Personalmente intuía esta como la jornada más intensa de las tres. Había bastantes grupos de mi agrado. El problema es que la mayoría se concentraban en las últimas horas, simultaneándose muchos de ellos. La conclusión fue que, a pesar de andarme con prisas, tuve que desistir en ver a varios. Es lo que tiene el montar un festival con grupos de gran nivel; te acabas perdiendo a alguno de los favoritos.
En fin, empezamos por el principio. Me presenté para ver a los primeros de mi lista de hoy: Monstrosity en el escenario The Altar.
La banda de Florida (con gran aceptación en países latinos, por cierto) se presentaba para desperezar a los que aún entrábamos en el recinto del Hellfest poco después de mediodía.
Una banda de auténticos trotamundos musicales que han militado (o aún militan) en sendas formaciones por aquí y por allá, casi todas ellas también deathmetaleras. Es más, entre los múltiples miembros que han ido pasando por las filas de Monstrosity en los veintitantos años de funcionamiento, acompañando a Lee Harrison, también la mayoría han sido de esos trotamundos.
La formación actual, desde hace un par de años o tres, consiste en el propio Lee como baterista, Mike Hrubovcak en las voces, Mark English y Matt Barnes en las guitarras y Mike Poggione al bajo.
Se arrancaron rápido y fueron directos al grano. El asunto se trataba de dar mucha tralla a través de Death Metal de la vieja escuela (“Old School Death Metal” en palabras de Mike H.). Sin concesiones ni paliativos. Haciendo gala de mucha soltura en los tempos de las canciones y con unas guitarras aguerridas en el sonido de la zona (de Florida, ya sabéis).
El caso es que no resultó un concierto destacable por lo sorprendente del sonido o la concepción de los temas en el directo. Seguramente era lo que cupo esperar por la inmensa mayoría de aficionados de Monstrosity que se reunieron en un número notable frente a The Altar. Lo que sí dio interés a este show es que, precisamente, no escatimaron a la hora de intentar ofrecer todo el potencial que tienen estos músicos tan avezados en el género.
Unos riffs trepidantes y con cambios de ritmo estupendos, la voz gutural y desgarrada y un bajo que se hacía notar bastante. Las guitarras, ya digo, más que dignas sobre la base de la batería, que no deja de ser la referencia de la banda.
El show no pudo ser muy extenso, pero se dieron prisa en repasar su historia. Desde “Final Cremation” a “Within Divisions Of Darkness”, pasando por “Fatal Millenium”, dieron un gran nivel, aunque creo que los temas más pretéritos contaron con mejor acogida.
Luego, ya que no tenía gran predilección por las bandas que actuaban a continuación en cualquiera de los escenarios, anduve por el recinto viendo un poco de cómo habían montado toda aquella movida. Una organización espectacular, con un montón de sitios donde zambullirse, empaparse y consumir Rock, en sus múltiples facetas y productos.
De todos modos, pillé algo de la actuación que 3 Doors Down dieron en el Mainstage 1. Me pareció un Rock muy “pasteloso” para el entorno donde se encontraban. También es cierto que en la tarde aguardaban bandas también muy rockeras como ZZ Top o los mismísimos Kiss, pero estos 3 Doors Down se me antojaron poco contundentes en su estilo para meterse en el Mainstage 1.
De entre los temas con que se manejaron Brad Arnold y los suyos para intentar reivindicarse dentro del cartel, creo que se oyó “Time Of My Life”, con un buen arranque de las guitarras de Chris Henderson y Chet Roberts. También se enfatizó bastante la voz de Brad, aunque creo que la intensidad se fue perdiendo un poco en los tres minutos y pico que duraba.
Por supuesto, también descargaron su famosa “Kryptonite”. Supongo que para un espectador poco experto en la historia de 3 Doors Down (como yo), esta debiera ser de las más notables o, al menos, de las más reconocibles. Se puede decir que así fue para mí. Desde luego, cuando oí su melodía pegadiza, puse la oreja y me dejé llevar un poco por el ambiente que se iba formando en el recinto. Cada vez más lleno y con una proporción de público de mayor edad creciente. Estaba claro que algo gordo pasaría en esta jornada. Y se llamaba ZZ Top + Kiss.
Pero bueno, estábamos con 3 Doors Down aún. “Here Without You” fue una de las baladas que hubo en su tiempo. Un tipo de balada que irremediablemente me recordaba a otros grupos como Nickelback o Creed. Realmente no es mi estilo, aunque supongo que a seguidores de ciertos estilos de Rock les resulte atractivas baladas de estas que tocan la fibra y suenan conmovedoras, con melodías bonitas y demás. Personalmente creo que andaban un poco fuera de lugar entre los otros grupos del cartel. Pero bueno, eso es opinión propia, claro.
Además, incluso un detalle que debe pasar por nimio, me reafirmó en esta opinión. Al finalizar uno de los cortes, Bred agradeció la acogida de los fans con un “God bless you” que me resultó raro oír en un sitio como este. No es la primera vez que un grupo pide que “Dios bendiga” a sus espectadores, pero estaréis conmigo que no es lo “normal” en un festival de Heavy Metal. Tal vez la última vez que oí esto fue en un concierto de Stryper, hace ya años. Como digo, no tiene importancia alguna, pero resulta atípico al confrontarlo con el resto del elenco del cartel (y de la carpa de música extrema, ni hablamos).
Pero bueno, “Believer” le dio un poco más de marcha al escenario. Con un clima que continuaba siendo bastante desagradable por el viento, frío y algo de lluvia intermitente, se agradecía el agitar el cuerpo con algún corte más movido y con unos ritmos más palpitantes de parte de Greg Upchurch.
“Duck And Run” y “When I’m Gone” creo que fueron de las últimas. También marchosas y, la primera, con unos riffs más duros… ¿no? No sé, pero me quedó un buen recuerdo de este momento, aunque el viento hacía que el sonido sufriera ciertos vaivenes, al menos desde donde ví el show.
Tuvieron un gran detalle (que por lo visto es habitual en sus conciertos) y se marcaron una versión muy bien elegida. “Symphony Of Destruction” de la banda de Musteine. No veo que peguen demasiado el estilo de uno y de otro grupo, pero eso no tiene nada que ver. La canción sonó más floja, claro, y además Chris no es Marty Friedman (ni Chris Broderick), pero teniendo en cuenta que muchos de los congregados se sabían la letra y la cantaron a la vez que Bred, me parece que resultaron unos minutos muy agradables. Un buen tributo y una buena manera de exaltar un poco los ánimos, que falta hacía.
Por horario tocaba la actuación de Coal Chamber, aunque no tenía demasiado interés en los californianos. Así que, tras un par de canciones, aproveché para otros menesteres. Así y todo, pude escuchar “Loco”. Imagino que querían empezar por el principio y a lo grande, con el single que les catapultó a primera línea de la escena Nu, hace años ya.
Lo cierto es que siguen llevando unas pintas bastante en la onda del Nu Metal y Dez sigue esforzando o forzando la voz para alcanzar esas texturas siniestras de los temas de Coal Chamber. En particular, este.
Luego “Big Truck” para seguir con el orden. Más densa y marcada por la batería de Bug y el bajo de Chela. Guitarras espesas y algún abuso de vibrator para ir dando forma al “Big Truck” que insistía Dez en recordar durante el estribillo.
La verdad es que mi interés no iba mucho más allá, así que me retiré de las inmediaciones y dejé a los angelinos con sus asuntos.
Volví para Down. La banda de Phil Anselmo que se presentaba en el Escenario 1. El día antes tuvimos a Vinnie con Hellyeah y hoy le tocaba a otro ex de Pantera. Lo que no sé es si se vieron o prefirieron no hacerlo por lo que pudiera pasar; por si quedaban asperezas que limar.
Yendo al grano, empezaron con “Eyes Of The South”. Pepper Keenan y Kirk Windstein rasgando las cuerdas de sus guitarras para dar densidad al sonido desde el principio. Una buena dosis de distorsión que la batería de Jimmy Bower se encargó de apoyar, dando paso a las primeras frases de Phil. Mucho Southern en este Metal, con su Groove incorporado.
“Witchtripper” continuaba con la tesitura, aunque me sonó con más Sludge. De todos modos, se entreveía el marco donde encajaba Down, de un Rock – Metal muy distorsionado, con bases sureñas y una fortísima base rítmica. Además, con un bajo que no pasaba desapercibido, profundizando mucho el sonido, desde los dedos de Patrick Bruders.
“Lifer” fue la que realmente me recordó por primera vez a Pantera. Sobre todo por el derroche de voz que intentaba Phil. Un Phil que se manejaba sobre el escenario con esos movimientos que le recuerdo desde hace años y que siempre me han parecido un poco torpes, pero que son su sello: un moshing sin melena a cara de perro.
Por cierto, buen final en “Lifer”.
“Lysergik Funeral Procession” me pareció mucho más oscura que “Lifer”, si bien es cierto que los cambios de ritmo y la batería sonaron muy bien y creo que gustaron bastante.
Había bastante gente ya frente al Escenario 1. Seguramente ya habría quien intentaba pillar sitio hasta para Kiss, pero también se intuían maníacos de Down (o de Phil). Un buen movimiento de melenas se veía con los ritmos de “Hail The Leaf” o “Ghost Along The Mississippi”.
Anselmo parecía en su salsa, aunque creo que es un tipo que se movería mejor en escenarios pequeños. Siendo, como es, uno de los grandes nombres de la música Metal americana, no termino de verlo en un espacio que requiera mucho en llenarlo. A pesar de todo, anduvo bastante suelto y hasta frenético en según qué momentos.
Cierto que el apoyo musical de Pepper y Kirk se hacía valer con buenas melodías y ritmos acompasados como martillazos sobre un yunque.
“Pillars Of Eternity” y su fenomenal solo no podían faltar. Con la cadencia bien marcada y P. Anselmo desgañitándose a la par de las cuerdas sobre los mástiles, se perfilaba como uno de los temas más interesantes del setlist de Down.
Por cierto, que me encantó ver que Phil continuaba con esa práctica que le había visto hacer en algunos videos antiguos: agarraba el micro y se golpeaba la frente hasta que le brotaba la sangre y continuaba cantando con un reguero que le caía cara abajo, por la nariz… Bueno, no es que me encantara ver a un tipo yéndose de la olla y autolesionándose, sino que me recordaba a otra época y que hay cosas que no cambian (por suerte o por desgracia).
La terna final, basada en el popular “Nola”, hacía participar al público a base de moshing y algo de headbanging. Con una voz desatada a estas alturas, “Losing All” recogía la esencia del sonido de la banda, con las guitarras desafiando las inclemencias del tiempo.
Buen corte, como “Stone The Crow”, aunque este se me hizo un poco pesado. El tiempo más lento y menos intensidad en la música dejaba más distancia entre la banda y el público.
Lo que sí sonó como debía fue el tema por excelencia que no puede faltar en un show de Down. Llegaba el turno de “Bury Me In Smoke”. Además creo que se montaron en el escenario Jason Newsted y Matt Pike para secundar las labores de Pepper, Kirk, Patrick y demás.
Una cadencia casi doomica, con menos Sludge pero muy penetrante y con unos riffs imposibles de resistir. Phil, más maestro de ceremonias que vocalista, alentando la batalla de guitarristas en un gran final para el concierto de Down.
Luego, rumbo a The Temple para echarle un vistazo a Equilibrium, aunque ya llevaban un rato tocando cuando entré en la carpa.
Para entonces ya andaban por “Wingthors Hammer”. Desde un primer momento quedaba muy patente el profundo sentimiento épico que Equilibrium consigue imprimirle a su música. Esto, sin ser exclusivo de ellos, sí que parece que lo tienen muy logrado también en los directos.
Cierto que los teclados suelen ayudar bastante en la recreación de ese ambiente heroico-poético que queda muy bien en bandas como esta, con base musical Viking- Folk. Por cierto, que los teclados estaban a cargo de René Berthiaume.
“Blut Im Auge” sonó más fiestera, con unas guitarras muy aceleradas y de melodías más sencillas. La voz de Robse actuó gutural pero de manera casi testimonial ante la vorágine de sonidos a toda velocidad que calaron mucho en la audiencia. Mucha juerga en las inmediaciones del escenario con un pequeño pit bailongo.
Algo parecido continuó ocurriendo cuando Andreas arrancó a la guitarra las primeras notas de “Met”. Una pieza también bastante divertida donde un tiempo cambiante acentuaba el halo festero que cubre a un tema fugaz y con mucho gancho. Era un corte totalmente propicio para meterle unos sorbos a la birra en un cuerno de esos que llevaban muchos para beber. Era como un: ¡Hail to the vikings!
“Mana” fue la siguiente. Bueno, no la tocaron completa porque era demasiado larga, así que fueron recortando las partes más ambientales y parsimoniosas. Creo recordar que se quedaron con la parte central del tema, que es la más movida y la que mejor comulgaba con un directo. La peña reunida seguramente agradeció el “detalle” de centrarse en las melodías más excitantes.
La banda bávara llegaba al final de su actuación en The Temple con un “Unbesiegt” (de su disco “Sagas”) que se perfilaba algo más Viking que los temas anteriores. Con la base rítmica bastante rápida y las guitarras tal vez más significativas que les escuché. La voz de Robse también se endureció para este final de fiesta. Por cierto, que la guapa y simpática Sandra Völki (bajista) creo que recibió unos cuantos piropos durante el show; muy merecidos.
Volví al Mainstage 1 para Accept. No era la primera vez que los veía y, de hecho, tenía buen recuerdo de ellos. Pero tenía casi la misma inquietud porque me habían hablado muy bien de Mark Tornillo como frontman de los renacidos Accept.
Las grandes expectativas suelen conllevar decepciones. En esta ocasión me ocurrió precisamente eso.
“Hung, Drawn And Quartered” arrancaba el “Stalingrad” y su concierto del Hellfest 2.013. La propia “Stalingrad” continuó, acompasada y con buenas harmonía y fuerza.
Eran momentos de toma de contacto con la afición. Por lo que parece, Mark se toma muy en serio y con mucho respeto su labor de vocalista de Accept. Supongo que con la eterna referencia de Udo a sus espaldas.
Es un tipo que se bate bien el cobre para dar buena talla en los temas de tan insigne banda. Estos primeros, al ser de cosecha propia, le vinieron más propicios. El problema es que la gente esperaba otros con más solera.
Con “Restless And Wild” llegábamos a la clave del concierto. Quien más, quien menos, esperaba el cómo se desenvolvería Accept con la formación actual dentro de la historia misma del Metal teutón, que ellos mismos ayudaron a forjar. Aquello no sonaba mal y, con la imagen de las dos Flyng-V ardiendo en la mente, Wolf y Peter trataban de reavivar los rescoldos y retomar aquellos momentos gloriosos de la banda.
El caso es que las guitarras de Wolf y Herman no pararon de dar muestras de una gran maestría en los temas de clásico Metal germano. En cuanto a técnica y calidad musical no había peros que poner a la formación. Una orgullosa batería en manos de Stefan se zambullía de por lleno en los genuinos ritmos de piezas como “Breaker”.
A pesar de todo ello, me daba la sensación de que los Accept que estaban frente a nosotros no terminaban de llenar el escenario como sería debido. Sí que Mark ponía toda su voluntad y más en agradar, con unas pintas 100% rockeras. Tatuajes y gorra incluidos. Pero a la banda la encontré fría, distante con un público expectante.
Mark, ya digo que se volcaba sobremanera, pero tampoco consiguió mantener el pulso con el recuerdo de Udo.
A ver, esto es una opinión personal, aunque totalmente sincera. He tenido la oportunidad de ver a U.D.O. unas cuantas veces (como la mayoría de vosotros, supongo). Cada uno de esos conciertos ha sido un gran concierto. No sé cómo lo logran exactamente, pero se las apañan para mantener en vilo a los espectadores desde la primera a la última canción de su repertorio (vía U.D.O. o vía Accept). Siempre con buen sonido y con un sr. Dirkschneider espléndido (junto a su compañero de fatigas Stefan, hasta hace poco). Udo no parece acusar años, enfermedades ni nada. Sigue siendo ese vocalista único y entrañable, con una voz sin par. Me encanta verlo con la soltura que conserva sobre el escenario. Con este referente en canciones como la siguiente “Princess Of The Dawn” (donde siempre se pide la colaboración del público en el estribillo), Mark tenía un duro hueso que roer para hacerse valer.
Cierto que quienes me habían puesto a esta formación como unos Accept 100% renacidos de sus cenizas (…), los habían visto en salas de concierto. Seguramente ahí, en distancias cortas, con un público mucho más cercano física y musicalmente, Accept se viene arriba en intensidad y dará mejor resultado porque, para mí, en el Hellfest no me terminaron de convencer.
“Losers And Winners” era buen ejemplo. Un temazo con una garra tremenda, desde el “Balls To The Wall”, con una energía desprendida que debe hacer moverse todo el escenario. Con un Wolf en buena pose, pero demasiado estático y Herman muy pendiente de la guitarra. ¿Peter un poco más activo? Correctos todos ellos, pero debió haber sido un trallazo en nuestros oídos.
A “Pandemic” parecían tenerle cogida mejor la medida. Pero al anunciar “Metal Heart” fue cuando sonaron los vítores más fuertes, previos a los primeros acordes de su celebrado riff. Un tema que funcionó muy bien. La participación del público (en particular en el estribillo) ayudó a destacar esta dentro del setlist. Uno de los momentos álgidos para los alemanes, sin duda.
“Teutonic Terror” retomaba el “Blood Of The Nations”, el disco que revivió la discografía de Accept. Recuerdo que tuvo una gran acogida y temas como este le dio bastante buena fama. Lo cierto es que sonó poderoso, con ritmos contundentes y convirtiéndolo en un corte de lo más agresivo. Y el público acabó coreando “Give ‘em the axe…!!!”. No estuvo mal, pese a no ser un “clásico”.
Pero luego vino “Balls To The Wall”. Ahí sí que se oyeron coros. Mark se esforzaba y se desgañitaba para dar todo lo que le restaba. Este corte era un examen en toda regla para calibrar la forma de frontman y banda. Con más o menos pericia y una buena actitud por el público más fiel a la banda, aquello quedó bien. Yo no podía olvidar este en la voz de Dirkschneider.
El remate no hacía falta presentarlo, aunque sí que lo hicieron. “Fast As A Shark” (incluyendo la intro, claro). Lo que no preveíamos era un segundo vocalista: nada menos que Felipe Anselmo. Entre él y Mark se alternaron las estrofas a toda velocidad y cantaron conjuntamente los estribillos. No estuvo mal, aunque no sirvió para que mi opinión mejorara demasiado acerca de cómo se las manejaron Accept para defender su propia historia.
A pesar de todo, hay que tener en cuenta que estábamos ante una banda legendaria, con magníficos músicos muy trillados en giras y directos. El frontman, pese a comparaciones irremediables, se entrega de principio a fin; el que más en la formación. Estábamos ante Accept, al fin y al cabo. Había sido un tiempo para disfrutarlo. Por eso digo que las grandes expectativas suelen conllevar decepciones.
“Bound To Fail” sonando por las torres de sonido fue el telón de fondo con el que la banda se despidió de la audiencia y se retiró al backstage, dejándonos con el día cada vez más avanzado y la tensión de los grandes momentos aún por venir.
En The Temple ví el final de la actuación de los Rotting Christ. Los griegos más internacionales, al menos en cuanto al Metal Extremo se refiere.
El sonido de Rotting Christ ha ido cambiando con los tiempos, pero en el escenario del Hellfest 2.013 sonó más Black (en lo que yo ví).
“Transform All Suffering Into Plagues”, desde los albores de la banda y con un fondo muy seminal. Poca velocidad (para lo que es el estilo) en las cuerdas de Sakis Tolis y George Emmanuel, pero sí un profundo sentimiento extremo que brotaba con inquina de la voz del propio Sakis y los ritmos repetitivos impuestos por Themis. El solo hacia el final sí que sonó más musical.
Luego una cover de los compatriotas blackers Thou Art Lord; proyecto paralelo, al fin y al cabo, de los Tolis. Sonó “Societas Satanas”, con un estilo más Death, tras el arranque Black. Las guitarras de Sakis y George tuvieron momentos de gran presencia, aunque destacaba un tiempo muy marcado que acentuaba una letra muy parca y reiterada.
“In Yumen-Xibalba” presentaba el último larga duración de Rotting Christ: “Do What Thou Wilt”. Creo que el tema sonó bastante más endurecido de lo que aparece en el disco. Más cruento, crudo y con menos arreglos. Esto le daba un halo de malignidad bastante intenso, relajado o creciente en función de la mayor o menor presencia de melodía. Tal vez los blackers más puristas sigan sin comulgar con el estilo de los helenos, pero creo que el directo les quedó de lo más siniestro. Además, con el pentagrama que se iluminaba sobre el escenario The Temple en las actuaciones.
“Chaos Geneto” con más coros y algo más accesible iba anticipando el final. “Noctis Era” de “Aealo”. Muy marcial de arranque y oscura, a pesar de no ser estrictamente Black.
La voz de Sakis la encontré profundamente endurecida en el tiempo que le oí. Con ello manejó bien el carácter del show y ayudó a la música a sonar más sombría.
Y a partir de ahí arrancaban las horas más intensas de todo el Hellfest para mí. Muchas bandas en pocas horas. Simultáneas algunas, con lo que me tuve que perder varias actuaciones (¡hay que joderse!).
Los primeros de todos ellos eran My Dying Bride en The Altar. Por cierto, que el escenario (al igual que The Temple) estaba decorado. En este caso con esculturas metálicas a modo de guerreros esqueléticos y artificios siniestros.
Me encanta My Dying Bride desde hace años. Los he visto unas cuantas veces y siempre lo he flipado con ellos. En un grupo profundamente Doom, por supuesto, pero con una musicalidad que ha trascendido a lo largo de los años de funcionamiento del proyecto y que continuaba transmitiéndose en directo con absolutas garantías.
En el setlist no había demasiados nombres. El tiempo era limitado y las piezas de los británicos suelen ser largas. No importaba.
El hecho de volver a ver a Aaron Stainthorpe sobre las tablas, valía mucho la pena. Custodiado por Andrew y Hamish en las guitarras para condensar melodías y armonías en temas tan sublimes como “The Raven And The Rose” y su brutal arranque que pone la piel de gallina.
Aaron continua tan “melodramático” (en el buen sentido) como de costumbre. Durante el tiempo que permaneció sobre las tablas se empapó de las letras a las que él mismo da forma, viviéndolas en primerísima persona: se retorcía, se lamentaba, se desvivía en cada estrofa. Todo ello mientras cantaba alternando texturas de voces limpias o guturales. Para mí, sencillamente magistral.
Además, a pesar del estilo, encuentro muchos detalles y matices a los temas de My Dying Bride que hacen que disfrutes de ellos en toda su dimensión, aunque sean largos.
Otra muestra: “A Kiss To Remember”. Desde “Like Gods Of The Sun” y con un bajo susurrante que pedía permiso para arrancar el corte hasta el estallido de guitarras soberbio. La letra tan profunda como la propia música me seguía manteniendo en vilo.
La base rítmica importante a cargo del fenomenal Dan Mullins, se batía con el violín que Shaun alternaba con unos geniales y embaucadores teclados. La última vez que ví a My Dying Bride aún contaban con la encantadora Katie Stone en la posición de Shaun Macgowan y, pese a que me caía muy bien la señorita Stone, bien es cierto que Shaun hizo un concierto técnicamente perfecto. Quizás su trabajo no fuese tan apreciable en un primer instante, pero los teclados (y por momentos el violín) se hacen esenciales en la música de los de Halifax.
La profunda melancolía de “Thy Raven Wings” envolvió la sala durante un rato (el más breve de los temas), con la profunda voz de Aaron manteniendo la cadencia pausada, casi hipnótica.
Luego, “She Is The Dark”. Un tema que va creciendo según avanza, que pone los bellos de punta cuando Aaron exhala con crudeza los lamentos del estribillo. Con unos ritmos fenomenales que Dan y Lena ahondaban con gravedad, con giros que creaban atmósferas cada vez más oscuras y viscerales.
En fin, como decía, no soy un espectador especialmente objetivo con My Dying Bride. Adoro su música y verlos en directo me resulta toda una catarsis.
Y quería hacer un comentario concreto sobre la figura de Lena Abé sobre el escenario. Es cierto que la mayoría de mujeres de bandas de Rock y Heavy parecen estar destinadas a las voces, teclados y bajo (no he visto demasiadas percusionistas o guitarristas). Lena también es bajista, pero la presencia que acapara sobre las tablas no tiene nada que ver. No es que se mueva mucho, pero tiene un porte realmente espectacular. Con los tatuajes y su pose propia, es sensacional verla tocar el bajo en vivo.
Las siguientes notas (de violín) preludiaban “The Snow In My Hand”. Delicioso, por lo que lamentaba profundamente tener que irme. Estaba fascinado con My Dying Bride, pero tenía muchas ganas de ver por primera vez a ZZ Top que ya estaba tocando en el Escenario 1. Así que, con pena, me retiré mientras oía los acordes de esta pieza estupenda y, además, presagiando que me perdería un final con “The Cry Of Mankind”.
Recuperé ánimos cuando, mientras llegaba al Mainstage 1, oí que ZZ Top se estaban marcando una gran versión del “Foxy Lady” de Jimi Hendrix. Muy centrada en el original pero con unos arreglos sureños que le imprimían su propio carácter. Fenomenal para ir adentrándose (literalmente) en el concierto.
En verdad que impresionaba ver a los barbudos de Texas en directo. Tres tipos solos, pero que se hacían perfectamente con el escenario grande del Hellfest. Billy Gibbons con sus eternas gafas y gorro, sobre el que llevaba otro baquero. Dusty Hill también con sus gafas de sol y el sombrero texano. Y Frank Beard, sólo con bigote. Todos ellos marcándose “My Head’s In Mississippi” con toda la clase posible.
“Chartreuse” daba aún más calado rockero al sonido de ZZ Top, mientras Billy y Dusty se movían totalmente compenetrados por el escenario. Guitarras arriba, bajo abajo, con carácter y la presencia que otorga el ser “esa pequeña vieja banda de Texas”, nada menos.
Tampoco escatiman en guitarras, sacando a relucir auténticas obras de arte. Incluyendo la guitarra y bajo forrados de felpa blanca, pelo o lo que sea. O transparentes o brillantes… Y delante de un pantallón enorme donde se proyectaban imágenes y videos que recordaban las épocas y proezas de los tres.
En cuanto a la música, pues decir que sonó “Sharp Dressed Man” seguida de “Legs”. Dos temazos del legendario “Eliminator”. Un disco totalmente obligado en la historia del Hard Rock, y con esa atmósfera de Blues Rock que lo envuelve. Hasta la portada es genial, con el hot-rod visto de frente y deslumbrándonos.
La verdad es que ver a los barbudos en persona parece sumergirte en la historia misma de la música, no obstante estábamos ante una banda que permanecía impertérrita al paso del tiempo desde hace casi 45 años (¡!). Incluso con el mismo manager (¡¡!!).
“Tube Snake Boogie” tenía más poso. Rápido y breve, pero aguardentoso y embriagado de sonido confederado. Era una invitación a los orígenes del Rock y también a tomarte un trago.
Casi el final ya de su tiempo y entonces apareció. O más bien nos llevaron; a “La Grange”. No conozco a nadie a quien le guste la música y no haya oído esta canción, así que imagino que volvieron a ponerse las pieles de gallina (y no sólo por el frío) al oír tan insigne corte de manos de los creadores.
Billy dio rienda suelta a sus dedos y se explayó de lo lindo con el solo. Era hora de aprovechar, por su parte y por la de los fans, para disfrutar de este sonido tan grande. Un sonido enraizado en las bases mismas de la cultura rockera.
Y si “La Grange” puede tener un rival dentro de la discografía de los texanos, esa era “Tush”, sin duda. Pues ahí estaba. ¡Madre mía! Qué momento tan fenomenal. La verdad es que no sé si puedo explicar la impresión que suponía tomar estos temas de la mano de los ZZ Top en persona. Como tantos otros, pero con ellos en particular, es algo que hay que vivir. Como decía, te sentías dentro de un lugar privilegiado al estar allí.
El caso es que el concierto acabó, Billy, Dusty y Frank saludaron y se retiraron. Pronto me dirigí a la carpa de Metal Extremo, pero con la cabeza llena de ritmos rockeros geniales, una gran sonrisa y el convencimiento de haber visto a un grupazo en plena acción.
Pero no tenía tiempo que perder. Fui rápidamente a The Temple para ver a mis adorados Finntroll. El problema es que ya había tanta gente que me tuve que quedar muy lejos. Esto, añadido a que no pararon de proyectar humo en toda la actuación, me dejó sin ver apenas las figuras de los trolls finlandeses.
Al menos la música seguía siendo la misma: ¡Humppa Metal a tope! Desde el comienzo con “Blodsvept”, de su último y homónimo disco, editado entre bastante expectación.
Me encanta el sonido de Finntroll, esa mezcla entre Death, algo de Pagan, Folk y Polka finlandesa… Sencillamente ¡genial! Afortunadamente “Blodsvept” parece continuar en la línea. Al menos este primer tema así lo atestiguaba.
Del anterior “Nifelvind” también hubo algo, y muy bien escogido, como la visceral y absolutamente trollish “Solsagan”. Cierto que la enorme producción del disco se tornó agresividad en las guitarras y la estruendosa base rítmica, para el directo. Con la esencia fiestera, orgánica y hasta “forestal” de los Finntroll más hondos.
De lo que conseguí divisar a pesar del humo y la posición, es que Finntroll salen con el atuendo que últimamente les caracteriza, con orejas puntiagudas de troll y enfundados en trajes que más bien parecen salidos de los años treinta o así. En cualquier caso, creo que se fueron desprendiendo de ropas según pasaban los minutos, los temas y el frío sobre el escenario. Quedaron entonces las orejas y unas leves pinturas sobre la cara y el torso.
Un estilo endurecido a base de riffs potenciados en las guitarras de Skrymer y Routa y estructurado en base a los compases que Beast Dominator sigue metiendo con toda la saña a la batería. En compañía del bajo del genuino Tundra. Creo que la mayoría de temas se volvieron más viscerales para el directo y pienso que eso ayudó en enfervorecer a la gran masa de fans y aficionados que se dieron cita para verlos en la carpa extrema.
Finntroll no tuvieron problemas en hacer saltos temporales entre piezas. ”Mordminnen” y luego “Rivfader”, por ejemplo. Pero con un estilo perfectamente reconocible y definido en estas o cualquier otra. Todo con la inestimable e imprescindible colaboración de los teclados, que hoy día parece que se encarga Virta de tocar en directo. Porque eso sí que pude ver: Trollhorn no estaba en la formación. Una lástima porque lo considero un músico genial, artífice de algunos de mis temas y melodías favoritas de los Finntroll (e incluso otras bandas). Me hubiese gustado verlo en su oronda y tatuada figura frente al Korg.
“När Jättar Marchera” para que Vreth siguiera desmenuzando estrofas cantadas en Sueco, porque ya sabéis que Finntroll considera este idioma mucho más “troll” que el Suomi natal.
La última vez que los ví, aún militaba Wilska en sus filas. Con una figura imponente sobre el estrado, quería ver cómo se desenvolvía Vreth en comparación. Creo que es un tipo realmente resolutivo, moviéndose muy bien y con bastante gancho con el público. Animador y que se permitía pequeños comentarios para presentar con ánimos los temas. Un buen frontman para una banda con una música tan divertida como esta.
“Nattfödd” recaló en el disco de 2.004. Personalmente hubiese elegido otras canciones de este disco mucho más directas y sin cambios a medio tiempo, que creo que acabaron relajaron un poco la tensión. Por ejemplo “Eliytres” o “Människopesten (con o sin intro)”, que de hecho las llevaron en un tiempo en su setlist. Pero bueno, “Nattfödd” tampoco estuvo mal.
La banda pareció bastante enrollada con la peña, al menos el vocalista así estuvo. Creo que Skrymer y Routa también tuvieron sus detalles con la audiencia, contagiados de la euforia de temas como “Under Bergets Rot” o “Skogsdotter”.
En cuanto al setlist, tal vez se centraron mucho en los dos últimos discos, aunque dejaron el final para sus dos temas más celebrados por el gran público que les sigue. Personalmente hubiese escogido otro, pero también es verdad que resultaba impepinable el que sonara “Trollhammaren”. Es una canción que tengo un poco aborrecida porque es lo que todo el mundo que conoce a Finntroll pide escuchar (me pasa algo parecido con “Nothing Else Matters” y Metallica). Personalmente creo que Finntroll tienen mejores temas que “Trollhammaren” para un directo, aunque ellos se deben a su público y el público pide esta. Desde luego, el estruendo que se formó al decir tan solo el nombre confirmó que sería el momento estelar de su actuación. Moshing, headbanging y mucho movimiento en la carpa es lo que consiguieron y, al fin y al cabo, eso es lo que se espera lograr en un concierto. Y Finntroll lo lograron una vez más.
¿El remate? “Jaktens Tid”. Inmejorable final, que recoge la esencia misma de Finntroll en cuanto a su música. Del disco homónimo, que los encumbró y dio la repercusión merecida. Un discazo y un temazo. La banda volcada y la gente saboreando las melodías Death/Humppa. ¡YAAAAHAHAHAHAAARRHG!!!
Y rápido, rápido al Mainstage 1 para el plato fuerte del festival: KISS!!!
La actuación de Kiss me resultó extraña desde antes incluso de empezar. En el recinto del festival había mucha gente,… pero que mucha gente. Según la organización se reunieron 112.000 personas. No todos, pero la mayoría iba a ver a los americanos. Parte de esa gente era de cierta edad, supongo que aficionados a la banda de épocas anteriores. De esa gente de cierta edad y también de gente más joven, se intuía que no eran precisamente aficionados al Metal ni a otras bandas de Hard Rock. Es más, se intuía que no eran habituales de conciertos ni mucho menos de festivales. Puedo parecer un esnob al respecto, pero creo que he estado en suficientes eventos musicales como para saber cuándo la gente se sabe desenvolver por un recinto de este tipo. Pero, por si yo estuviese equivocado, también lo comenté con algunos colegas aún más avezados en estas lides y estaban totalmente de acuerdo conmigo: gran parte de los que llevaban pulseras rosas (pulseras de pase de un solo día para el sábado) no habían estado en un festival en mucho, mucho tiempo; si es que habían estado alguna vez.
El problema de esta circunstancia era que, a la hora de moverte para llegar a un sitio (barras, aseos, tickets, escenarios…), todo se volvía una odisea. La gente se quedaba parada en un sitio y no te permitía pasar (es más, alguno hasta te lo decía: “lo siento, yo no me muevo de aquí, así que ve por otro sitio”). No estamos hablando de las primeras filas, sino de zonas de paso entre un escenario y otro, a decenas de metros de donde tocaría Kiss… En fin, lo nunca visto, al menos para mí. Como anécdota final y para entender esto, decir que a unas amigas que estaban viendo el concierto (ya durante la actuación de la banda), les reprendió una chica próxima por “estar cantando una canción a la vez que Paul Stanley”. ¡Dioses! ¿Pero qué coño espera esta individua que ocurra en un concierto? ¡Un concierto es para eso, para cantar, para saltar, para gritar, para empujarse y derramarse la cerveza encima si hace falta…! Si quieres verlo tranquila y sin que nadie te toque, cómprate el DVD y lo ves en tu casa, con tu tele y el aire acondicionado… ¡Impresentable!
En fin, con estas circunstancias acompañando y el recuerdo de haberlos visto hacía unos años en un show espectacular, muy bien se tenía que dar la cosa para que Kiss me sorprendiera. Y me temo que no lo consiguieron.
Pero bueno, comencemos desde el principio. Con una bandera enorme que cubría el escenario con las letras tradicionales de Kiss y que cayó cuando una voz en off anunció que “You wanted de best, you got the best!… Kiss!”. La formación ya estaba en sus sitios y arrancaron “Psycho Circus” del tirón. Mientras caían las notas de esta desde las cuerdas de Gene, Paul y Tommy, Eric descendía junto a su batería en la plataforma que lo elevaba por los aires a buena altura. También se podía ver la enorme estructura suspendida del techo del escenario y que tenía forma de araña. En las patas y cabeza se colocaban focos que fueron iluminando aquí y allá a lo largo del concierto, aunque sinceramente esperaba un poco más de juego de un elemento tan formidable y que supongo que les cuesta bastante transportar y montar. No sé, hubiera estado bien que se le moviesen las patas o algo, por ejemplo.
También había una enorme pantalla que prácticamente ocupaba todo el fondo del escenario. Ahí se retransmitían detalles de lo que iban haciendo los cuatro músicos y la reacción del público, llegando a verse imágenes realmente espectaculares.
Con “Shout It Out Loud” la cosa se animó aún más. Eran los momentos iniciales para un concierto realmente esperado. Con mucha gente expectante y supongo que para muchos de ellos sería la primera vez que verían a los míticos Kiss en directo. Todo eso hacía que se sintiera esa emoción especial de las grandes citas en el ambiente. No obstante, el público no era lo entusiasta o lo movido que yo me esperaba. Como digo, no cabe duda de que existía ese gran ambiente, pero la reacción de la concurrencia resultó bastante fría, serena, calmada o como lo queráis llamar. Al menos en relación con la primera vez que ví a Kiss, que fue una auténtica locura. Y digo Kiss como podría decir muchas otras grandes bandas de las que arrastran masas y siempre he sentido un calor y un arrope mayor hacia ellos que lo vivido en esta.
Pero bueno, la banda seguía a lo suyo y, entre cañones de humo y algunos detalles pirotécnicos, la cosa continuaba con “Let Me Go, Rock ‘N’ Roll”. Gene cantando, mientras Paul se meneaba y paseaba por un escenario espectacular y Tommy se marcaba un punteo realmente sensacional. Tommy no es muy vistoso en sus formas, en antítesis con sus compañeros de tarima, pero es muy digno guitarrista para una banda tan grande.
También hubo esos gestos que uno recuerda como característicos de estos artistas, como cuando Paul toca la guitarra entre sus piernas, sonriendo al público con sonrisa pícara. El tema terminó con un enorme Eric Singer recordando que ellos eran Kiss y rematando con un redoble espectacular de batería.
Luego Paul “dividió” a los fans en dos sectores y les hizo gritar cada vez más alto, para ver cuál de las dos mitades lo hacía más fuerte. Un grito ensordecedor conjunto de los miles de seguidores sirvió de presentación para “I Love It Loud”. Un Gene un tanto parsimonioso hasta entonces se marcó una buena pieza, con Eric haciéndoles buenos coros y las guitarras tocando ese riff tan chulo y resultón que hacen de “I Love It Loud” un tema tan atractivo.
Y es que Paul me pareció en todo momento el maestro de ceremonias del show. Gene es la figura más recordada por la mayoría cuando pensamos en Kiss. El “Demon”, el tío de la lengua larga… Pero en esta ocasión me pareció que se contagiaba de un ambiente menos candente de lo que cabría esperar. Lo ví algo distante para lo que es un tipo con tanta garra sobre el escenario, tanta personalidad.
Paul Stanley, sin embargo, ocupó cualquier hueco que existiera en cuanto a puesta en escena de la formación. Todo un showman, encantador, atractivo en su carácter y entregado a encandilar a un público ávido de Rock y de Kiss.
“Hell Or Hallelujah” recalaba en la obra más reciente de los americanos “Monster”. Por ser tan nueva, parece que necesitaba un pequeño plus de energía para enganchar al público. Más o menos resultó bien, aunque Paul echó manos de unos gorgoritos a capella hacia el final, con los que desató aplausos (creo que de las féminas en particular).
“War Machine” volvió a recordar el “Creatures Of The Night”, para regocijo de muchos. Y Gene cantó esta canción con agresividad, mientras los ritmos se entremezclaban con las imágenes de un videoclip en la pantalla de fondo donde se veía un ejército de robots con el face-painting de Gene Simmons, un dragón escupiendo fuego y cosas de esas (por cierto, que me recordó en algo al video que proyectan AC/DC precisamente cuando cantan en concierto “War Machine”. Una curiosidad que meto aquí sin valor ninguno). Y el tema terminó con una sirena sonando y Gene cogiendo una antorcha para hacer el número del escupidor de fuego. No podía faltar este otro momento típico de los conciertos de Kiss.
Y pasaban los minutos, y pasaban los temas, como “Deuce”. Me gustó bastante Eric Singer en la batería, como en la gran mayoría del espectáculo. “The Cat” anduvo muy metido en el concierto y nos hizo pasar un buen rato en su posición: marcando ritmo y haciendo unos buenos coros.
Tommy Thayer seguramente que se fue enchufando según transcurría el tiempo. Hacia la mitad del show lo ví ya más activo que en las primeras piezas.
Para “Say Yeah”, Paul lo presentó como un tema de “Sonic Boom”. Una tibia reacción le hizo echar mano de su capacidad como frontman para hacer que el público repitiera el “Boom” una, dos, tres, cuatro y hasta cinco veces seguidas. Esto, junto a algún comentario gracioso pareció suficiente para que la gente le prestara mayor atención cuando la cantó. Algún detalle más de Paul hacia su público y el punteo de Tommy le dieron algún valor mayor al corte.
El combo “Shock Me” + “Outta This World”, presentado por “The Starchild” en comunicación directa con la gente, el espectáculo de luces y rayos en la pantalla, una cámara que captaba imágenes sobrevolando al público, algunas chicas que se iban atreviendo a ser montadas a hombros… y hasta Tommy que se atrevió a marcarse unas estrofas en solitario. Fue un buen momento de la noche, sin duda. Aunque a Gene lo seguía viendo lejos de su mejor forma.
Algunas caras pintadas entre el público pero muchísimo menos de los que yo esperaría. Este fue otro de los indicativos que me hace pensar en este concierto de Kiss como en un poco raro. ¿Dónde estaba la Kiss Army? Estaría la infantería, pero faltaba la caballería y la carga pesada, si duda.
Llegaba el momento estelar de “The Spaceman” y “The Cat”. Tommy Thayer se marcó un solo de guitarra. No estuvo mal, aunque los he visto mucho más virtuosos. Eso sí, no fue de esos interminables, lo cuál agradezco. Eric Singer también hizo su solo de batería, con un gran sonido. Conciso, le quedó bastante bien. Y todo ello aderezado con plataformas elevadoras que subieron al guitarrista y al percusionista por los aires y que acabaron en una batalla de fuegos artificiales: Tommy lanzándolos con su guitarra y Eric con un bazuca. Todo muy espectacular en un show que se metía por los ojos.
Sin duda que Kiss, sin toda esta parafernalia y este montaje, no sería la misma banda. Pero claro, es que esta performance también forma parte de la esencia de Kiss. La banda con más mercadotecnia de la historia.
Gene no podía quedarse atrás y también tuvo su solo, con el bajo-hacha, las campanas sonando mientras escupía sangre entre el humo del escenario y bajo los focos estroboscópicos. Un bajo muy profundo para ahondar en el personaje de “The Demon”. Esto sirvió como prolegómeno de “God Of Thunder”, aunque en esta ocasión Gene no voló por los aires con sus alas abiertas. Una pena el no verlo.
Nos encaminábamos hacia la recta final del concierto, tras más de una hora de actuación. Y “Lick It Up” hizo acto de presencia. Creo que les quedó bastante bien. Cada miembro tuvo motivos de quedar satisfecho en esta canción. Creo que fue de las que más conjuntados anduvieron. Y es que “Lick It Up” es uno de sus temazos, que además define muy bien el estilo del grupo.
Pero para momento estelar, sobre todo de Paul, “Love Gun”. Se volvió en enganchar a la tirolina para volar sobre las cabezas de los presentes, desde el escenario hasta el “islote” de los técnicos de sonido. De esa manera se marcó la canción cantándola para los espectadores que estaban más allá de ese islote y dando la espalda a sus compañeros. De nuevo formidable el ver a Stanley sobrevolarnos de vuelta al escenario, aunque en este viaje de vuelta le ví con algún que otro problemilla a la hora de sujetarse bien a la tirolina. Y del corte, poco que decir. “Love Gun” es grandiosa.
Y, ¿con qué terminar? Pues una buena elección fue “Rock And Roll All Nite”. Con unas enormes letras formando “KISS” iluminándose una y otra vez sobre la pantalla y cañones lanzando confeti al cielo de Clisson. Aquí no cantaron Paul, Gene, Eric o Tommy, sino que lo hicieron decenas de miles (¿cientos de miles?) de gargantas. Las guitarras sonando y las luces parpadeando para hipnotizar a la audiencia en un fin de fiesta cautivador. Con los acordes finales a cargo de un Gene y un Tommy “voladores”, colocados en sendas plataformas que se alzaron desde el escenario y giraron para situarlos sobre los espectadores de las primeras filas mientras el confeti y una cortina de chispas continuaba cayendo.
Pero no se quedaron ahí porque aún quedaba tiempo para los bises. Ciertamente que debía ser así porque apenas llevaban hora y cuarto de show. Qué menos, porque creo que Kiss debería haber hecho un concierto de, al menos, un par de horas. Pero bueno, ellos sabrán.
Para arrancar el encore, “Detroit Rock City”, que no podía faltar. Paul pidiendo manos en el aire y una bola de espejos lista para aumentar los efectos de luces. En los mismos términos de grandilocuencia, la gente se desgañitó para corear uno de los himnos, una de las canciones por antonomasia de Kiss. Más fuego y más imágenes para encandilar a la peña antes de perfilar, ahora sí, la última de la noche.
“Black Diamond”, otro enorme éxito de los americanos. Había que dejar el pabellón bien alto. Con un bonito arranque en la melodía y Paul intentando gustar a base de su característica voz. Eric cantando bastante correctamente mientras tocaba una batería muy destacable. Intensas guitarras a buen ritmo y con Gene tomando también una parte del protagonismo.
Intentaron hacer un final contundente para satisfacer a los fans y hacer saber que aún siguen estando muy presentes en el mundo del Rock. La batería de Eric se elevaría por última vez, escoltada por dos grandes dibujos de fieros gatos y los últimos fuegos artificiales explotaron.
“Hellfest, we love you. Good night” fue el mensaje de Paul para decir adiós a este Hellfest 2.013. Kiss había acabado su actuación.
La actuación había acabado tras sólo 1 hora y 35 minutos. Y no, no tocaron “I Was Made For Loving You”. Otro punto para anotar este como un concierto “raro” de Kiss.
Entonces, ¿decepcionó Kiss? No, imposible. Una gran obra audiovisual, como es un concierto de Kiss, no puede decepcionar. Pero, ¿cumplió con las expectativas? En mi caso, claramente no.
Para mí quedaba un concierto aún. Ya muy cansado pero con muchas ganas de ver de nuevo a Morbid Angel.
En The Altar se reunían Trey Azagthoth y los suyos para volver a dejarnos con la boca abierta a base de ritmos brutales y tan buenos que uno comprende por qué son de las bandas más influyentes de la escena Death Metal. No sólo americana, sino mundial. Creo que la mayoría conocemos a unos cuantos grupos importantes que son discípulos directos, tributantes o prácticamente copian el sonido de Morbid Angel. Pero bueno, no vamos a decir nombres para que nadie se soliviante a estas alturas.
Empezaron con “Immortal Rites”. O sea, que empezaron por el principio. Con su siniestra intro y todo para que ocuparan su sitio los músicos. Redoble de batería y rápidamente a destilar unos ritmos a-c-o-j-o-n-a-n-t-e-s. Marca de la casa, con un doble bombo retumbando en los oídos y constantes cambios en el compás que aniquilaban los cuellos de los headbangers. Marca de la casa, ya digo.
David Vincent haciendo coros casi invocadores para recrear un ambiente de sobra preparado. La gente estaba más que dispuesta a gozar de los de Florida. Las soberbias guitarras fueron un continuo, claro. Prueba de ellos, las siguientes “Fall From Grace” o “Day Of Suffering”, del “Blessed Are The Sick”. Guitarras vertiginosas siempre inmersas en una vorágine de notas selectas a pesar de la crudeza y la violencia de la propia música. Trey y el “novato” Destructhor se las apañaban más que bien, sin mucha puesta en escena aparte de una pose muy propia y la mirada desafiante de quien se sabe un número uno.
Morbid Angel tiene ese talento de convencer con su música siempre (o casi). Continuos giros consiguen mantener siempre una tensión, pasando de melodías duras a brutales, pero con mucho gusto. Parece difícil… y lo es. De ahí el gran valor de su música.
“Rapture” fue la siguiente, seguida de “Pain Divine”. Ambas del “Covenant”, dándome a entender que su setlist seguiría un orden cronológico.
En cuanto a la batería, pues decir que se volvió a salir. Cada puesto de Morbid Angel es esencial. Y la batería lo es en cuanto que mandar en la cadencia de la canción con los giros y cambios de tempos, es complicado e importante. Todo con la premisa de la velocidad y la fuerza necesarias para el estilo y el estatus de Morbid Angel. Me temo que andaba un poco lejos, pero debía ser Tim Yeung el que estaba sentado a cargo de las baquetas. Pero vamos, que podría haber sido el mismísimo Pete Sandoval.
“Sworn To The Black”, presentado por David y envuelta en una textura algo más áspera que hizo que no me llegara tanto.
Pero “Maze Of Torment” y “Blasphemy” volvieron al “Altar Of Madness”. Qué temazos estaban cayendo. E igual parece darles el colocarlos en un escenario o en otro, a una hora y otra, ellos siempre vencen. Y es llamativo cómo Morbid Angel consiguen desbordar cualquier referencia en cuanto a técnica y poderío en el Death Metal actual, desde hace años.
Luego tomaron el tren del tiempo para ponerse más contemporáneos con “Existo Vulgoré”. Recalaban en el disco “Illum Divinum Insanus”. Bueno, sin duda es uno de los temas que salvaría entre un montón de cortes totalmente prescindibles e insustanciales que componen este trabajo. Creo que es un álbum incompleto que han rellenado a base de intros, outros o canciones a medias. La verdad es que no me pareció digno para nada de Morbid Angel. Seguramente su peor trabajo, tras “Formulas Fatal To The Flesh”. No obstante, consiguen meter cosas buenas y extraerlas para depurarlas en directo. “Existo Vulgoré” fue así, también junto a “Nevermore”. Aun del “Illum…”, encajaron bien en el show.
Ya casi el final para “Lord Of All Fevers And Plague”, volviendo de nuevo a finales de los 80’s, nada menos. Realmente el nombre ya dice mucho de la brutalidad con que Trey, David, Destructhor y Tim enfilaban la recta final de un concierto extasiador, dentro de un día agotador. Seguramente que la voz de David adquirió un tanto más de presencia frente a las guitarras que en otros temas. Al menos a mí me lo pareció.
Y un bis: “Chapel Of Ghouls”. Cinco minutos más de ritmos “made by Morbid Angel” en toda su amplitud. Cambios en los ritmos bien golpeados en el doble bombo, para que las guitarras terminaran de desollar las orejas de los oyentes.
Un grupo contundente, conciso en sus prácticas y que convierte los directos en un reflejo orgánico y vívido de sus trabajos. Son muy, muy buenos tocando y es un gustazo degustarlos en directo.
Y rápido a dormir, que aún quedaba otro día más.
Fotos: Cedidas por la organización del festival Hellfest.