Dos años han transcurrido ya desde la edición del homónimo debut de Guillermo Alvah y los Predicadores. Un lapso de tiempo en el que la fórmula expuesta en aquel, aleación de rock and roll, country y mordiente pop con sensibilidad singer-songwriter ha ido sumando adhesiones de crítica y público; un redondo cuya onda expansiva se tradujo en críticas muy favorables (algunas procedentes de medios de reconocida solera, como Ruta 66) y la posibilidad de expandir su particular credo a más amplias audiencias al compartir escenario con, entre otros, José Ignacio Lapido, Iñigo Coppel, Leiva, Sidecars o Gatoperro. Años, en definitiva, de un trajín constante; luchando desde la posición libre pero austera que da la independencia y la autoedición, pateándose la geografía y personándose en festivales.
Han sido, también, tiempos de cambio: Los que se han vivido en el seno de los Predicadores, quienes parecen haber encontrado una formación estable en las figuras de Curro Molero al bajo, Fran Rosado a los teclados, Joseph Scott a cargo de las solistas y Antonio “Rojo” Rodríguez tras los parches.
Para confirmar la solvencia de esta nueva formación y mantener viva la llama entre sus acólitos en forma de nuevo material, Guillermo Alvah y los Predicadores se van a encerrar en los sevillanos La Mina Estudios a mediados de Noviembre para dar forma al que será su segundo esfuerzo en largo. En la recámara, un puñado de canciones a caballo entre la tradición de cantores americanos como Steve Earle y la labor de homónimos patrios como Quique González; en la coctelera, rodajas de power pop, folk y rock de pocas florituras para dar variedad y gusto a la fórmula; sobre el tapete, la confirmación de una de las apuestas más sólidas del panorama nacional.