaba la sensación de que aún quedaba lo mejor. De momento llegó “Exhume To Consume” desde el “Symphonies Of Sickness”. Corta, sencilla y extrema en su fondo y en el modo en cómo Jeff y los suyos la interpretaron. No resultaban una formación demasiado espectacular en lo visual, si entendemos como tal el moverse, saltar o hacer moshing mientras tocan; pero la simple presencia de músicos tan grandes como Walker y Steer encandilaba a los auténticos fans de esta música. Por cierto, el final de la canción, sensacional.
Luego se acabó con el repaso al “Surgical Steel” con “Captive Bolt Pistol”. Pero lo que se esperaba realmente era lo que venía a continuación. “Corporal Jigsore Quandary”. Aún se me ponen los pelos de punta cuando recuerdo el arranque brutal con el ritmo tan característico que estructura este tema. Unos cambios igual de acojonantes que la letra y que vieron desde el escenario cómo los más resistentes entre el público aún se atrevían con el crowd-surfing.
“Corporal Jigsore Quandary” es sensacional, pero es que aún faltaba “Heartwork”. Para muchos el mejor tema de Carcass. La lástima fueron unos pequeños problemas de sonido que hicieron que, precisamente en el final de la anterior y el comienzo de “Heartwork”, se oyera la guitarra de Ben Ash por encima del resto de instrumentos. Al menos así lo oí desde donde yo estaba.
Me ahorro muchos detalles acerca de qué es “Heartwork” oída en directo e interpretada por Carcass. Sencillamente diré que habrá muy pocos finales para una intensa jornada de festival, mejores que este.
Curiosamente, Jeff quería incluir alguna más al concierto a pesar de haber completado el tiempo correspondiente. Era la última banda y nadie esperaba, pero la organización zanjó el asunto con un NO rotundo y ahí se acabó el tema. Y también el día.