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HELLFEST 2.014 – DOMINGO

Poradmin

Ago 16, 2014
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Entré y estaban funcionando Powerwolf. Les oí algo y no estaba mal. Creo que era “Sanctified With Dynamite”. Desde la distancia se les advertía la enorme decoración con la que habían ataviado el escenario y las caracterizaciones que ellos mismos llevaban. Más bien recordaba a un grupo de Symphonic Black Metl (royo Dimmu Borgir o así), que a una banda de Power Metal, como son realmente estos Powerwolf. Es más, el punteo me recordaba por momentos a Running Wild, por ejemplo.

 

Pero bueno, no me entretuve mucho más con el quinteto germano y puse rumbo al Valley para ver qué estaba pasando por allí.

 

Lo que pasaba era un enorme recital de una banda llamada Lowrider, que consiguió congregar a tanta gente que tuve que escuchar su música desde fuera de la carpa; pero bastante fuera.

 

Apenas conseguía divisar la figura de los cuatro suecos tocando delante de todo aquel público. Pero la música sí llegaba bien. Un Stoner mezclado con Desert Rock que recordaba a unas leyendas como Kyuss. Sí, bueno, puede que el sonido fluctuara alrededor del estilo de los californianos, pero lo que Lowrider destilaba desde sus instrumentos era digno de ser degustado.

 

No puedo asegurar los cortes, pero creo que “Upon The Dune”, “Dust Settlin’” y “Ode To Io” fueron partícipes del show, empleando sus sonidos en evocar parajes desérticos, polvorientos y solitarios. Guitarras sucias donde la distorsión era todo un grado. Poca voz o de importancia relativa porque era la música la que mandaba las señales. Ritmos reiterativos que se iban engrandeciendo para convertirse progresivamente en algo distinto y superior…

 

En fin, que les quedó muy bien el show, al fin y al cabo.

 

Por cierto, que la formación son Ola Hellquist (guitarra solista y voz), Niclas Stålfors (segunda guitarra), Andreas Eriksson (batería) y Peder Bergstrand (bajo y voz). Pero eso sí, no les pude ver la cara ni casi la figura.

 

Creo que acabaron con “Saguaro”. Entonces me dirigí al Mainstage 2 para el concierto de Angra.

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Los brasileños pasan por ser la más internacional banda de Power Metal Prog de su país y bien que tienen seguidores en todo el mundo. En el Hellfest se presentaban en una posición no muy destacada (actuaban a las 4 dela tarde), pero lograron captar la atención de una buena parte de los festivaleros que ya estaban en el recinto.

 

El principio de la actuación se avisaba con el tema “Jerusalem” de Vangelis sonando por los altavoces del Escenario 2. La banda presta a aparecer cuando se acabaran sus últimas notas.

 

Así, para arrancar “Angels Cry” ya podíamos ver a Fabio Lione encabezando el elenco de músicos que conforman la banda de Sao Paulo.

 

De “Angels Cry” destacaría particularmente el punteo de la mitad, con unas guitarras geniales de toques clásicos y un bajo espectacular en manos de Felipe Andreoli. Por cierto, que Bruno Valverde también demostraba un buen dominio de la batería de doble bombo, desde estos minutos iniciales. Lo que menos me gustaron fueron precisamente los coros de los dos guitarras (Rafael Bittencourt y Kiko Loureiro), que tocaban infinitamente mejor las cuerdas que templar la voz.

 

Pasaron a “Nothing To Say”, con más carga Power y donde la voz de Fabio se me asemejó a la que podría hacer Andy Deris, por ejemplo. En el tramo del punteo sí que se desquitaron del ritmo más o menos simple de las estrofas. Aquí se volvieron a cebar con las guitarras, fortalecidas por la base rítmica. Ah, y el final también fue bastante bueno.

 

“Waiting Silence”, del “Temple Of Shadows” llegaba de inmediato y animando al público a compartir estos minutos con la banda. Unos riffs muy molones, con las guitarras y el bajo colaborando para hacerlo muy atractivo, eran la excusa para saltar y agitar las manos cornudas al aire. Constantes cambios de ritmo, de texturas Prog, hicieron de “Waiting Silence” uno de los cortes destacables para el show de Angra en el Hellfest.

 

Fabio agradecía en francés la presencia de los fans y hacía algún que otro alarde vocal a capela, para que el público le secundara. Un tipo de cosas que no me gustan en absoluto, pero qué le vamos a hacer.

 

“Lisbon” se arrancó con unos buenos acordes, también de corte clásico y un tono de balada que agradecía las palmas de los seguidores. Rafael y Kiko acababan endureciendo el corte con unos solos muy heavies. También quiero reiterar el gran dominio de la batería de un joven Bruno, que destacó en los 50 minutos de actuación.

 

También pasaron por el Mainstage 2 “Spread Your Fire” y “Rebirth”. También muy speedicas, pero con el necesario contraste de música progresiva que le da el valor añadido al trabajo de Angra. Además, Fabio se atrevió con varios agudos que parecieron agradar a la concurrencia en “Spread Your Fire”. Pero “Rebirth” fue mejor acogida y más coreada.

 

De nuevo la sinergia de todos los miembros y la obligada trascendencia de las guitarras hicieron de estos unos cortes bastante animados. Creo que el tiempo se iba pasando rápido escuchando a los sudamericanos.

 

El final fue para una “Carry On” que se fusión con “Nova Era”. Angra intentó echar el resto (aparte del aspecto musical) también con constantes carreras y saltos por el escenario de varios de ellos, monerías a las cámaras, Fabio pidiendo la participación del público, etc. Era una buena oportunidad para que Angra reclamara su espacio en el panorama musical europeo también.

 

Pues eso, agudos en la voz, solos de unos y otros, instantes de lucimiento para cada músico… hicieron de este final una especial reivindicación de su música más que en cualquier otro momento. Un interesante remate para la fiesta.

 

Con poco tiempo que perder, pusimos rumbo al Altar para ver a la banda sueca de Death Metal Unleashed.

 

Otro grupo de renombre dentro de este género. Si bien no con las cotas de popularidad de otros compatriotas como Entombed o Dismember, sí que es un nombre de peso desde hace un par de décadas.

 

En cuanto al concierto en sí, pues creo que pasó sin pena ni gloria dentro de todo el elenco de bandas del cartel del Hellfest 2.014. Principalmente pienso que el comienzo estuvo insulso, los temas primeros fueron un poco lentos y el tiempo que la banda se tomaba entre ellos era demasiado largo. Se puede decir que les costó arrancar.

 

“Blood Of Lies” fue la primera, tras un “welcome warriors” por parte de Johnny Hedlund. El estilo era muy característico del género, sí, y las guitarras de Fredrik Folkare y Tomas Masgard veloces en la ejecución de las melodías y los solos, pero perdía fuelle en determinados momentos que acabaron por deslucirlo.

 

“Triumph Of Genocide” parecía ir tomando un poco mejor el pulso a la tarde. No se puede decir que Unsleashed estuviera tocando mal porque no era así, pero iban cogiendo el feeling muy poco a poco. De este track destacaban los ritmos de la parte final, con buenas maneras por parte de Anders Schultz con las baquetas y una cadencia de cuerdas vertiginosa.

 

En “The Longships Are Coming” ya parecieron conectar más o menos bien con el público y su propia esencia. Los compases eran más lentos, pero con más consistencia y una dureza que empacaban mejor el sonido. La letra espetada por Johnny mientras tocaba el bajo, más bien parca, dejando el protagonismo a los acordes.

 

“Fimbulwinter” retomaba la mayor velocidad y la batería machacona. Tanto así que hubo instantes que más bien parecía Black hasta con shriek, pero el punteo volvió el sonido a la realidad Death Metal de la banda.

 

“Don’t Want To Be Born” y “Wir Kapitulerieren Niemals” entonaron el show con la resolución que se presupone en una banda como Unleashed. Aun así, creo que no se pudo comparar con eventos ya vistos en este Hellfest 2.014 como los conciertos de D.T.A. o Carcass, por no salirnos del género.

 

Sobrepasaron el ecuador de los 50 minutos de los que disponían con “To Asgaard We Fly”, del “Across The Open Sea”. Los fans la recibieron con aplausos mientras empezaban a sonar las rápidas melodías de guitarra, con moshing brutal por parte de Fredrik, Tomas y hasta el propio Johnny. Los cambios de ritmo fueron de los más brutales del setlist. Sólo 3 minutos, pero de los buenos.

 

Luego “Midvinterblot”, del disco homónimo. También muy cañero y con buenos acordes de guitarra para las estrofas y hasta el punteo. La voz gutural daba buena cuenta de la letra.

 

El terno final lo compusieron “Hammer Battalion”, “Death Metal Victory” y “Before The Creation Of Time”. Cada uno de una época distinta dentro de la discografía de Unleashed y, aunque ligeros matices diferenciaban la música de uno u otro (“Hammer…” con algo más de melodía, “Death Metal…” más directa y “Before…” de sonido muy crudo), sonaron en consonancia con el Death Metal “Made In Sweden” esperado. Unleashed conseguía hacerse con la carpa extrema del Hellfest a base de harmonías muy genuinas del aquellas latitudes.

 

Poco más antes de que Johnny y sus compañeros se despidieran con agradecimientos a los reunidos, y tuviéramos que poner rumbo al Mainstage 2 para ver a Annihilator.

 

Annihilator, una banda que tal vez gozara de mayor popularidad y repercusión en el mundillo Metal si hubiesen nacido en Estados Unidos y tuviesen más capacidad de promoción desde el país de la mercadotecnia. Pero son canadienses y, sobre todo, no son mancos a la hora de tocar, como se suele decir. Además, disfrutan de una gran legión de fieles seguidores y muchos de ellos andaban por el Hellfest.

 

Jeff Waters, como siempre, era el más seguido en sus movimientos. Un guitarrista genial que lo demostró desde “Smear Campaign” y más aún cuando llegaron cortes que contaban con una enorme simpatía entre el público. “King Of The Kill” sería uno de ellos.

 

Un escenario muy sobrio, iluminado por la resplandeciente luz de la media tarde en la costa oeste de Francia. Tan sólo un telón negro con el nombre del grupo en blanco y los cuatro tipos sobre las tablas. Eso y las enormes dosis de Thrash era la propuesta de Annihilator para su concierto de este certamen del Hellfest.

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Jeff con su cresta y Dave Padden con su barba, intercambiaban sus capacidades en las guitarras y las voces casi por igual. La verdad es que un corte tan celebrado, coreado en su estribillo y conocido por los seguidores de la banda, jugaba a ganador a poco que se esmeraran un poco. Jeff y los suyos consiguieron transmitir su energía que obtuvo un feedback muy positivo.

 

Volvieron a retomar el último trabajo de la banda (“Feast”) con “No Way Out”. Las primeras notas de guitarra eran tremendamente melódicas y arrancaron las palmas que marcaban la cadencia que rápidamente se aceleraba. Luego, unos ritmos muy thrashers que cantó sobre todo Dave. Si tengo que decir lo que me gustó menos de este corte, creo que a la voz le faltó dureza y las guitarras se repetían demasiado, a excepción del solo. Pero vamos, tampoco fue un mal tema ni mucho menos.

 

La gente seguía levantando polvo en las inmediaciones del escenario porque no paraba de moverse el pit. Algún crowd-surfer también se dejaba llevar hasta el foso. Más aún cuando llegaba “Set The World On Fire”, del álbum homónimo. Un ritmo brutal era el que daba cuerpo a este tema, unos compases que brotaban de la batería de Mike Harshaw y redoblaban su fuerza en el bajo del recién llegado Oscar Rangel. A nivel de guitarras creo que anduvo algo por debajo de otros tracks del setlist, pero entre la fuerza y el interesante aporte lírico, se veía compensada.

 

“Road To Ruin” tocaba el mítico “Never, Neverland”. Aquí sí que tuvieron más faena Jeff y Dave. Así se reflejaba en sus caras de concentración cuando les tocaba hacer cambios de ritmo y alternar acordes entre sus guitarras. Un corte directo que les funcionó bastante bien para preparar al público para la esperada “Alison Hell”. Circle-pit, jaleo, palmas, manos cornudas siguiendo el ritmo… todo lo que se espera en un concierto de Thrash estaba para adornar este track llevado de maravilla por la banda de Vancouver. Eso sí, la fuerza del corte la llevaron Jeff y Dave con sus guitarras y sus voces, incluyendo la parte donde imitan la voz de niña. El estribillo sería de los más recordados de todo el festival, incluso.

 

“Brain Dance” mantenía el remember de los 90’s. Otro corte de los que definen el estilo de Annihilator y donde el sr. Waters le da caña a su Epiphone Flying V para deleite del personal expectante.

 

El final sería para “Phantasmagoria” y “Human Insecticide”, de sus dos álbumes más recordados. Aun siendo un final más que digno, seguramente los congregados frente al Mainstage 2 del Hellfest 2.014 hubieran deseado un poco más, más tiempo que los 50 minutos que tuvieron Annihilator para thrashear como los grandes. La velocidad de estos minutos finales se reflejaba en el movimiento de los moshers que aguantaron hasta el último suspiro de las cuerdas. Annihilator en estado puro.

 

Y la última hora de Thrash que se oyó en el Hellfest llegó de parte de Dark Angel.

 

La formación californiana encabezada por Ron Rinehart se daba el gusto de aparecer en las tablas del Escenario 1 del Hellfest el domingo, justo antes de 4 bandas de mucho renombre y que atrajeron a enormes multitudes.

 

Dark Angel también tuvo su público, claro. Una banda con mucha solera y que prometía un show con mucha garra. Una intro que más bien parecía música clásica servía para que los 5 de Los Angeles tomaran sitio sobre las tablas. Aplausos y mucha expectación más allá del foso de seguridad. Y rápidamente sonaron los primeros acordes de “Darkness Descends”.

 

Ron apareció cuando las guitarras de Jim Durkin y Eric Meyer ya funcionaban a pleno rendimiento. También el bajo del calvo Mike Gonzalez, que era sin duda el más dinámico.

 

El setlist tomó temas de los tres largas duraciones que editaron los Dark Angel por allá por finales de los 80’s. No es un gran repertorio para escoger, pero sí que da para un excelente show de temas letales y electrizantes. Como por ejemplo una “We Have Arrived” con un alma tan Thrash como la que más. La batería de Gene marcando una cadencia frenética que obligaba a las cuerdas de Jim y Erin a vibrar a toda pastilla. Y Ron metiendo algunos agudos que firmaría el propio Tom Araya.

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Se apropiaron del escenario en toda su dimensión y repercutieron en un público deseoso de empaparse con el sonido de una banda muy exclusiva y hasta exquisita en su directo. Quizás a priori no llamaran la atención tanto como otras, pero el hecho de poder ver a Dark Angel en concierto en este Hellfest 2.014 daba un poco más de valor al festival.

 

Ron no era un tipo exagerado en las formas, pero sí que muy auténtico, con una clásica chaqueta vaquera sin mangas que dejaba ver los brazos sumamente tatuados que tiene.

 

Los ritmos trepidantes y dignos de ser celebrados con un mosh-pit se sucedían. Desde “The Burning Of Sodom” o una “Time Does Not Heal” donde fue la velocidad impresa por Gene en el doble bombo lo que destacaba en un principio.

 

Lo cierto y verdad es que, a groso modo, se podría compartir muchas de las sensaciones y adjetivos entre estos thrashers californianos y otros paisanos que también estuvieron sobre estas tablas antes que ellos. Particularmente recordaría a los Death Angel, que gozaron del cobijo de la noche en vez del calor de la media tarde.

 

La mitad del tiempo llegaba con “No One Answers” y su arranque con la desenfrenada batería, dando el pie a las guitarras a meter unos riffs acojonantes. Y no sólo era tema de guitarras, porque el bueno de Mike daba una tralla tremenda con el bajo mientras agitaba su cabeza al mismo ritmo.

 

En fin, un buen rato que pasaba a base de “Never To Rise Again” (que sería de las más cortas del setlist) o “Death Is Certain (Life Is Not)”, el clásico del “Darkness Descends”.

 

El final, previo aviso por parte de Ron, era para un combo formado por “Merciless Death” y “Perish In Flames”. La primera con su brutalmente thrasher estribillo que Ron enfatizaba con un agudo un tanto desquiciado. El solo se salió, con unas guitarras que echaron el resto para este final.

 

Un trozo de la “Older Than Time Itself” sirvió para retocar “Perish In Flames” y extenderla un poco más, quedando un cierre de espectáculo bien lucido.

 

La banda de Ron Rinehart se despedía dejando unos temas genuinamente Thrash, de estilo bien templado que creo que dejó satisfechos a los seguidores de un grupo con tanta solera.

 

Pasábamos al escenario de al lado para ver a la banda polaca más internacional. Nergal y los suyos ponían sobre las tablas a Behemoth.

 

Una multitud aguardaba su actuación que se preveía muy visual a tenor de la parafernalia que habían montado en el Mainstage 2. Una gran bandera blanca con un símbolo en negro, dos águilas bicéfalas (logo del grupo) a los lados de la batería, dos grandes cuencos ardientes, atriles para los michos con forma de serpiente y el mismo símbolo que en la bandera, cañones de humo… Incluso los miembros de la formación llevaban una indumentaria que se estimaba muy cuidada. Nergal incluso cubierto con capucha.

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El caso es que arrancaron con “Blow Your Trumpets Gabriel”, que sonó como una intro compleja, pero el recital pedía un tema de hechuras más arquetípicas para continuar. “Ora Pro Nobis Lucifer” sería ese tema, también del último trabajo “The Satanist”. Lo cierto es que el sonido de Behemoth en esta ocasión aún no me terminaba de convencer, por lo que esperaba el transcurso del setlist.

 

“Conquer All” y el blastbeat del bombo al inicio daba mejores sensaciones. Nergal veía secundada su voz por parte de sus dos compañeros de cuerdas: Orion en el bajo y Seth en la segunda guitarra. Sonaba bien, con las melodías de los solos dando un poco más de musicalidad a un corte de gran velocidad. Así lo pedía el ritmo impuesto por la batería de Inferno. Destacaría la fuerza del gran final del tema.

 

Cuando llegó “As Above So Below” del “Zos Kia Cultus”, creo que la música de Behemoth adquirió todo el cariz que necesitaba. Un temazo con un ritmo tan marcado, duro y característico de la banda, que sonó como un trallazo. Inferno incluso hacía headbanging mientras tocaba y Orion lo mismo frente a él.

 

La verdad es que todo el grupo llevaba unas pintas brutales, con Nergal portando lo que parecía un collar hecho con huesos sanguinolentos. Pero lo que sí destacaba era el hecho de la gran coordinación en los movimientos sobre el escenario. Se ve que ensayan no sólo la música.

 

Continuaban con “Slaves Shall Serve”, con una parte lírica muy brutal y unos buenos riffs, aunque contuvo un breve solo que se veía un poco falto de intensidad.

 

Llegaba el momento de uno de los temas más celebrados del setlist de los polacos, anticipado por Orion y Seth que encendieron con fuego sendas cruces invertidas, que llamearon junto a la batería de Inferno durante lo que duró “Christians To The Lions”. Con los cambios de ritmo que aceleraban el tema, “Christians…” armarían una buena bulla entre los fans que se atrevieron a moshear hasta levantar el polvo frente al escenario.

 

Un comienzo más parsimonioso daba paso a uno de los mejores cortes de la discografía de la banda de Gdansk (es mi opinión). Una imprescindible por la energía que transmite el ritmo, la fuerza de sus acordes y la dureza, aunque luego pueda parecer reiterativa. Se trataba de “Ov Fire And The Void” y se adornó con fuego que lanzaban unos cañones en el borde del escenario.

 

Guitarras acústicas pregrabadas para hacer la intro a “At The Left Hand Ov God”, que fue interpretada mientras ardían las serpientes metálicas que decoraban los atriles donde estaban los micrófonos de Nergal, Orion y Seth. Más cambios de ritmo y guitarras que se antojaban influidas por los actuales reyes del Death Metal: Morbid Angel, que no es mala cosa. Unas voces pregrabadas que parecían entonar una oración dieron fin a este tema de “The Apostasy”.

 

La penúltima sería “Chants For Eschaton 2000”. Mucha intensidad a la hora de interpretarla, con los tres músicos de cuerdas esputando sangre (de verdad o falsa, da igual) por la boca, dando caña a un ritmo muy pegadizo y fácil de llevar y transmitir. La gente así lo vio porque se formó un pit de moshers que, a buen seguro, dejó más de un moretón en las carnes de los atrevidos fans de Behemoth.

 

El final era “O Father O Satan O Sun!”, el último tema de su último disco. Tal vez no sería el corte más deseado por los aficionados para despedir el concierto, pero tampoco estuvo mal. Unos cañones expulsaron millones de papelitos negros al cielo de Clisson para ambientar este fin de show. Un poco más lenta que las previas, la voz sí que tomó algo más de presencia, no obstante.

 

Así acabaría el tiempo para los Behemoth y dejaban el Mainstage 2 listo para el cambio de set y a la espera de la más grande banda de Black Metal de la historia.

 

Pero antes había otra actuación en el Escenario 1. La verdad es que el cambio de estilo era brutal. Se pasaba del Black/Death de Behemoth al Rock Grunge del Soundgarden en cuestión de minutos.

 

Sinceramente creo que el Grunge aquel que destacó desde Seattle, tuvo su tiempo. Seguramente no estuvo mal que ocurriera, pero tenía visos de ser una música con fecha de caducidad. También es cierto que hubo buenas producciones de aquel sonido y seguramente “Superunknown” fuera una de las destacadas. Pues bien, aquí estaba la banda que la hizo.

 

Chris Cornell y sus chicos, la formación clásica, se ponían sobre las tablas para poner en pie un show que pretendía captar la atención y cautivar a un auditorio que pienso que estaba más expectante a lo que sucedería un par de horas después, en ese mismo lugar.

 

Pero bueno, era el tiempo de Soundgarden, que haría un setlist muy basado en sus dos álbumes más celebrados. La mitad de los tracks serían del “Superunknown” y casi la otra mitad del “Badmotorfinger”. El único tema que se salió de la disciplina fue a parar al “Ultramega OK” del ’88.

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Era un poco raro ver a los americanos enmarcados en este cartel y entre unos grupos tan dispares a su estilo, si bien es cierto que el tono con el que sonaron los temas en esta tarde era más Rock, incluso con algunos toques de rollo Stoner o Groove. Las canciones, tal y como las podíamos recordar de aquella época de los 90’s o en los discos, fueron refinadas para adaptarlas a otro ambiente.

 

La verdad es que la hora era buena, con el sol poniéndose y los tonos anaranjados del ocaso bañando la explanada y los escenarios del Hellfest. Y entonces se arrancaron con “Searching With My Good Eye Closed”, con ese sonido de guitarra distorsionada al que me refería antes. La voz que Chris Cornell seguía siendo una de las grandes bazas de este grupo; una de las más interesantes que salieron de Seattle.

 

El punteo de esta “Searching…” estuvo chulo. Chris acompañando muy bien con su guitarra y Ben Shepherd comiéndose el escenario con sus movimientos compulsivos mientras tocaba el bajo. Duro Matt Cameron con la batería y, sobre todo, un buen solo de Kim Thayil para terminar el corte.

 

Pasaron rápido a “Spoonman” del “Superunknown”. Más dura de lo que recordaba del disco, también es verdad que con menos producción y más rockera. Las melodías sonaron bien pero Kim metió algunos efectos con la guitarra durante el punteo que sonaron un poco raros.

 

Soundgarden se ganaban algunas palmas y un ligero headbanging de la gente más próxima al escenario. Creo que no era su público el que les contemplaba, pero hicieron lo posible por dignificar su presencia.

 

“Rusty Cage” y “Outshined” seguían con el recital, directamente desde el “Badmotorfinger”. Más ágiles en su composición y directas en su transmisión a los oyentes. Y, gracias a la voz de Chris, ganaron en harmonía. La segunda, por cierto, con un Cornell que se paseaba de un lado a otro sin guitarra.

 

Luego una terna del “Superunknown”. La primera, el single “Black Hole Sun”. Un mar de manos balanceándose acompañaron el ritmo que predominaba en la canción, que parecía faltarle algo de vidilla a tenor de lo estáticos que quedaron los músicos durante los minutos que la tocaron. Lo más destacable era la voz de Chris en el estribillo.

 

Seguían con “My Wave”, con mejor actitud y mejores guitarras. Incluso algún crowd-surfer se aventuró a navegar sobre las cabezas de los festivaleros.

 

Me gustó “The Day I Tried To Live”, una de las mejores del disco original. Desde el arranque destacaron las melodías y el ritmo tan sugestivo que cambiaba varias veces a lo largo del tema para darle mayor profundidad. Una batería que parecía ir por momentos a contrapié de forma intencionada, remataba lo que sería (para mí) la mejor de su setlist.

 

“Jesus Christ Pose” se desmarcaba con un buen trabajo de Matt en la percusión y “Fell On Black Days” iba perfilando el final con un buen ambiente que Soundgarden se había trabajado para no desentonar en este espectacular escenario que era el Hellfest 2.014.

 

El final era “Beyond The Wheel”, del “Ultramega OK”. Guitarras sucias y distorsión bajo una voz de cadencia pausada que mezclaba falsete con el tono habitual de Chris. Un tema denso y, seguramente, el menos conocido del recital, pero que funcionó para el final de la velada. Al menos a mí me pareció muy correcto para ello, sobre todo el trabajo de Kim.

 

Se despidieron del público agradeciendo su presencia y apoyo.

 

Volvimos al Escenario 2, que llegaba el turno de esa banda que mencionaba antes: los blackers más grandes de la historia, al menos en lo que al aspecto musical se refiere. No eran otros que Emperor, nada menos.

 

60 minutos exactos de Black de alta calidad nos esperaban. Allí estaban Emperor, los de verdad. La edición pasada tuvimos la oportunidad de ver a Ihsahn con su banda, pero ahora teníamos también a Samoth sobre las tablas. También tengo que decir que yo esperaba a Trym Torson a la batería, pero no; la cosa era aún mejor. Emperor se presentaba con una formación aún más mítica con Faust a las baquetas. Me refiero a temas estrictamente musicales, claro, pues el hecho de que tanto Samoth como Faust hayan pasado una temporada en la cárcel (el último casi 10 años por un asesinato a sangra fría), no sé si deja otras facetas para admirar su biografía, aparte de la musical.

 

Pero bueno, como esto se trataba de disfrutar de un concierto, nos centramos en oír cómo tocaban y dejamos aparte todo lo demás.

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El comienzo fue fulgurante, con cañones espetando fuego en vertical desde los bordes mismos del escenario. La noche recién estrenada nos regalaba los acordes de “Into The Infinity Of Thoughts”. Genuino Black, pero con una enorme dosis de musicalidad que hacen precisamente de Emperor la banda que lidera este espacio en el que la esencia de este sonido se mezcla con una técnica muy notable.

 

La formación que estaba sobre las tablas contaba con dos miembros más. Secthdamon se ocupaba del bajo y Einar Solberg de los teclados. Ambos, viejos conocidos de Samoth e Ihsahn de otros proyectos. No desentonaban en absoluto y, además, Einar era sin duda el más activo, sin parar de hacer un headbanging brutal desde su puesto de teclista.

 

El frontman (con su cuidada barba y gafas de ver) presentaba “The Burning Shadows Of Silence” para conmemorar el 30 aniversario de la edición de su primer LP “In The Nightside Eclipse”. Unas guitarras saturaban la atmósfera del Mainstage 2, con unos compases de vértigo. La batería no se cebaba en el blastbeat pero se hacía notar realmente, igual que el teclado que ambientaba la canción en un clima de certera oscuridad.

 

La llegada de la noche cerrada teñía el escenario con los colores de los focos; los rojos y azules abrigaban a las 5 figuras, el equipo y la gran bandera con el artwork del EP “Emperor”.

 

Precisamente de ese trabajo venía “Cosmic Keys To My Creations & Times”. Otra notable obra, de composición y ejecución impecable. Con unos coros realmente brutales por parte de Secthdamon.

 

Ihsahn llevaba la carga del show, era la presencia que eclipsaba y dominaba el escenario. Cantaba, tocaba la primera guitarra y era quien se comunicaba con el público y lo animaba a dejarse llevar por la enorme música de temas como este “Cosmic Keys…”.

 

Fausta iba a lo suyo, tocando una batería tan exigente con gran destreza, y Samoth muy parco en movimientos y apenas dedicado a otra cosa que no fuera tocar la guitarra.

 

Secthdamon sí que adquiría presencia con un bajo duro y profundo y la voz secundaria que llegaba a imponerse a la del vocalista en algunos coros, como en “Beyond The Great Vast Forest”. Y Einar, como decía, moviéndose como loco desde una esquina del escenario.

 

Las melodías de esta “Beyond The Great Vast Forest” compartían grandeza técnica y creativa con el resto del setlist. Al igual que en la siguiente “Towards The Pantheon”, los cadencias aceleradas se combinaban con un buen trabajo sinfónico para dar lugar a una sonoridad exquisita para oídos sibaritas.

 

Un gran número de seguidores de la banda se agolpaban en las inmediaciones del Mainstage 2, aunque la verdad es que yo esperaba alguno más. Pero creo que los que estaban, disfrutaron de lo lindo viendo a los auténticos Emperor.

 

Gran recibimiento tuvo “The Majesty Of The Night Sky”, en lo que iba siendo un show basado casi exclusivamente en “In The Nightside Eclipse” (además tocados en orden), con los añadidos de un par de cortes extras al final.

 

La locura se desataba cuando Ihsahn advertía: “creo que habéis oído esta antes…”. Era “I Am The Black Wizards”. Si bien estaba en consonancia con el resto de temas de la noche (y del disco) en cuanto a nivel de excelencia, sí es verdad que contaba con un plus de inspiración a la hora de ser hecha e interpretada. Un corte que encanta y engancha a base de agresividad y cambios de ritmo brutales.

 

El final parecía ser para “Inno A Satana”. Antes, Ihsahn presentaba (20 años después) a Faust como batería de Emperor. Igualmente hizo con su compañero de hazañas Samoth. Me temo que de Secthdamon y Einar no se acordó (…).

 

Un estallido de fuegos artificiales daba paso a esta canción enorme, grandilocuente, de tintes sinfónicos y con una ampulosa carga armónica y lírica. Un final sencillamente memorable.

 

El disco completo estaba liquidado, pero daba tiempo para un par de cortes más. En este caso los bises serían para “Ancient Queen” y “Wrath Of The Tyrant”. La primera con mucha presencia de teclados por parte de Einar y con el blastbeat de Faust combinando con los riffs muy blackers de Samoth. Todo un referente del género.

 

El final, con “Wrath Of The Tyrant”, aunaría a lo dicho la mayor dosis de crudeza y visceralidad de un primer trabajo. Sin más, Ihsahn se despedía de parte de sus compañeros y toda la banda saludaría a un auditorio que había disfrutado del concierto de una leyenda inigualable.

 

Y si leyenda eran Emperor, más aún lo sería el cabeza de cartel del domingo. En el Mainstage 1 esperaba una banda que sería pionera del Heavy Metal, del Stoner, del Doom y de tantas otras cosas. Era, sencillamente, uno de los grupos más importantes de la historia de la música. Era Black Sabbath.

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La cosa iba a ser grandiosa, sin duda. Es que solamente el hecho de poder ver en persona a una formación tan importante tocando aún en directo, sólo eso ya valía la pena. Pero es que, además, tocaron fenomenal.

 

Desde el inicio se pudo ver el potencial del concierto (y la banda) porque la primera fue “War Pigs”. El inicio de la batería es sensacional. He oído decenas de versiones de este tema por otras tantas bandas, y han fallado en esa percusión del arranque para acabar estropeando toda la canción. Y es que tal vez Bill Ward no era el baterista más técnico del mundo cuando la tocaba, tampoco era el más veloz, pero seguramente sería de los que más duro y con más ganas le daba al bombo y los timbales. Ahí, en esa fuerza y en esa energía es donde hay que ver que el tema es realmente bueno.

 

Pues bien, aquí lo fue. Tommy Clufetos no era Bill Ward, pero anduvo al noventa y tantos por ciento de lo que hubiera hecho el propio batería original. Impresionante, realmente impresionante por parte no sólo de Tommy, sino de los cuatro integrantes. Era espectacular ver la interpretación de un tema tan genial por sus creadores y con tal nivel de maestría

 

En lo personal diré que era un momento excepcional porque era la primera ocasión que tenía de ver a Black Sabbath en directo y no creía que llegara ese momento.

 

Pasaron a “Into The Void” con una batería casi igual de sobresaliente que la previa. La fuerza que desprendía la base rítmica podía ser la de una bomba estallando. Además, según se oía el riff característico del tema envuelto en una atmósfera tan propiciamente creada por todos los fans que se rendían ante la formación, la piel se ponía de gallina.

 

Tony Iommi está mayor, claro, como sus otros dos compañeros de fatigas, que lo son desde antes de los 70’s. No obstante, Tony es Mr. Riff-Man, el hombre que ha creado cientos de melodías para el Rock durante décadas. Era una gozada ver a este señor sexagenario tocando la guitarra como lo que es: todo un MAESTRO.

 

¿Y Ozzy? ¿Qúe puedo decir del Ozzman? Pues que hizo de Ozzy, dando coba a su público con sus míticas frases “you’re fuckin’ great” o, por supuesto, “I love you all”. También riéndose de esa forma tan particular (como de loco), paseándose con la parsimonia que lo hiciera una señora mayor quejumbrosa por el escenario, levantando las manos al cielo como en la portada del “Volume 4” o haciendo carantoñas, como si le hablara a un público de pueriles infantes. Así aprovechaba cada intervalo entre canciones para hacer un “cu-cu”, como se le hace a los bebés. El público (mucho de él también rockeros desde muchas décadas atrás) parecía responder de la misma forma. Ozzy parecía el padre de los 100.000 reunidos todos, y tal vez lo fuera (musicalmente hablando) de muchos de ellos.

 

Con una breve introducción, “Snowblind”. Un poco más tranquila, pero igualmente de sobresaliente a la hora de ser disfrutada en toda su dimensión. No deja de ser otro tema mítico, versionado también por ciento y la madre. Y no quiero dejar pasar la oportunidad de reiterarme en lo dicho antes de la fuerza (física) con la que Tommy Clufetos pegaba a la batería. Realmente hay que estar muy entrenado para aguantar ese nivel de “newtons (Nw)” ejercidos durante hora y media sobre los bombos, caja, timbales y platos. Y el solo de Iommi del final, buenísimo.

 

Como veis, era una gozada. La primera vez que se ve a Black Sabbath no puede ser de otra manera.

 

Ozzy quería oír al público antes de empezar “Age Of Reason”, del “13”. Menos popular, claro, pero con la misma esencia sabbática que muchas otras. Sonidos muy marcados y oscuros, bien acompasados por la batería, densificados por el bajo de un Geezer que sigue con su cara de “tío loco” a pesar de los años.

 

Sobre la puesta en escena, pues decir que la enorme pantalla que ocupaba todo el fondo del Mainstage 1 proyectaba imágenes de lo que estaban haciendo los músicos justo delante. Así podían ser vistos por los fans más lejanos.

 

Ozzy, como decía, se movía de vez en cuando a un lado y otro de la tarima, para deleite de los acólitos situados en aquellas zonas. Geezer y Tony no eran muy dinámicos; apenas se movieron de un pequeño radio de acción desde donde empezaron el show. Eran figuras quietas y oscuras en la penumbra de los focos del escenario, pero la presencia de su música les hacía enormes.

 

Tocó el turno para el comienzo del comienzo. Llegaba “Black Sabbath” con su correspondiente sonido de lluvia cayendo y sus toques de campana. Más piel de gallina. Una canción que entremezcla el Hard Rock, el Stoner, el Doom (lo que decía antes), cuando nada de eso existía aún… No me digáis que el oír eso en directo no es algo histórico.

 

El grupo estaría aún más estático, pero es que la ambientación lóbrega y hasta tenebrosa de este tema tan importante, lo paralizaba todo. Hasta que llegaba el cambio de ritmo y luego el punteo, que fue una locura.

 

Luego van y conectan con “Behind The Wall Of Sleep”. Lo malo es que, según el orden del disco “Black Sabbath”, se habían saltado “The Wizard”. Si llegan a tocarla entonces es cuando hubiera sido un concierto perfecto (al menos para mí).

 

Después llegó el turno para que Butler se diera el gustazo de marcarse un solo de bajo acojonante para empalmar nada menos que con “N.I.B”.

 

Otra de las grandiosas. Un tema que engancha como ninguno, con un riff tan pegadizo como el que más y una letra tan oscura que imagino que sería un escándalo allá por el comienzo de los 70’s. Pero es que es imposible no cantar el estribillo al unísono de Ozzy y con la eufonía impuesta por la guitarra y el bajo, casi a partes iguales.

 

En fin, que se me acaban los calificativos, y todos buenos. “Fairies Wear Boots” y “Rat Salad” del álbum “Paranoid”, todas eran sensacionales. La segunda contó con un solo de batería que diré que fue brutal, por no enrollarme con más adjetivos.

 

Pero es que luego llegaba “Iron Man”. Esto era una locura. El ritmo era marcado por las voces del público igual que podrían hacer los mismos músicos. “Iron Man”, una de las canciones y melodías más archiconocidas del Rock. Las cabezas y manos cornudas mosheaban al mismo compás en números inusitados. ¡Qué grandes son Black Sabbath! Igualmente grande Tony a la hora de un solo que fue retransmitido por el pantallón, enfocando poco más que su guitarra.

 

Las últimas antes de marcharse serían “God Is Dead?” del “13” y “Children Of The Grave” del “Master Of Reality”. También soberbias, si bien la segunde tuvo mejor feedback entre banda y público. Aun así, “God Is Dead?” se ha convertido en un tema muy popular rápidamente y fue coreado por multitud de seguidores.

 

Se marcharon pero era obvio que volverían. En primer lugar porque les quedaba una media hora de actuación (que finalmente no aprovecharon entera), y luego porque les quedaba algún imprescindible.

 

Reaparecieron para arrancarse con el comienzo de “Sabbath Bloody Sabbath”. De nuevo el éxtasis se apoderó del escenario principal del Hellfest, pero apenas tocaron un par de minutos y la engancharon con una “Paranoid” que se recibió como el himno de no una, sino de varias generaciones. Se aprovechó el poder oír esta de boca de sus creadores porque sonaba a despedida. Así fue. Era el fin de fiesta para Black Sabbath en el Hellfest 2.014.

 

La gente pidió más, pero no pudo ser. La formación se despidió entre vítores y fueron saliendo del escenario para que los congregados hicieran lo propio de la explanada, segundos después.

 

Personalmente estaba colmado en cuanto a lo que esperaba del festival, así que me planteé retirarme para descansar los tres días de intensos conciertos. Pero tenía que gastar los tokens de consumiciones que me restaban, así que tuve que repasar varias barras para encontrar algo para beber. ¡Lo habían vendido prácticamente todo!

 

Al final encontré algo y decidí tomarme el trago viendo a Opeth. Uno de los mejores grupos de Death Metal Prog, sin duda.

 

Llegué al Altar con el show comenzado. La gente se distribuía entre este recital y el de Turbonegro en la Warzone. Creo que ambas carpas estaban llenas.

 

Mikael Åkerfeldt y los suyos tocaban ya “Heir Apparent”. Un tema complejo, lleno de matices y detalles, que invitaba a seguirlo, a no perderle la pista en todo su desarrollo de casi 10 minutos. Los suecos acostumbran a cortes de este pelaje, cautivadores por sus sugerentes melodías, de un trabajo notable en las cuerdas (no sólo las guitarras) y cambiantes para que la canción evolucione a lo largo de su duración.

 

Luego está la voz claramente Death de Mikael, grabe y gutural pero perfectamente medida, como todo lo que pone en escena la banda de Estocolmo. Aunque también se dejaba caer con tramos líricos más limpios para estrofas concretas.

 

“Demon Of The Fall” era otra que tal bailaba, con las mismas características de una composición elaborada y meditada para que cada nota sonara necesaria. Así, la guitarra de Mikael y la de Fredrik Åkesson se desarrollaban entre riffs y solos mientras los más acérrimos de la banda cantaban, mosheaban y tarareaban hasta los punteos.

 

“Hope Leaves” dejaba un arranque más tranquilo, fácil de seguir y corear. El trabajo de Joakim Svalberg a los teclados pareció notarse un poco más en esta, aunque la guitarra de Fredrik fue la protagonista nuevamente en el tramo final del tema más corto del setlist.

 

Nos acercábamos al final del festival con “Deliverance”. Una esencial en un concierto de Opeth y que volvió a ser un temazo interpretado por Åkerfeldt y compañía. Desde el genial comienzo, con una batería enorme a manos de Martin Axenrot, aquella sonó como la deliciosa evocación de un viaje sonoro hacia otros mundos. Las partes donde predominaban las armonías cambiaban rápidamente hacia texturas más ásperas y duras para proponer una progresión constante. Mikael alternaba voces como Martin alternaba ritmos o el otro Martin (Mendez) variaba la profundidad de su bajo.

 

Un tema de esos de Opeth, que parecen varios en uno y que, sin embargo, no se hacen largos. Bueno, no para todos, que conozco a quien le aburre la música de estos suecos. Pero imagino que los que estaban en la carpa de Metal Extremo era porque realmente disfrutan de este estilo.

 

La segunda mitad de los 15 minutos de “Deliverance” creo que resultaba más eminentemente Prog, pero los últimos dos o tres minutos, donde reiteran el ritmo incesantemente metiendo matices en cada repetición, me siguen pareciendo geniales.

 

Otro de los grandes valores de Opeth en directo son los pequeños “discursos” o charlas que da Mikael Åkerfeldt para presentar los tracks. Suelen ser tremendamente divertidas e ingeniosas. Suelo decir que Mikael debe ser el tío más gracioso de Suecia. También es cierto que esos chistes suelen darse a costa del propio público, como cuando dice “por favor, hacer headbanging pero no como lo hacéis ahora, sino como si estuviésemos en los 90’s” o “¿por qué gritáis siempre que yo hablo?”. Es todo un showman a pesar de la pinta que tiene de tío calmado y sobrio.

 

El final del todo y todo era “Blackwater Park”. Un tema para deleitarse y casi para ir recapitulando todo lo bueno que había sido el Hellfest 2.014. Intenso, cansado y también frustrante en el aspecto de que era imposible estar en todos los conciertos. Hubo bandas que sin duda quisieron verse y no se pudieron por el tema de horarios simultáneos. Eso es así en festivales tan grandes como este y lo único que se puede esperar es que en próximas ediciones los nuestros no coincidan entre sí. Porque, eso sí, en próximas ediciones hay que volver…

 

Nos vemos en la próxima.

Salud!

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